Las argucias del totalitarismo
Por: JORGE LINARES ANGULO
Fuente: EL UNIVERSAL
Totalitario |
Gustav Gründers, el actor más importante de Alemania a la sazón, cuando sus colegas alarmados le participaron el triunfo electoral de Hitler, dijo: "Es un país democrático y ha ganado un partido". Es decir, en la democracia alemana sólo ha pasado que un partido -el Nacionalsocialista- ha ganado. Nada de qué alarmarse. Cuando su esposa, en el extremo de su preocupación, le advierte: "Toma partido o pierdes tu libertad", Gründers, con un libreto de Hamlet en la mano, le replica: "Esta es mi única libertad. Yo soy actor, yo necesito la lengua alemana ¡Mi patria!".
Envuelto ya en la atmósfera burocrática del nazismo (lo habían reclutado para utilizarlo) y persuadido de la buena fe de los dirigentes hitlerianos, cuando propone al presidente del aparato cultural nazi el montaje de una obra de Chéjov, el burócrata le dice: "No se deje influir por la cultura bolchevique de moda. La renovación de la cultura alemana exige la vuelta a las raíces nacionales. La basura rusa o las comedias francesas son ajenas a la nación alemana"
A partir de este momento, obligado a servir de acuerdo a una agenda dispuesta por Hitler, Gründgens ya no pudo representar las grandes obras del teatro universal y tardíamente se dio cuenta del error en que incurrió al escuchar los cantos de sirena del totalitarismo alemán. Desengañado perdió todo entusiasmo y poco después cayó en desgracia.
En 1981 István Szabó, el gran cineasta húngaro, llevó al cine, con el título de Mefisto, este dramático espacio de la vida de Gustav Gründgens, uno de los grandes actores europeos de la época. En este film el nombre de Gründgens es suplantado por el de Hendrik Höfgen porque Szabó quiso ir más allá de lo exclusivamente biográfico para describir la forma universal de la manipulación del talento y la inteligencia humana por el totalitarismo.
Los líderes del totalitarismo son hábiles en el uso de la argucia. Mienten, deforman, calumnian, simulan, reprimen con absoluta ausencia de escrúpulos. El maquiavelismo es usado por ellos como arma montada sobre la más insólita miseria humana. Es el espíritu fascista que Arthur Miller definió de manera lapidaria: "Es fundamentalmente el espíritu de todas las modalidades de bajeza posible".
Los líderes nazis solían exclamar: "Libertad e igualdad para todos", y Hitler puso empeño en catequizar a los niños y jóvenes. Éstos, integrados en la Juventud Hitleriana, cantaban: "Somos un pueblo con una voluntad común. Unidad y fuerza. Seguimos al Führer". Alusiones a la moral eran frecuentes en los discursos de Himmler, jefe de la Gestapo y de las SS, encargado de la "solución final" para el exterminio de los judíos en el planeta.
En Venezuela hemos visto, día a día, trazas del espíritu fascista. No nos engañemos: la violación continua de la Constitución, la mentira ante el pueblo, la calumnia contra la disidencia, las órdenes presidenciales para asediar a los dirigentes con mayor respaldo, las expropiaciones sin ley, el lenguaje violento, etc. son señales de un fascio-comunismo contenido y al final impedido por el espíritu democrático del país.
linaresj1@hotmail.com
@JorgeLetra67
Etiquetas: antisemitismo, totalitarismo
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