LOS “MONSTRUOS” DE LA RENTA PETROLERA
Por: Elie Habalián
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Con la perforación del primer pozo petrolero en el estado de Pennsylvania en 1859, comenzó la espectacular carrera de la industria petrolera. En 1863, John D Rockefeller incursionó en esta actividad cuando apenas tenía veintitrés años. Unos años después fundó la Standard Oil. Al principio fue un intento de hacer dinero en el mercado de la iluminación con el kerosene. Sin embargo, la irrupción del automóvil y su sed por la gasolina trajo una incalculable riqueza al trust de Rockefeller. En su proceso de acumulación, este capitalista se valió de cualquier herramienta para liquidar o absorber a sus competidores hasta llegar a consolidar un monopolio adimensional. La renta petrolera convirtió a John D Rockefeller en una especie de “monstruo” cuyos tentáculos podían alcanzar a cualquier rincón de la sociedad norteamericana, incluyendo sus poderes públicos. El nacimiento y el posterior desmedido crecimiento de este “negro monstruo” dispararon las alarmas de dicha sociedad. Distintos sectores económicos, sociales, políticos y culturales se fueron involucrando en un forcejeo político-jurídico contra del monopolio rockefelleriano. Aun contando con la participación de los tres poderes federales del Estado, la nación estadounidense tardó más de dos décadas en llagar a promulgar en 1911 la ley anti-trust que sólo logró recortarle las alas al “monstruo”. John D Rockefeller, un hombre capitalista y conservador fue capaz, gracias a la fabulosa renta petrolera, de poner en jaque a toda una sociedad anglosajona donde supuestamente había instituciones consolidadas.
El embargo petrolero ordenado por el entonces rey Faisal de Arabia Saudita en octubre de 1973 multiplicó el precio del petróleo, llevando su renta a niveles jamás conocidos. Al abrir la caja de Pandora se soltaron los demonios en Irán, Irak, Libia y Venezuela, entre otros países. Con la fabulosa cantidad de recursos financieros, el Shah de Irán, Kaddafi, Carlos Andrés Pérez y Saddam Houssein no cabían en el espacio. No fueron capaces de asimilar tanta riqueza súbita. Casi perdieron la razón. Se dedicaron a ejecutar proyectos faraónicos, comprar armamentos sofisticados, coaccionar, chantajear e intervenir en los asuntos internos de otros países en sus regiones, exportar “revoluciones”, etc.
Con el poder que le diera la renta petrolera, el Shah de Irán se erigió en el “guardián” del Golfo Árabe-Pérsico. Se convirtió en un “monstruo” de la renta que aterrorizaba, no sólo a los pueblos vecinos sino también a su propia gente. En 1979 el pueblo iraní, harto del régimen autoritario y despótico que la renta petrolera había llevado a la enésima potencia, derrocó al “todopoderoso”, cuyo final fue tan trágico que no encontraba país alguno donde exiliarse. De hecho, después de su destronamiento, el Shah y su esposa se exiliaron en Marruecos, Bahamas, México, EE UU, Panamá y finalmente Egipto.
En 1978 Saddam Houssein, el hombre fuerte de Irak, se convirtió en el presidente, amo y señor de su país. Gracias a la renta petrolera, se había involucrado en una carrera armamentista con sus vecinos. Después de la caída del Shah se convirtió rápidamente en una potencia regional, a tal punto que decidió, con la ayuda de algunos países árabes del Golfo, dirigir sus armas contra la República Islámica de Irán con la finalidad de recortarle las alas a su Revolución y así eliminar su capacidad de exportación. También buscaba convertirse en el líder absoluto e indiscutible del mundo árabe. Este “monstruo” de la renta se sintió tan adimensional que en 1990 desafió al mundo entero con la invasión del Emirato de Kuwait. Esta acción fue el principio de su fin que todos conocemos. No obstante, su irresponsabilidad arrastró a su pueblo a la tragedia que hoy se vive en el país árabe.
El efecto de la renta en Kaddafi fue un poco menos dramático. Se dedicó a promover la revolución del Libro Verde en el mundo árabe y en el África, así como en otras latitudes. Los recursos petroleros le permitieron intervenir en los asuntos internos de otros países y desestabilizar otros regímenes. Sin embargo, por no reconocer sus límites, su gobierno se involucró o lo involucraron en un asunto tan delicado como es el terrorismo. Esto le costó la ira del Imperio que terminó castigando a su pueblo durante varios años. Finalmente se rindió y abrió el mercado petrolero a Estados Unidos y Gran Bretaña.
En cuanto a Carlos Andrés Pérez, otro “monstruo” de la renta, la sociedad venezolana tuvo que lidiar con él y con los demonios que soltó durante más de veinte años. Proyectos faraónicos, mesianismo, pretendido liderazgo regional y hasta mundial, derroche de recursos, corrupción, inflación, devaluación, el 27 de febrero del 89, dos intentonas militares en 1992, crisis institucional, crisis financiera, entre otros fenómenos, fueron los efectos de la irresponsabilidad en el manejo de la renta por parte de este “monstruo” venezolano.
Ahora bien, aterrizando en la situación actual de nuestro país observamos fenómenos que activaron las alarmas en otros tiempos y en otras sociedades. El culto a la personalidad y el debilitamiento de las instituciones, la corrupción, la devaluación, la inflación, la ineficiencia administrativa, la agricultura y la ganadería de puerto, la intervención en los asuntos internos de otros países, la tirantez en nuestras relaciones internacionales no sólo con el imperio sino también con países hermanos y vecinos y un “banco central paralelo” de recursos casi ilimitados en manos del presidente sin control alguno, entre otros, llaman a la reflexión sobre lo que tenemos delante de nosotros. ¿Se trata acaso de una nueva versión de la película: “los Monstruos de la Renta Petrolera”?
Por: Elie Habalián
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Con la perforación del primer pozo petrolero en el estado de Pennsylvania en 1859, comenzó la espectacular carrera de la industria petrolera. En 1863, John D Rockefeller incursionó en esta actividad cuando apenas tenía veintitrés años. Unos años después fundó la Standard Oil. Al principio fue un intento de hacer dinero en el mercado de la iluminación con el kerosene. Sin embargo, la irrupción del automóvil y su sed por la gasolina trajo una incalculable riqueza al trust de Rockefeller. En su proceso de acumulación, este capitalista se valió de cualquier herramienta para liquidar o absorber a sus competidores hasta llegar a consolidar un monopolio adimensional. La renta petrolera convirtió a John D Rockefeller en una especie de “monstruo” cuyos tentáculos podían alcanzar a cualquier rincón de la sociedad norteamericana, incluyendo sus poderes públicos. El nacimiento y el posterior desmedido crecimiento de este “negro monstruo” dispararon las alarmas de dicha sociedad. Distintos sectores económicos, sociales, políticos y culturales se fueron involucrando en un forcejeo político-jurídico contra del monopolio rockefelleriano. Aun contando con la participación de los tres poderes federales del Estado, la nación estadounidense tardó más de dos décadas en llagar a promulgar en 1911 la ley anti-trust que sólo logró recortarle las alas al “monstruo”. John D Rockefeller, un hombre capitalista y conservador fue capaz, gracias a la fabulosa renta petrolera, de poner en jaque a toda una sociedad anglosajona donde supuestamente había instituciones consolidadas.
El embargo petrolero ordenado por el entonces rey Faisal de Arabia Saudita en octubre de 1973 multiplicó el precio del petróleo, llevando su renta a niveles jamás conocidos. Al abrir la caja de Pandora se soltaron los demonios en Irán, Irak, Libia y Venezuela, entre otros países. Con la fabulosa cantidad de recursos financieros, el Shah de Irán, Kaddafi, Carlos Andrés Pérez y Saddam Houssein no cabían en el espacio. No fueron capaces de asimilar tanta riqueza súbita. Casi perdieron la razón. Se dedicaron a ejecutar proyectos faraónicos, comprar armamentos sofisticados, coaccionar, chantajear e intervenir en los asuntos internos de otros países en sus regiones, exportar “revoluciones”, etc.
Con el poder que le diera la renta petrolera, el Shah de Irán se erigió en el “guardián” del Golfo Árabe-Pérsico. Se convirtió en un “monstruo” de la renta que aterrorizaba, no sólo a los pueblos vecinos sino también a su propia gente. En 1979 el pueblo iraní, harto del régimen autoritario y despótico que la renta petrolera había llevado a la enésima potencia, derrocó al “todopoderoso”, cuyo final fue tan trágico que no encontraba país alguno donde exiliarse. De hecho, después de su destronamiento, el Shah y su esposa se exiliaron en Marruecos, Bahamas, México, EE UU, Panamá y finalmente Egipto.
En 1978 Saddam Houssein, el hombre fuerte de Irak, se convirtió en el presidente, amo y señor de su país. Gracias a la renta petrolera, se había involucrado en una carrera armamentista con sus vecinos. Después de la caída del Shah se convirtió rápidamente en una potencia regional, a tal punto que decidió, con la ayuda de algunos países árabes del Golfo, dirigir sus armas contra la República Islámica de Irán con la finalidad de recortarle las alas a su Revolución y así eliminar su capacidad de exportación. También buscaba convertirse en el líder absoluto e indiscutible del mundo árabe. Este “monstruo” de la renta se sintió tan adimensional que en 1990 desafió al mundo entero con la invasión del Emirato de Kuwait. Esta acción fue el principio de su fin que todos conocemos. No obstante, su irresponsabilidad arrastró a su pueblo a la tragedia que hoy se vive en el país árabe.
El efecto de la renta en Kaddafi fue un poco menos dramático. Se dedicó a promover la revolución del Libro Verde en el mundo árabe y en el África, así como en otras latitudes. Los recursos petroleros le permitieron intervenir en los asuntos internos de otros países y desestabilizar otros regímenes. Sin embargo, por no reconocer sus límites, su gobierno se involucró o lo involucraron en un asunto tan delicado como es el terrorismo. Esto le costó la ira del Imperio que terminó castigando a su pueblo durante varios años. Finalmente se rindió y abrió el mercado petrolero a Estados Unidos y Gran Bretaña.
En cuanto a Carlos Andrés Pérez, otro “monstruo” de la renta, la sociedad venezolana tuvo que lidiar con él y con los demonios que soltó durante más de veinte años. Proyectos faraónicos, mesianismo, pretendido liderazgo regional y hasta mundial, derroche de recursos, corrupción, inflación, devaluación, el 27 de febrero del 89, dos intentonas militares en 1992, crisis institucional, crisis financiera, entre otros fenómenos, fueron los efectos de la irresponsabilidad en el manejo de la renta por parte de este “monstruo” venezolano.
Ahora bien, aterrizando en la situación actual de nuestro país observamos fenómenos que activaron las alarmas en otros tiempos y en otras sociedades. El culto a la personalidad y el debilitamiento de las instituciones, la corrupción, la devaluación, la inflación, la ineficiencia administrativa, la agricultura y la ganadería de puerto, la intervención en los asuntos internos de otros países, la tirantez en nuestras relaciones internacionales no sólo con el imperio sino también con países hermanos y vecinos y un “banco central paralelo” de recursos casi ilimitados en manos del presidente sin control alguno, entre otros, llaman a la reflexión sobre lo que tenemos delante de nosotros. ¿Se trata acaso de una nueva versión de la película: “los Monstruos de la Renta Petrolera”?
Etiquetas: Energía y Petróleo
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