Capitán Alvarado Franco: 7 de abril de 1928

Por: Fernando Ochoa Antich

Se justifica un alzamiento militar? Sin lugar a dudas que si.

Hace unos años tuve con Tulio Hernández una interesante discusión pública, en el Ateneo de Caracas, sobre la conveniencia o no de los golpes de Estado. Él mantuvo, con fe civilista, que siempre eran perjudiciales. Yo, por el contrario, sostuve que habían dos tipos de golpes de Estado: unos buenos y otros malos. Sus consecuencias permitían valorarlo de una manera o de otra. Sin lugar a dudas, Tulio Hernández basaba su tesis en firmes principios morales. Mi posición se originaba en la experiencia de la vida militar. Además, desde niño viví las turbulencias de la vida política de nuestro país. Mi familia fue víctima del 18 de octubre de 1945, la Revolución de Octubre, la asonada militar que derrocó al gobierno democrático de Isaías Medina Angarita.

Este próximo 7 de abril de 2008 se cumplen ochenta años del alzamiento militar ocurrido en la ciudad de Caracas en contra de la dictadura de Juan Vicente Gómez. Un grupo de jóvenes oficiales, cadetes y estudiantes universitarios decidieron tomar las armas para enfrentar la barbarie que gobernaba a Venezuela desde 1908. Los acontecimientos políticos que rodearon, en febrero de ese año, la celebración de la Semana del Estudiante, habían colocado al régimen gomecista en una compleja situación política.

Inesperadamente, la tranquila sociedad caraqueña se vio alterada por violentos disturbios callejeros, elocuentes discursos juveniles, y una sorprendente solidaridad de amplios sectores sociales con la posición de rebeldía sostenida por los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela.

El gesto de los estudiantes fue reprimido sin contemplaciones. Pío Tamayo, Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt, y Guillermo Prince Lara fueron detenidos en el Cuartel El Cuño. Al día siguiente, sus compañeros se presentaron a la Comandancia de Policía a protestar su detención. El régimen, sorprendido por esa actitud, los detuvo enviándolos presos al Castillo de Puerto Cabello. La solidaridad del pueblo caraqueño fue total. Señoras de la alta sociedad, entre ellas nada más y nada menos que Josefina Revenga, esposa de José Vicente Gómez, vicepresidente de la República, les envió al pasar por Maracay, rumbo a Puerto Cabello, un camión con sábanas, toallas, enseres de aseo personal y ricas confituras. Esa imprudente actitud dificultó aún más la ya compleja situación política del hijo mayor del dictador.

Era imposible, que el elevado grado de tensión social que la acción de los estudiantes produjo en una sociedad cansada de tanto silencio y arbitrariedad no penetrara en los cuarteles. La conspiración comenzó a fraguarse en la guarnición de Caracas, de manera particular en la Escuela Militar y en los cuarteles San Carlos y Miraflores. El jefe de la asonada era el capitán Rafael Alvarado Franco, oficial formado en Chile y profesor de artillería de la Escuela Militar. Los oficiales comprometidos eran los tenientes Rafael Barrios Véliz y Santiago Ochoa Briceño, plazas del Cuartel de Miraflores, el subteniente Agustín Fernández, plaza del cuartel San Carlos y los alféreces de la escuela Militar Eleazar López, hijo del general Eleazar López Contreras, Benjamín Delgado Leffman y Armando Chávez. Una infidencia descubrió la conspiración. Informado del posible alzamiento militar en la noche del 6 de abril, el general Eleazar López Contreras, comandante de la Guarnición de Caracas, por el coronel Elías Sayazo, director de la Escuela Militar, y por el teniente coronel Isaías Medina Angarita, decidió realizar al día siguiente las investigaciones del caso.

En la madrugada del 7 de abril, el subteniente Barrios Véliz controló a sangre y fuego el cuartel de Miraflores, causando la muerte al coronel Aníbal García y al capitán Ramón González. El subteniente Ochoa Briceño no pudo insurreccionarse por encontrarse arrestado en la Inspectoría del Ejército por un acto de indisciplina. En ese mismo momento una llamada de un coronel de apellido Garmendia alertó al general López de la inminencia del alzamiento militar, que al llamar telefónicamente a los distintos cuarteles de Caracas, no recibió respuesta del oficial de guardia del cuartel San Carlos. Eso lo condujo a dirigirse rápidamente desde su casa de habitación a dicho cuartel. En el camino observó al capitán Alvarado, quien se encontraba acechando dicha unidad. Ordenó de inmediato su detención. Al llegar a la prevención del cuartel San Carlos, el general López logró que se abriera la puerta y que los oficiales y soldados reconocieran su autoridad. A los pocos minutos, el subteniente Barrios atacó el cuartel San Carlos, siendo rechazado por el fuego de sus efectivos que se habían desplegado detrás de los fuertes muros de dicha edificación.

El fracaso insurreccional tuvo consecuencias en el orden político: la destitución del general José Vicente Gómez de la vicepresidencia de la República y de la Inspectoría General del Ejército y el fortalecimiento de la figura, tanto militar como política, del general Eleazar López Contreras, quien comenzó a perfilarse como seguro sucesor del dictador. También tuvo consecuencias dolorosas: la muerte del capitán Alvarado en el castillo Libertador después de tres años de torturas de todo tipo, la prisión por siete años del subteniente Barrios y de algunos de los comprometidos en la asonada militar, entre ellos los alféreces Eleazar López y Benjamín Delgado Leffman y el estudiante Jóvito Villalba. Rómulo Betancourt logró escaparse al exterior.

La pregunta que tenemos que hacernos es si el alzamiento militar se justificaba o no. Sin lugar a dudas que sí. La dictadura gomecista no permitía ninguna posibilidad de lograr el menor cambio en la situación política existente. El único camino posible era la violencia. La historia buscó otros derroteros. Los venezolanos tuvimos que esperar siete años para que el general Juan Vicente Gómez muriera en su cama y el general Eleazar López Contreras pudiera controlar el poder en medio de grandes dificultades para establecer un régimen respetuoso de la libertad y del Estado de Derecho.