Mito, fetiche y leyenda del siglo XXI
Por: José Rafael López Padrino
Así como los nazi-fascistas precisaban unir al pueblo bajo la égida de una iconografía basada en mitos, fetiches y leyendas, el socialfascista del tte coronel recurre igualmente a la apropiación simbólica de lugares, figuras, y objetos emblemáticos que forman parte de la memoria histórica del país.
Su proyecto ha tomado a Bolívar, el máximo héroe de la Independencia, como la figura central de su religión bolivariana. Se ha apropiado de la figura del General Bolívar, para sus fines de agitación y propaganda. Utiliza la espada del Libertador para juramentos, así como para arengar a sus seguidores en actos que rayan en la mayor cursilería del siglo XXI. Aparte del irrespeto a la memoria del Padre de la Patria, el uso continuo de la espada podría ser interpretado como una manifestación de perversión fetichista (fálica), que según los estudiosos de la psique, es una demostración de poder frente a un semejante que en su imaginación lo percibe como enemigo. Pero más allá de estas especulaciones psiquiátricas, la espada de Bolívar se ha trasformado en una especie de talismán o amuleto con poderes mágicos a la cual apela el tte coronel en estos tiempos de dificultades. Representa para el inquilino de Miraflores un objeto similar al Fascio, símbolo del poder que los magistrados Romanos ejercían sobre la población, el cual representó para Mussolini un emblema de unidad y fuerza, al igual que la lanza de Longinus para Hitler (nombre que se le dio a la lanza con la que un soldado llamado Longinus atravesó el costado de Jesús cuando estaba en la cruz).
Otro elemento importante de la simbología socialfascista ha sido la de crear alrededor del tte coronel una especie de leyenda de héroe nacional (4F, 11A), la cual es utilizada como un mecanismo de control social a fin de mantener a las masas en un estado de esclavitud psíquica. Es la “infalibilidad del líder del proceso”, quien constituye la suprema autoridad que no tolera sino la subordinación y la exaltación de su sabiduría, de su pensamiento, y de sus genialidades. Su opinión, por absurda que sea, es indiscutible, lo cual ha permitido el surgimiento de una nueva estirpe de eunucos ideológicos agrupados en el PSUV. Se ha constituido simbólicamente en un enviado mesiánico -posiblemente del propio Bolívar- con la responsabilidad histórica, según él, de continuar la tarea que Bolívar dejara inconclusa en el siglo XIX. ¡Que pretensiones!
Se pretende imponer esta nefasta iconografía a las grandes mayorías mediante tácticas maquiavélicas de manipulación de la información y de control sobre la prensa gráfica, la radio, la televisión, e incluso el arte y la literatura. De allí los grandes desfiles cívico-militares, las forzadas marchas aclamacionistas, los juramentos sagrados, las consignas de veneración religiosa, los gritos de guerra. Lo que para los nazistas fue decir “Un Imperio, un Pueblo, un Caudillo” y para los fascistas fue “Creer, Obedecer y Combatir”, para los socialfascistas es “Patria, socialismo o muerte, venceremos, ¡Ordene mi Comandante!”.
En resumen, Venezuela vive las consecuencias de un nefasto proyecto caudillista que tiene su fundamento en el culto a la personalidad de un hombre, que no busca la transformación del país, ni crear o fortalecer las instituciones que renovarán a la Patria. Tras este despreciable proyecto reaccionario se esconde lo peor de nuestra sociedad: oportunistas, trepadores y corruptos que ayer fueron militantes o cómplices silentes del puntofijismo, así como numerosos tránsfugas ideológicos que olvidaron su dignidad, su honestidad, sus banderas de luchas y hoy lamen las botas pestilentes del caudillo. Es imposible que un sujeto que promociona un asqueroso caudillismo militar pueda ser marxista.
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