Sistemas políticos embrutecedores
Por:
José Antonio Marina*
Vía: Luis Montes
La estupidez |
“Si una sociedad inteligente sabe resolver los problemas sociales, creando capital comunitario y ampliando la posibilidad de acción de sus miembros (lo que ahora se llama empowerment), una sociedad estúpida hace lo contrario. Crea más problemas de los que resuelve, destruye capital comunitario y entontece o encanalla a sus ciudadanos…
Barbara Tuchman, en The March of folly, amplía los ejemplos a la historia universal. Aprovecha la definición de estupidez que dio Carlo Cipolla: hacer daño a los demás, sin sacar ningún beneficio. O incluso perjudicándose. Tuchman distingue cuatro causas del fracaso político:
1) la tiranía, 2) la excesiva ambición, 3)la incompetencia o decadencia y 4) la locura o perversidad. Ésta es la modalidad que le interesa más.
Una debilidad de estos enfoques es que dan por hecho que los soberanos o los políticos son los únicos culpables. Decir que Hitler fue el responsable de los horrores de la Segunda Guerra Mundial es una respuesta demasiado simple para un fenómeno tan complejo. Cuando queremos comprender los acontecimientos históricos, no podemos hacerlo buscando desde el comienzo a los culpables. Eso viene después. Conocen, sin duda, el caso de Hannah Arendt. Judía, víctima del nazismo, pensadora política liberal, estudiosa del totalitarismo, fue a Jerusalén como corresponsal para hacer las crónicas del juicio de Adof Eichmann, un criminal de guerra alemán apresado por los judíos. La visión que le dio al caso en su obra Eichmann en Jerusalén escandalizó a mucha gente porque entendieron que exculpaba de alguna manera a Eichmann. Creo que lo que hizo fue buscar explicaciones, cuando lo que se estaba ventilando era la atribución de culpabilidad. Y son dos lógicas que no coinciden…
Sistemas políticos fracasados
Hay sistemas políticos poco inteligentes en ambos sentidos. Empobrecen la inteligencia de sus miembros, limitan sus posibilidades, deprimen sus ocurrencias, y las creaciones colectivas son igualmente miserables.
Una tiranía necesita embrutecer a la sociedad para mantenerse, y ese embrutecimiento mantiene la tiranía. ¡Vivan las cadenas! Es una expresión que merece un tratado hermenéutico entero. Aristóteles en su Política, hace un cuidadoso estudio de los ‘artificios que usa el tirano para preservar su poder’. Son tres:
1) Envilecer el alma de sus súbditos, porque un hombre pusilánime es incapaz de conspirar;
2) Sembrar entre ellos la desconfianza, porque una tiranía sólo es derrocada cuando algunos ciudadanos confían entre si;
3) Empobrecer a sus súbditos, porque así el tirano puede pagar a sus guardias, y de paso impide que los ciudadanos, absorbidos por el trabajo, tengan tiempo para conspirar…”
*José Antonio Marina: Las culturas fracasadas, Anagrama, 2010, pp.93-95
Etiquetas: Hannah Arendt, totalitarismo
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