Ahmadinejad en América Latina, un viaje caprichoso e inútil
Por: Enrique Serrano
Fuente: El Tiempo.com
Esfandiar Rahim Mashaei |
Hay motivos para desconfiar de la gratuidad de sus repetidas giras por estos rumbos.
Vino el cuestionado presidente
iraní a la convulsionada región latinoamericana, pero no a toda, ni con
las cosas claras. Sin duda, cuenta sus pasos cuando piensa en venir. La
América Latina que tiene en mente Mahmoud Ahmadinejad es estrecha y
particular. Se las tiene que ver con extrañas cosas: presidentes
convalecientes, gobiernos de opereta, radicalismos compartidos,
tiranuelos alcohólicos, declaraciones anacrónicas y, sobre todo, minas
de uranio.
En verdad, no hay nada inocente en sus visitas frecuentes a la región, ni en su manera de buscar aliados para escamotear el ostracismo internacional. Se dice que el rechazo a Ahmadinejad es solo instigación de los Estados Unidos, pero puede verse que hay motivos para desconfiar de la gratuidad de sus repetidas giras por estos rumbos.
Es un actor audaz de la escena internacional y ha sentado más de un precedente de valentía y arrojo y hasta de temeridad. No obstante, existen razones para creer que hay muchos factores en su contra, incluso dentro de las filas de algunos de sus ocasionales aliados.
Ni con Venezuela, que tiene una economía que compite con la suya, ni con Nicaragua, ni con Ecuador, lo unen lazos comerciales serios. Los demás países de la llamada izquierda democrática -como Argentina, Uruguay, Paraguay o Brasil- dicen algo en su favor de vez en cuando, pero está claro que rehúyen el contacto directo con él.
Además, Ahmadinejad no llegó en buen momento, ni para él ni para los anfitriones que quisieron recibirlo, porque en política exterior está más comprometido que nunca, y en política interna está enfrentado con el ayatola Ali Khamenei, y se discute con acritud acerca de su presumible sucesor, Esfandiar Rahim Mashaei, eminencia gris del gobierno actual y peligroso exponente del estamento antiisraelí.
Por su parte, sus aliados latinoamericanos también están en una encrucijada de relativo aislamiento, de recomienzos imprecisos, de vacilación sobre la fuerza de sus alianzas y la magnitud de sus apuestas. En efecto, este Chávez enfermo y vacilante, el Brasil de Dilma Rousseff renuente a cualquier acuerdo, la emperatriz argentina indispuesta e inaccesible, el Ecuador desgastado por los escándalos y Ortega, signado por el fraude electoral, no pueden menos que sembrar en todo lo que hacen más que un sentimiento de inevitable naufragio. En fin, todos juntos no habitan un escenario alentador para un visitante tan sui generis, necesitado de ayuda eficaz en esta mala hora.
Se había creado una gran expectativa por su visita, debido a las presiones que enfrenta Teherán por el endurecimiento del bloqueo de Occidente a la producción petrolera iraní, a causa de los vericuetos y opacidades de su programa nuclear, de su hostilidad hacia Israel, y al peso de las consuetudinarias tensiones que existen entre Estados Unidos e Irán, por la amenaza que emite la revolución islámica en el paso por el estrecho de Ormuz. Al partir, sin embargo, deja un extraño sabor agridulce de viaje caprichoso y de alianza inútil y desesperada.
El mandatario iraní inició la gira en Caracas, donde se reunió con el presidente en perpetua campaña Hugo Chávez, su único aliado verdadero en la región, quien le brindó su paradójica solidaridad, y respaldó su derecho al uso autónomo de la energía nuclear para fines civiles. Aunque no es claro lo que Venezuela esconde en esta relación tan riesgosa, es evidente que lo hace con el consentimiento y el apoyo iraní y con cartas tapadas bajo la mesa.
En verdad, no hay nada inocente en sus visitas frecuentes a la región, ni en su manera de buscar aliados para escamotear el ostracismo internacional. Se dice que el rechazo a Ahmadinejad es solo instigación de los Estados Unidos, pero puede verse que hay motivos para desconfiar de la gratuidad de sus repetidas giras por estos rumbos.
Es un actor audaz de la escena internacional y ha sentado más de un precedente de valentía y arrojo y hasta de temeridad. No obstante, existen razones para creer que hay muchos factores en su contra, incluso dentro de las filas de algunos de sus ocasionales aliados.
Ni con Venezuela, que tiene una economía que compite con la suya, ni con Nicaragua, ni con Ecuador, lo unen lazos comerciales serios. Los demás países de la llamada izquierda democrática -como Argentina, Uruguay, Paraguay o Brasil- dicen algo en su favor de vez en cuando, pero está claro que rehúyen el contacto directo con él.
Además, Ahmadinejad no llegó en buen momento, ni para él ni para los anfitriones que quisieron recibirlo, porque en política exterior está más comprometido que nunca, y en política interna está enfrentado con el ayatola Ali Khamenei, y se discute con acritud acerca de su presumible sucesor, Esfandiar Rahim Mashaei, eminencia gris del gobierno actual y peligroso exponente del estamento antiisraelí.
Por su parte, sus aliados latinoamericanos también están en una encrucijada de relativo aislamiento, de recomienzos imprecisos, de vacilación sobre la fuerza de sus alianzas y la magnitud de sus apuestas. En efecto, este Chávez enfermo y vacilante, el Brasil de Dilma Rousseff renuente a cualquier acuerdo, la emperatriz argentina indispuesta e inaccesible, el Ecuador desgastado por los escándalos y Ortega, signado por el fraude electoral, no pueden menos que sembrar en todo lo que hacen más que un sentimiento de inevitable naufragio. En fin, todos juntos no habitan un escenario alentador para un visitante tan sui generis, necesitado de ayuda eficaz en esta mala hora.
Se había creado una gran expectativa por su visita, debido a las presiones que enfrenta Teherán por el endurecimiento del bloqueo de Occidente a la producción petrolera iraní, a causa de los vericuetos y opacidades de su programa nuclear, de su hostilidad hacia Israel, y al peso de las consuetudinarias tensiones que existen entre Estados Unidos e Irán, por la amenaza que emite la revolución islámica en el paso por el estrecho de Ormuz. Al partir, sin embargo, deja un extraño sabor agridulce de viaje caprichoso y de alianza inútil y desesperada.
El mandatario iraní inició la gira en Caracas, donde se reunió con el presidente en perpetua campaña Hugo Chávez, su único aliado verdadero en la región, quien le brindó su paradójica solidaridad, y respaldó su derecho al uso autónomo de la energía nuclear para fines civiles. Aunque no es claro lo que Venezuela esconde en esta relación tan riesgosa, es evidente que lo hace con el consentimiento y el apoyo iraní y con cartas tapadas bajo la mesa.
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El interés de Ahmadinejad parece estar centrado sin ambages en el uranio venezolano, y en la opción de obtenerlo también en otros países del área.
En efecto, hay minas de uranio en la región del macizo Guayanés, en Perijá, en la región del Caño El Tigre, en el estado Amazonas, en el Sinaruco, en Monagas y en los Llanos centrales. Los acuerdos de Irán con el gobierno de Chávez están cobijados por el banco estatal iraní Saderat, dueño del Banco Internacional de Desarrollo venezolano.
Es decir, hay una estrategia en marcha para facilitar la explotación del mineral. Por ejemplo, lo famosos "acuerdos secretos" de ciencia y tecnología, suscritos en noviembre del 2008, se refieren de modo explícito al desarrollo de tecnología nuclear con fines pacíficos, y al objetivo común de alcanzar esos desarrollos gracias a programas de cooperación mutua.
El acercamiento a las minas de uranio está encubierto bajo una presunta explotación de cemento, según un informe reciente de Roger Noriega. Cito un trozo revelador: "La 'fábrica de cemento', de hecho, procesa minerales de la mina de Impasco, según fuentes familiarizadas con la instalación. La instalación, ubicada en el sur del estado Monagas, fue construida en el 2007 por Edhasse Sanat, una empresa propiedad del Ministerio de Minas de Irán.
El interés de Ahmadinejad parece estar centrado sin ambages en el uranio venezolano, y en la opción de obtenerlo también en otros países del área.
En efecto, hay minas de uranio en la región del macizo Guayanés, en Perijá, en la región del Caño El Tigre, en el estado Amazonas, en el Sinaruco, en Monagas y en los Llanos centrales. Los acuerdos de Irán con el gobierno de Chávez están cobijados por el banco estatal iraní Saderat, dueño del Banco Internacional de Desarrollo venezolano.
Es decir, hay una estrategia en marcha para facilitar la explotación del mineral. Por ejemplo, lo famosos "acuerdos secretos" de ciencia y tecnología, suscritos en noviembre del 2008, se refieren de modo explícito al desarrollo de tecnología nuclear con fines pacíficos, y al objetivo común de alcanzar esos desarrollos gracias a programas de cooperación mutua.
El acercamiento a las minas de uranio está encubierto bajo una presunta explotación de cemento, según un informe reciente de Roger Noriega. Cito un trozo revelador: "La 'fábrica de cemento', de hecho, procesa minerales de la mina de Impasco, según fuentes familiarizadas con la instalación. La instalación, ubicada en el sur del estado Monagas, fue construida en el 2007 por Edhasse Sanat, una empresa propiedad del Ministerio de Minas de Irán.
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Según testigos presenciales, la planta aún no ha producido una bolsa de cemento, pero en cambio, sirve como un conducto para trasladar el mineral a un puerto sobre el río Orinoco, donde se transfiere a buques de bandera iraní, en el océano Atlántico. Una vez que llega al mar abierto, no hay nada que impida su entrega a Irán".
Nadie sabe exactamente cuál es la naturaleza del acuerdo, ni de la explotación, pero sí se sabe que hay resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que prohíben de modo expreso hacer comercio de uranio con Irán.
La semana pasada Ahmadinejad asistió en Managua a la ceremonia de investidura del segundo mandato consecutivo del polémico Daniel Ortega, quien a su turno espetó que "los países tienen derecho a desarrollar la energía atómica" de forma soberana y libre de control internacional. Se trata de un viejo amigo del radicalismo islámico, conocido en el mundo por haber cometido errores descomunales, fraudes y latrocinios continuados desde finales de los años 70.
Al apoyo de este mandatario, tozudamente empotrado en el poder, se suma el del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, famoso también por sus dislates, contradicciones y aspavientos de eterno indignado. El gobernante de Ecuador ha sabido cometer muchos errores en estos años, y ha salido relativamente bien librado de ellos, pero este puede contarse entre los más graves, pues desafía inútilmente a los organismos internacionales y lo sume en una suerte de limbo que puede ser económicamente peligroso y políticamente difícil de sortear.
En Cuba, donde recibió un doctorado honoris causa y dictó una conferencia en la Universidad de La Habana, Ahmadinejad ratificó junto al presidente Raúl Castro "el derecho de todos los Estados al uso pacífico de la energía nuclear", según un pomposo comunicado oficial. Entre tanto, la Agencia Internacional de Energía Atómica, tradicionalmente cautelosa, anunció alarmada hace poco que Irán había empezado a producir uranio enriquecido al 20 por ciento, lo que causó nuevas críticas de los países occidentales.
El miércoles pasado, un científico nuclear iraní fue asesinado en Teherán en un atentado con bomba del que se acusa a Israel y a Estados Unidos. El Consejo de Seguridad de la ONU ya adoptó cuatro resoluciones con sanciones contra Irán.
En conclusión, la visita de Ahmadinejad ha dejado más inquietudes que respuestas acerca del inmediato futuro y del nuevo despliegue geopolítico de la región latinoamericana, y el costo de la misma será alto para todos los involucrados, especialmente cuando los mandatarios que lo han acogido tengan que pagar por las consecuencias de su exabrupto, que, si bien no serán inmediatas, serán muchas, y llegarán tarde o temprano. Desafiar al mundo es todavía posible, sin duda, pero solo cuando se es fuerte. Y no se es fuerte siempre, ni invulnerable. Todos estos valerosos caudillos pagarán por ello un día, y sus pueblos también.
Según testigos presenciales, la planta aún no ha producido una bolsa de cemento, pero en cambio, sirve como un conducto para trasladar el mineral a un puerto sobre el río Orinoco, donde se transfiere a buques de bandera iraní, en el océano Atlántico. Una vez que llega al mar abierto, no hay nada que impida su entrega a Irán".
Nadie sabe exactamente cuál es la naturaleza del acuerdo, ni de la explotación, pero sí se sabe que hay resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que prohíben de modo expreso hacer comercio de uranio con Irán.
La semana pasada Ahmadinejad asistió en Managua a la ceremonia de investidura del segundo mandato consecutivo del polémico Daniel Ortega, quien a su turno espetó que "los países tienen derecho a desarrollar la energía atómica" de forma soberana y libre de control internacional. Se trata de un viejo amigo del radicalismo islámico, conocido en el mundo por haber cometido errores descomunales, fraudes y latrocinios continuados desde finales de los años 70.
Al apoyo de este mandatario, tozudamente empotrado en el poder, se suma el del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, famoso también por sus dislates, contradicciones y aspavientos de eterno indignado. El gobernante de Ecuador ha sabido cometer muchos errores en estos años, y ha salido relativamente bien librado de ellos, pero este puede contarse entre los más graves, pues desafía inútilmente a los organismos internacionales y lo sume en una suerte de limbo que puede ser económicamente peligroso y políticamente difícil de sortear.
En Cuba, donde recibió un doctorado honoris causa y dictó una conferencia en la Universidad de La Habana, Ahmadinejad ratificó junto al presidente Raúl Castro "el derecho de todos los Estados al uso pacífico de la energía nuclear", según un pomposo comunicado oficial. Entre tanto, la Agencia Internacional de Energía Atómica, tradicionalmente cautelosa, anunció alarmada hace poco que Irán había empezado a producir uranio enriquecido al 20 por ciento, lo que causó nuevas críticas de los países occidentales.
El miércoles pasado, un científico nuclear iraní fue asesinado en Teherán en un atentado con bomba del que se acusa a Israel y a Estados Unidos. El Consejo de Seguridad de la ONU ya adoptó cuatro resoluciones con sanciones contra Irán.
En conclusión, la visita de Ahmadinejad ha dejado más inquietudes que respuestas acerca del inmediato futuro y del nuevo despliegue geopolítico de la región latinoamericana, y el costo de la misma será alto para todos los involucrados, especialmente cuando los mandatarios que lo han acogido tengan que pagar por las consecuencias de su exabrupto, que, si bien no serán inmediatas, serán muchas, y llegarán tarde o temprano. Desafiar al mundo es todavía posible, sin duda, pero solo cuando se es fuerte. Y no se es fuerte siempre, ni invulnerable. Todos estos valerosos caudillos pagarán por ello un día, y sus pueblos también.
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Enrique Serrano es filósofo de la Universidad Javeriana, con máster en Estudios de Asia y África del Colegio de México. Actualmente es profesor e investigador de la Universidad del Rosario.
Sobre el autor Enrique Serrano Especial para EL TIEMPO
Etiquetas: terrorismo
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