El antiimperialismo
Por: Orlando Ochoa
A medida que se hace más visible el fracaso socioeconómico de la transición al socialismo-chavista del siglo XXI, en medio de ineptitud y corrupción, la maquinaria propagandística del Gobierno busca algunas líneas ideológicas que le den apariencia de coherencia y sentido de dirección. Así, el antiimperialismo se usa como justificación, pues según reza la doctrina oficial, la oposición política al chavismo y los ciudadanos no-chavistas críticos son todos aliados del imperialismo yanqui, apátridas y oligarcas desalmados.
A pesar del ofensivo simplismo de este mensaje, hay dos grupos a quienes se trata de persuadir y mantener unidos con este esquema: La izquierda ortodoxa (siglo XX) y los militares que apoyan a Hugo Chávez. El primero grupo mantiene la perspectiva marxista-leninista. Según estos en su versión antigua y repetida por Hugo Chávez, el imperialismo es la fase superior del capitalismo (cita de V. Lenin); tesis que se complementó con la falaz Teoría de la Dependencia de países de la periferia con el centro, de acuerdo a la cual, los países ricos (centro) mantienen a otros pobres para que estos compren sus productos de consumo. Esta perspectiva ideológica anacrónica, nunca pudo explicar cómo Brasil, China, India, Corea y otras economías emergentes, son hoy nuevas potencias industriales, ni otros cambios en la economía mundial.
Otra aproximación del antiimperialismo, más de orden geopolítico, promovida especialmente entre los militares, dice enfrentar el poder de la superpotencia que maneja intereses en distintas partes del planeta, lo cual incluye controlar los recursos petroleros venezolanos. Desde tiempos remotos, la ventaja económica y militar fue usada por unos pueblos sobre otros, y todo el avance en el orden internacional moderno ha tenido como propósito tratar de restringir ese abuso de poder.
A medida que se hace más visible el fracaso socioeconómico de la transición al socialismo-chavista del siglo XXI, en medio de ineptitud y corrupción, la maquinaria propagandística del Gobierno busca algunas líneas ideológicas que le den apariencia de coherencia y sentido de dirección. Así, el antiimperialismo se usa como justificación, pues según reza la doctrina oficial, la oposición política al chavismo y los ciudadanos no-chavistas críticos son todos aliados del imperialismo yanqui, apátridas y oligarcas desalmados.
A pesar del ofensivo simplismo de este mensaje, hay dos grupos a quienes se trata de persuadir y mantener unidos con este esquema: La izquierda ortodoxa (siglo XX) y los militares que apoyan a Hugo Chávez. El primero grupo mantiene la perspectiva marxista-leninista. Según estos en su versión antigua y repetida por Hugo Chávez, el imperialismo es la fase superior del capitalismo (cita de V. Lenin); tesis que se complementó con la falaz Teoría de la Dependencia de países de la periferia con el centro, de acuerdo a la cual, los países ricos (centro) mantienen a otros pobres para que estos compren sus productos de consumo. Esta perspectiva ideológica anacrónica, nunca pudo explicar cómo Brasil, China, India, Corea y otras economías emergentes, son hoy nuevas potencias industriales, ni otros cambios en la economía mundial.
Otra aproximación del antiimperialismo, más de orden geopolítico, promovida especialmente entre los militares, dice enfrentar el poder de la superpotencia que maneja intereses en distintas partes del planeta, lo cual incluye controlar los recursos petroleros venezolanos. Desde tiempos remotos, la ventaja económica y militar fue usada por unos pueblos sobre otros, y todo el avance en el orden internacional moderno ha tenido como propósito tratar de restringir ese abuso de poder.
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No obstante, más allá de inventar amenazas por razones internas, lo cierto es que la mejor estrategia contra la influencia de potencias extranjeras es el propio desarrollo socioeconómico de una nación. Justamente, lo contrario de lo que ocurre, al destruirse la base productiva y estabilida.d económica, bajo los delirios, prejuicios y resentimientos de un caudillo.
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La desarticulación y degradación del Estado e industria petrolera, junto a un mayor atraso económico, constituyen la peor amenaza geopolítica para Venezuela.
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