El fallecimiento de Chávez el Antisemita
The Jerusalem Post
Algunas personas han tratado de librar una campaña diciendo que soy antijudío y enemigo de los judíos”, dijo Hugo Chávez, el entonces presidente de Venezuela que murió el martes, en septiembre de 2010. “De hecho, respetamos y amamos al pueblo judío.”
La redescubierta afinidad de Chávez con los judíos fue expresada sólo un día después de que el dictador Fidel Castro, su aparente modelo a seguir (Chávez recibió casi todo su tratamiento contra el cáncer en Cuba), condenara el antisemitismo y la negación del Holocausto de Irán en una entrevista con Jeffrey Goldberg en The Atlantic.
“No creo que alguien haya sido más calumniado que los judíos. Diría que mucho más que los musulmanes”, señaló Castro al iniciar la entrevista con Goldberg.
Castro claramente le estaba mandando un mensaje, vía The Atlantic, al presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad. Pero probablemente también tenía a Chávez en mente.
Y Chávez recibió el mensaje, a juzgar por su sorpresivo estallido del filosemitismo, que fue nada más que retórica vacía diseñada para apaciguar a Castro.
Como el académico ídish-latino Ilan Stavans puso en un ensayo que aparece en su nuevo libro, “La máquina de escribir de Singer y la mía. Reflexiones sobre cultura judía”, “en Chávez, los judíos de Venezuela encontraron uno de los más sofisticados bailarines sobre la delgada línea que separa la demonización de Israel del franco antisemitismo, uno que a veces aterriza como una bailarina del lado prohibido para enseguida volver rápidamente a los límites, mientras sus partidarios, y no él, hacen ruido en la dirección que les ha señalado”.
Antes del ascenso de Chávez al poder en elecciones democráticas en 1999, Venezuela no era conocida como un lugar donde los judíos se sintieran amenazados. Pero en los 14 años transcurridos desde que llegó al poder, la comunidad judía se ha reducido de unas 20.000 personas a menos de la mitad de esa cifra.
Es cierto que el éxodo judío de Venezuela fue en gran parte por una motivación económica.
Las políticas socialistas de Chávez sólo han exacerbado las desigualdades socioeconómicas y el crimen.
Pero la emigración de Venezuela llevaba consigo el valor añadido de escapar de una retórica rabiosamente antisemita.
En diciembre de 2008, con apenas tres días de la Operación Plomo Fundido, Chávez expulsó al embajador de Israel en Caracas y a siete miembros del personal de la embajada e hizo el siguiente anuncio: “Una comunidad palestina vive aquí con nosotros, a la cual adoramos y amamos, y también hay judíos que viven aquí, a quienes queremos. Pero desearía que la comunidad judía se declare en contra de esta barbarie. Háganlo. ¿No denuncian fuertemente cualquier acto de persecución y el Holocausto? ¿Qué piensan que estamos viendo (en Gaza)? Pongan sus manos sobre el corazón y sean justos”.
A los judíos de Venezuela se les dio una sola forma válida de interpretar el intento de Israel de defenderse de la agresión de Hamas: equipararlo con el Holocausto perpetrado contra los judíos.
Menos de dos meses después, la sinagoga Tiferet Israel, en el barrio de Maripérez, en Caracas, fue saqueada. Días más tarde, otra sinagoga, en el barrio de La Florida, fue atacada.
El mismo año, la atmósfera de miedo llevó a una prominente orquesta sinfónica venezolana a negarse a colaborar en una versión en español de “El violinista en el tejado”. Tan cerca como en 2010, Stavans informó que ediciones baratas de “Los Protocolos de los Sabios de Sión” estaban a la venta en los quioscos de la esquina. Y Aporrea, un sitio de noticias en Internet afiliado al partido Movimiento Bolivariano de Chávez, presenta regularmente artículos descaradamente antisemitas que afirman, por ejemplo, que los mercados financieros del mundo son un ala del sionismo internacional.
En mayo de 2010, después de la debacle del “Mavi Marmara”, Chávez llamó a Israel “Estado genocida” que sería “puesto en su lugar”.
Cuando Henrique Capriles Radonski, un católico descendiente de judíos, fue elegido como candidato de la oposición para competir contra Chávez en la elección presidencial de octubre de 2012, Chávez y sus partidarios utilizaron los orígenes judíos de Capriles para vilipendiarlo y advertir acerca de las graves consecuencias que habría para Venezuela si él ganaría.
En enero de este año, Análisis24, un sitio de noticias en Internet argentino de tendencia derechista, proporcionó documentos que mostraban que el servicio secreto de Venezuela, SEBIN, estaba espiando a las instituciones judías, aparentemente viéndolas como una quinta columna.
Castro pareció reconocer sinceramente la iniquidad del antisemitismo y les comunicó públicamente sus sentimientos a Ahmadinejad y Chávez. Lamentablemente, ninguno le prestó atención. Por el bien de los judíos de Venezuela, esperemos que la situación cambie con un nuevo presidente.
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