Chávez se enfrenta a su propia Mortalidad
Por: Roberto Carlo Olivares
Para la mayoría de las personas uno de los principales enigmas de la vida, es la muerte. Los creyentes de Fe creen en un mundo espiritual que los recompensará o demandará, dependiendo de sus acciones pasadas en el plano terrenal. Lo no creyentes piensan que al morir, todo llega a su final y no existen otros planos distintos al físico que experimentamos aquí en la tierra. Apartando las contradicciones de cada bando, todos estamos conscientes y aceptamos como una verdad absoluta: que la muerte es inevitable, no discrimina y es imposible de presagiar.
En la historia de la humanidad hemos observado personajes que han llegado a acumular poderes impensables, territorios vastos y riquezas incalculables. Muchos de ellos han tratado de encontrar la fuente de la juventud, pociones mágicas, el Santo Grial y hasta han incursionado en el mundo de lo esotérico, pactando con el mas allá en su afán de alcanzar la inmortalidad. Ni reyes, ni emperadores, ni dictadores, ni presidentes vitalicios, ni multimillonarios, ni santos; han logrado vencer el decreto final: somos mortales y estamos destinados a convertirnos en polvo.
Ayer cuando observaba el féretro del ex presidente argentino Néstor Kirchner, rodeado por múltiples presidentes y flanqueado por su esposa Cristina, actual presidenta de Argentina, recordaba la muerte del Papa Juan Pablo II y el accidente aéreo en el que murió el presidente de Polonia con su esposa y el Alto Mando militar; hace apenas unos meses atrás. Así es la muerte, silenciosa, imprevista y certera. Le da igual si somos rojos o azules y siempre cumple su cometido. Mendigos o reyes, no importa; tarde o temprano caeremos en sus brazos.
Me llamó mucho la atención ver a Chávez tan compungido y alterado, observando con detenimiento y de manera dubitativa la urna del ex presidente Kirchner, posicionada céntricamente en la rotunda del capitolio argentino. Y no es para menos, en los últimos meses nuestro colorido autócrata ha sentido la muerte muy de cerca. Falleció uno de sus mentores e ideólogos principales en la figura de Muller Rojas. También expiró Luis Tascón, tristemente recordado por su infame lista que hasta el día de hoy cobra victimas inocentes. Igualmente la muerte de William Lara, ex gobernador de Guárico, lo tomó fuera de base en plena campaña electoral.
¿Qué pasaría ayer por la mente de Chávez? ¿Por qué tan callado y ensimismado? ¿Habrá sentido la mortalidad propia de los seres humanos observando con pesadumbre el elegantísimo féretro de su ex aliado Néstor Kirchner? Solo él lo sabrá pero presiento que sí. Creo que entendió que el poder es efímero y que le queda poco tiempo.
Dicen los ancianos que la muerte llama a la muerte y que a los muertos hay que dejarlos descansar en paz. Irrespetar los restos sagrados de los fallecidos, como hizo Chávez con los despojos mortales de Bolívar y su hermana, es deplorable. Asimismo, jugar con la muerte haciendo pactos oscuros con las fuerzas del más allá a través de paleros y santeros, ha de ser contraproducente; especialmente en un país donde más del 90% de la población es católica.
De igual manera, creo que la sistemática invocación a la muerte por medio del lema: Patria, Socialismo, o MUERTE, le pasará factura más temprano que tarde a nuestro perturbado caudillo. La ley de la atracción es inviolable y proyectamos lo que queremos, su discurso se basa en la muerte, el odio y la destrucción, en algún momento recogerá lo cosechado. El poder de la palabra es infinito y sus repercusiones muchas veces inmediatas.
Creo que Chávez poco a poco se va dando cuenta de que es un simple mortal y que finalmente el destino lo alcanzará. No quisiera estar en su pellejo porque de solo pensarlo siento escalofríos. Dijo una vez John Adams, ex presidente de los EE.UU., “que no había nada más patético que un ex presidente”. Yo modificaría el pensamiento y afirmaría: “No hay nada más patético que un ex dictador”.
Algo me dice que Chávez inconscientemente se vio reflejado en los restos inermes de Néstor Kirchner y en el llanto inconsolable de una viuda con poder.
Finalizo con unas líneas que me enviaron a mi correo personal y que creo prudente reproducir a continuación, el autor firma con el siguiente seudónimo: Wk1
Me has invocado…
Me llamas constantemente. Desde tu ‘alta’ tribuna, con tu férrea e inquebrantable voluntad: me llamas en toda ocasión… Me has incluido en todos los discursos: y en toda tropelía de la que se jactan tus seguidores… quienes se hacen eco de tu incontinencia verbal… Me incluyes hasta en los documentos oficiales de ese caos orgánico que denominas revolución. Una y otra vez, me invocas: en el día, en la noche, en cada rincón de tu país. Sin descanso. Sin quebranto. Sin dudarlo. En tu osadía –hasta parecieras quererte apropiar de mí: como si fuese una ficha más de la ilusión de tu reino pasajero en ese territorio el cual has manejado y seguirás manejando a tu antojo. Pareciera que no hubiera rincón del mundo –literalmente hablando- donde tu sombra no se haya posado –y no muy lejos de ella: tu furiosa verborrea la cual me invoca de nuevo. Levantas los puños. Fijas la mirada. Golpeas mesas. Gritas sin descanso. Has logrado extender mi dominio sobre cada parte de la tierra a la que pagas con diaria traición. Bien recuerdo como no me mencionabas antes de aferrarte al poder.
En cada entrevista que dabas –muy bien lograbas sellar tus labios y jamás derramar mi nombre ante la atónita y fascinada audiencia. Una y otra vez me negaste. Sabias bien lo que hacías: tan solo esperabas tu momento para invocarme. Todos tus hipnotizados acólitos repiten en coro –y sin pensarlo mucho- mi nombre: una y otra vez. En tu corte ‘espiritual’ isleña de asesores, me invocan igualmente. Y así: debo de aparecer. He estado contigo durante interminables meses y meses… Tan sencillamente cumplo tu mandato. Me invocas y aparezco. Mi omnipresente sombra ha quedado plasmada en cada esquina de tu país. Cada día crezco. Cada día me fortalezco. Cada día tú y tus seguidores: me hacen más fuerte, imbatible… mezclando en el paladar de tus súbditos el amargo sabor de mí presencia. Tú me has fortalecido: constantemente, me traes nuevos miembros –de todas partes del mundo. Los entrenas. Los cobijas. Los proteges. Los amas… Y yo, siempre silenciosa, ahí estoy. Presente. Para quedarme. Sigue invocándome. Sigue pronunciando mi nombre. Poco me importa lo que se pueda decir de mí. Pero jamás te olvides que nunca podrás apoderarte de mí: pues no respondo a nadie; pues nadie jamás podrá ser mi dueño. Jamás te olvides que de tanta invocación: no me iré hasta haberte reclamado para mi reino –a ti, y a tus ciegos seguidores. Pues siempre me invocas al final de toda frase. Que quien soy? La que pacientemente espera por ti… La Muerte…
Etiquetas: William Lara
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