Las metamorfosis
Fuente: El Colombiano.com
Foto: Guerrilleros de compras en Venezuela
Mientras Rodríguez Zapatero pasó de ser complaciente con Hugo Chávez a exigirle con mayor contundencia una colaboración eficaz contra el terrorismo, el Presidente de Colombia aparece ante la comunidad internacional como defensor de quien, hasta ayer, nos decían era protector de las Farc. Ahora, la sola palabra, y no los hechos, son suficientes para el antes desconfiado Santos.
No dejan de ser paradójicos los giros que la actualidad diplomática nos depara. Ver al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ponerse serio por primera vez con el régimen chavista por su amparo a los terroristas de la ETA, no deja de ser irónico, máxime cuando, a su lado, el presidente de la República de Colombia tuvo que fungir como defensor de oficio de quien hasta hace sólo algunos meses, se nos presentaba como el mayor protector de las Farc.
Recordamos cómo, en un período "caliente" de plena crisis en las relaciones colombo-venezolanas, por el apoyo no tan soterrado del presidente Chávez a las Farc y el ELN ("No son terroristas, son ejércitos revolucionarios con programa político", clamaba ante su Asamblea Nacional), Rodríguez Zapatero enviaba a su entonces ministro de Defensa, José Bono, a cerrar tratos con el régimen bolivariano para venta de equipos militares y de aviación, no propiamente en un gesto amistoso con Colombia.
Ni siquiera cuando Chávez empezó a amenazar con la expropiación de bancos y empresas españolas en Venezuela, el gobierno de Rodríguez Zapatero se dio por aludido. Era un "compañero revolucionario", enemigo de "la extrema derecha" de José María Aznar, por lo cual no valía la pena entrar en discrepancias con el caudillo caribeño, mandado a callar -quién lo creyera- por el Jefe de Estado español, el rey Juan Carlos I de Borbón.
Tuvo que tener el Gobierno español ante sí, la evidencia judicialmente comprobada de connivencia entre el régimen chavista y militantes de la terrorista ETA, para que Rodríguez Zapatero, y su contemporizador canciller de la época, Miguel Ángel Moratinos, pensaran en su propio interés nacional, para pedir cuentas, tímidamente al principio, a Hugo Chávez.
Ahora, en la visita del mandatario colombiano a España, ocurrió que mientras el presidente español dijo que "continuarán presionando" al Gobierno venezolano para que preste toda la colaboración efectiva dentro de los procesos judiciales que se siguen en España contra funcionarios de ese gobierno (caso de Arturo Cubillas) que han prestado colaboración a la banda terrorista ETA, Santos dijo que Chávez está prestando toda la cooperación que se le ha pedido, y que "está cumpliendo su palabra".
En nuestro país, nadie está en plan de pedir beligerancia a toda costa con los vecinos. Pero la ruta apaciguadora escogida por el presidente Santos, actuando incluso como entusiasta pararrayos de quien nunca ha demostrado con hechos su compromiso antiterrorista, está dejando a Colombia en el lugar equivocado. Fue Colombia, como Estado de Derecho, la que ante un organismo multilateral como la OEA, presentó las pruebas de la instalación, funcionamiento y cobertura de campamentos guerrilleros en Venezuela.
Sorpresivamente, nos dice el Presidente que "ya no hay evidencia de que estén allí" los grandes capos ilegales. No sabemos si eso significa que ya no están en Venezuela, o que no están en las coordenadas informadas ante la OEA.
En todo caso, las buenas intenciones para recomponer las relaciones con el vecino no pueden significar una claudicación como la que, nos tememos, estamos ad portas de ofrecer en contra del interés y la seguridad nacional de Colombia.
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