Chávez y Castro agitan América
Editorial La Gaceta
Hugo Chávez quiere ser el ‘heredero’ de Fidel Castro cuando éste muera.
El chavismo y el castrismo recrudecen estos días sus tácticas de acoso a la comunidad internacional. La ya añeja alianza entre Hugo Chávez y Fidel Castro se reactiva con la experiencia de que la mayoría de los medios internacionales rebajan los excesos de ambos regímenes como si fueran una manifestación folclórica inevitable en los populismos iberoamericanos. Por desgracia, sin embargo, los petrodólares chavistas llevan ya una larga década pagando todo movimiento de desestabilización en Hispanoamérica, configurándose como una izquierda reticular que, con su mezcla de indigenismo, antiamericanismo e intervencionismo a ultranza, ha logrado llevar la pobreza y acabar sistemáticamente con cualquier indicio de libertad tanto en Venezuela como en Ecuador, Nicaragua y Bolivia, sin olvidar países como Honduras o Uruguay. En ese cuadro, Cuba, una de las dictaduras más largamente sanguinarias de la Tierra, viene a ejercer el papel de inspiración y referencia. En el marco de la celebración del bicentenario de las independencias, el indigenismo iberoamericano exalta su cariz antioccidental y antiespañol.
Tras romper relaciones diplomáticas con Israel y tener no pocos conflictos con EE UU, el vesánico golpista Chávez afianza estos días su ataque contra Álvaro Uribe. Para enturbiar el traspaso de poderes entre Uribe y Juan Manuel Santos, dos líderes exitosísimos de la derecha moderada, con un currículum inmejorable en economía y en lucha contra el narcoterrorismo, Chávez ha tomado una medida de tanta gravedad como romper también las relaciones diplomáticas con la vecina Colombia, país con el que no ha entrado en guerra en esta década tan sólo porque la superioridad está del lado colombiano. Chávez atenta así contra sus propios ciudadanos y contra los ciudadanos de Colombia, en tanto que ambos países están unidos por las lógicas relaciones comerciales. Chávez, que financia y comparte objetivos ideológicos con el narcoterrorismo de las FARC, quizá el grupo terrorista de peor trayectoria en la Tierra, ha ordenado la revisión de “planes de guerra” y ha movilizado tropas en la frontera entre ambos países después de que Colombia mostrara pruebas documentales contundentes del apoyo dado por el chavismo a terroristas, tanto de las FARC como del ELN, en territorio venezolano. Recuérdese que hasta la España de Zapatero ha tenido que pedirle explicaciones a Chávez por su apoyo a las relaciones FARC-ETA. Por supuesto, Chávez también aprovecha para agitar la bandera de la guerra por motivos de política interna: un régimen ultracorrupto que, con millones de ciudadanos que sufren pobreza y hambre, deja que se pudran miles de toneladas de alimentos básicos, como ha pasado recientemente, sólo puede reaccionar con el acoso ante un líder político como Uribe, que ha hecho de Colombia el país de los milagros.
Fidel Castro también ha reaparecido, buscando, como siempre, la atención mediática, en detrimento de su hermano Raúl. A sus casi 84 años, sin embargo, ni siquiera la resurrección de Fidel es capaz de garantizar la viabilidad de una dictadura que, tras unos primeros movimientos de éxito interno apostando por la gerontocracia revolucionaria como continuidad, ha sido vencida tanto dentro como fuera del país por el valor de los presos disidentes en huelga de hambre y la acción tan decidida como prudente de la Iglesia Católica. E
n el caso de Cuba, ni las declaraciones agónicas de Castro ni las bravatas de Chávez han de impedir que, más de medio siglo después, al fin los cubanos vuelvan a ser libres.
Tras romper relaciones diplomáticas con Israel y tener no pocos conflictos con EE UU, el vesánico golpista Chávez afianza estos días su ataque contra Álvaro Uribe. Para enturbiar el traspaso de poderes entre Uribe y Juan Manuel Santos, dos líderes exitosísimos de la derecha moderada, con un currículum inmejorable en economía y en lucha contra el narcoterrorismo, Chávez ha tomado una medida de tanta gravedad como romper también las relaciones diplomáticas con la vecina Colombia, país con el que no ha entrado en guerra en esta década tan sólo porque la superioridad está del lado colombiano. Chávez atenta así contra sus propios ciudadanos y contra los ciudadanos de Colombia, en tanto que ambos países están unidos por las lógicas relaciones comerciales. Chávez, que financia y comparte objetivos ideológicos con el narcoterrorismo de las FARC, quizá el grupo terrorista de peor trayectoria en la Tierra, ha ordenado la revisión de “planes de guerra” y ha movilizado tropas en la frontera entre ambos países después de que Colombia mostrara pruebas documentales contundentes del apoyo dado por el chavismo a terroristas, tanto de las FARC como del ELN, en territorio venezolano. Recuérdese que hasta la España de Zapatero ha tenido que pedirle explicaciones a Chávez por su apoyo a las relaciones FARC-ETA. Por supuesto, Chávez también aprovecha para agitar la bandera de la guerra por motivos de política interna: un régimen ultracorrupto que, con millones de ciudadanos que sufren pobreza y hambre, deja que se pudran miles de toneladas de alimentos básicos, como ha pasado recientemente, sólo puede reaccionar con el acoso ante un líder político como Uribe, que ha hecho de Colombia el país de los milagros.
Fidel Castro también ha reaparecido, buscando, como siempre, la atención mediática, en detrimento de su hermano Raúl. A sus casi 84 años, sin embargo, ni siquiera la resurrección de Fidel es capaz de garantizar la viabilidad de una dictadura que, tras unos primeros movimientos de éxito interno apostando por la gerontocracia revolucionaria como continuidad, ha sido vencida tanto dentro como fuera del país por el valor de los presos disidentes en huelga de hambre y la acción tan decidida como prudente de la Iglesia Católica. E
n el caso de Cuba, ni las declaraciones agónicas de Castro ni las bravatas de Chávez han de impedir que, más de medio siglo después, al fin los cubanos vuelvan a ser libres.
Etiquetas: antiamericanismo, terrorismo
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