China: autoritarismo y explotación
José Rafael López Padrino
El capitalismo en su accidentada evolución histórica suele engendrar “milagros económicos” que se transforman en verdaderos paradigmas. Diversos “milagros económicos“ han surgido: Latinoamérica en los años 50, Japón en los 70 y 80, los llamados tigres asiáticos en los 90, y ahora el “milagro” a observar es China. Independientemente de los logros que ha alcanzado ese país, profundas debilidades comienzan a notarse en su modelo económico mal llamado “socialista”. El auge del modelo industrial de China se fundamenta en la producción a muy bajos costos de manufacturas, gracias en gran medida a su dócil y súper-explotada clase obrera. Imponiendo modelos neoliberales (duración de la jornada laboral, ritmo al que se produce el trabajo, tercerización, despojo de prestaciones laborales, etc.) el sistema chino han logrado abaratar en forma significativa los costos de producción. China oferta al mundo industrializado una fuerza de trabajo mal remunerada (1 - 3 $ por día), totalmente desprotegida ante un Estado autoritario que ha prohibido la existencia de sindicatos y organizaciones gremiales que velen por sus derechos. Solo existe la Federación Nacional China de Trabajadores, organización progubernamental que funciona como una correa de transmisión de las directrices del gobierno chino, las cuales en su mayoría son contrarias a los intereses de los trabajadores. Además, la abundancia de materias primas baratas, así como de leyes laborales y del ambiente complacientes con el capital explotador, han hecho de China un paraíso por demás conveniente para las multinacionales. Prueba de la laxitud de sus leyes ambientales es que 16 de las veinte ciudades más contaminadas del mundo son chinas, y de ellas, Linfen y Tianying son las peores.
China se ha transformado en la tabla de salvación para muchas transnacionales a fin de contrarrestar la inescapable tendencia de la decreciente tasa de ganancia que sufre crónicamente el capitalismo. Mediante una reducción en los costos de producción, las transnacionales que operan en China han podido sobrevivir a la inescrupulosa competencia de sus pares y a las limitaciones impuestas por un mercado cada vez más saturado. Vale acotar que un 72%, aproximadamente, de la producción industrial china, se debe a filiales de empresas extranjeras, la mayoría de ellas estadounidenses, que operan en ese país. Además el gobierno chino le proporciona a estas empresas fuertes incentivos fiscales que permiten, que los dos primeros años no paguen impuestos y que los siguientes dos, sólo paguen la mitad del 33% que se cobra en China como impuesto sobre la renta. Más allá de la propaganda oficial del gobierno, China funciona más como una gran centro internacional de maquila bajo el imperio de un capitalismo explotador. Por ejemplo, en el año 2005, un 41.5% de las importaciones hechas fueron de productos, que sólo se ensamblaron para obtener el producto final. Esta tendencia se ha agravado con el tiempo y en el año 2010, esta cifra alcanzó un 47.8%. Aunado al problema anterior, otra dificultad que afronta la producción industrial china es la mala calidad de la mayor parte de sus productos. Se trata de baratijas de pobre calidad, que por sus precios competitivos invaden mercados. Un ejemplo de ello es la pésima calidad de los electrodomésticos chinos que el régimen del tte coronel promueve en nuestro mercado nacional.
Obviamente China con sus más de 280 millones de trabajadores industriales, que cobran en promedio tres dólares diarios o menos por su trabajo, constituye un paraíso para la perpetuación del sistema de explotación salarial tan necesario para el capitalismo salvaje. Esto esta llevando a un proceso de empobrecimiento sostenido del pueblo chino y al surgimiento de una elite económica como lo demuestran las cifras del Banco Central de ese país. En el año 2007, sólo 17% de las familias urbanas contaban con un ingreso anual de $2.135 dólares, en el 2008, aunque el ingreso anual subió a $2.333 dólares, el porcentaje de familias urbanas disminuyó a 13% y el en 2010 el ingreso volvió a subir de nuevo ($2.518 dólares), pero el porcentaje de familias urbanas decayó al 10,3%. El ingreso es mucho peor entre las familias campesinas, un 14,8% de ellas percibió $684 dólares anuales en el 2007, 12,3% $694 en el 2008 y solo un 10,5% $705 en el 2010. Estas cifras demuestran la gran disparidad en la concentración del crecimiento económico chino, pues sólo una minoría de la población, tanto urbana, como rural, obtienen esos ingresos anuales, pero también demuestra las diferencias entre campo y la ciudad, pues esa minoría de residentes urbanos ganan casi 70% más al año que la minoría de sus contrapartes rurales.
La tan ponderada revolución china por parte del iletrado de Miraflores es solo un recuerdo del pasado. China vive hoy uno de los peores ensayos históricos, un autoritarismo que ejerce un férreo control político cultural e informativo sobre la población, combinado con un capitalismo salvaje que esclaviza a los trabajadores de esa nación asiática.
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