Roger Noriega: Venezuela: Resurgiendo de las Cenizas
Por: Roger Noriega
Fuente: IASW
En los días y semanas que vienen en la Venezuela post-Chávez, puede haber confusión política e incluso disturbios violentos. No obstante, en lugar de ser consumidos por una lucha de poder dentro del chavismo, los venezolanos de buena voluntad deben comenzar el duro trabajo de construir un consenso nacional para restaurar los valores de su país, el tejido social, las instituciones políticas y el bienestar económico. Después de años dedicados a evitar confrontaciones con Chávez, el gobierno de Obama debería actuar ahora para ayudar a una nación hermana a recuperarse de un desastre provocado por un régimen.
La elección de Chávez en 1998 gozó de amplio apoyo. Por encima de todo, inspiró a la mayoría pobre de Venezuela, que vio muy pocos beneficios de la riqueza petrolera de su país. El enorme gasto en programas sociales dio a millones de venezolanos una participación en el chavismo. De hecho, capturó la imaginación de las personas agraviadas en toda América Latina y en países en vía de desarrollo en todo el mundo hablando sobre verdades a medias y engañando a la clase política de su país y a las elites económicas al estigmatizar a Estados Unidos como “el imperio”.
Es importante reconocer que el proyecto socialista de Chávez y su diplomacia basada en ofrecer cheques en blanco no hubiera llegado a tanto si no es porque el precio del petróleo aumentó en un 500% desde que llegó al poder. La locura del chavismo es evidente en el simple hecho de que un trillón de dólares de los ingresos del petróleo se ha agotado; miles de millones en préstamos externos se acumulan; la producción de petróleo ha bajado un 30 por ciento; la infraestructura está en ruinas y los alimentos básicos son escasos. En resumen, las únicas personas que piensan que el modelo económico de Chávez es sostenible estaban en su nómina.
Lo trágico es que los venezolanos se han visto obligados a entregar la mayor parte de sus derechos políticos e incluso su soberanía nacional en este ejercicio. Con el fin de imponer su visión económica, Chávez concentró todo el poder político en sus manos o bajo el control de sus partidarios políticos. El chavismo controla al Consejo Nacional Electoral y al Poder Judicial y tiene una representación desproporcionada en la asamblea nacional (a pesar de que la oposición haya ganado una mayoría de los votos en los comicios del 2010). Y, es prácticamente inseguro caminar por las calles de Caracas donde los disidentes son sistemáticamente reprimidos por una policía politizada.
A pesar de catalogarse como un defensor indomable de la “soberanía”, uno de los últimos actos de Chávez fue entregar su administración y la sucesión política a los cubanos, quienes procurarán tener un líder en Caracas que continuará proporcionando al régimen de Castro cantidades enormes de petróleo y ayuda. Nicolás Maduro, leal a los Castro, es el sucesor elegido por Chávez. Maduro rápidamente asumió el rol de “presidente interino” a pesar de que el artículo 233 de la Constitución demanda que dicha responsabilidad será transferida al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. Si Maduro y sus jefes cubanos tratan de aferrarse a la presidencia o entregársela a otra persona ungida por la Habana, Cabello y los nacionalistas dentro del ejercito podrían movilizarse para hacer cumplir la Constitución.
Por lo tanto, Venezuela tiene hoy en día a un líder de facto (léase ilegal). Los presidentes regionales que se reúnen en Caracas para el funeral de estado de Chávez serán recibidos por Nicolás Maduro, un “presidente interino” que no ha sido juramentado en el cargo. La comunidad internacional debe actuar con mayor responsabilidad si los venezolanos aspiran a poder recuperar su país y su futuro.
Los demócratas latinoamericanos que han mantenido su distancia de Chávez durante más de una década deben salir de su escondite para promover elecciones libres y justas en Venezuela. Deben unirse a los demócratas en Venezuela para presionar por reformas sencillas pero profundas en el sistema electoral y prohibir el favoritismo por parte del Estado, garantizar elecciones más justas, eliminar las trampas técnicas y contar todas las boletas. La comunidad internacional podría considerar patrocinar un “código de conducta” para la campaña, así como observadores electorales verdaderamente independientes.
El presidente Obama puede ayudar a salvar a Venezuela, pero no puede dejar la situación en manos de diplomáticos de carrera que se niegan a reconocer la realidad en Venezuela y que no pueden apreciar el panorama o las oportunidades de cambio. En los últimos meses, diplomáticos estadounidenses abrieron un diálogo inútil con la facción de Maduro y han sido complacientes con la forma en la que usurpó el poder- a pesar de que recientemente acusó a Estados Unidos de envenenar a Chávez y expulsar a dos funcionarios de la embajada de Estados Unidos. Washington debe promover una Venezuela estable, democrática y próspera – ni acuerdos a corto con un régimen hostil.
Es importante reconocer que el proyecto socialista de Chávez y su diplomacia basada en ofrecer cheques en blanco no hubiera llegado a tanto si no es porque el precio del petróleo aumentó en un 500% desde que llegó al poder. La locura del chavismo es evidente en el simple hecho de que un trillón de dólares de los ingresos del petróleo se ha agotado; miles de millones en préstamos externos se acumulan; la producción de petróleo ha bajado un 30 por ciento; la infraestructura está en ruinas y los alimentos básicos son escasos. En resumen, las únicas personas que piensan que el modelo económico de Chávez es sostenible estaban en su nómina.
Lo trágico es que los venezolanos se han visto obligados a entregar la mayor parte de sus derechos políticos e incluso su soberanía nacional en este ejercicio. Con el fin de imponer su visión económica, Chávez concentró todo el poder político en sus manos o bajo el control de sus partidarios políticos. El chavismo controla al Consejo Nacional Electoral y al Poder Judicial y tiene una representación desproporcionada en la asamblea nacional (a pesar de que la oposición haya ganado una mayoría de los votos en los comicios del 2010). Y, es prácticamente inseguro caminar por las calles de Caracas donde los disidentes son sistemáticamente reprimidos por una policía politizada.
A pesar de catalogarse como un defensor indomable de la “soberanía”, uno de los últimos actos de Chávez fue entregar su administración y la sucesión política a los cubanos, quienes procurarán tener un líder en Caracas que continuará proporcionando al régimen de Castro cantidades enormes de petróleo y ayuda. Nicolás Maduro, leal a los Castro, es el sucesor elegido por Chávez. Maduro rápidamente asumió el rol de “presidente interino” a pesar de que el artículo 233 de la Constitución demanda que dicha responsabilidad será transferida al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. Si Maduro y sus jefes cubanos tratan de aferrarse a la presidencia o entregársela a otra persona ungida por la Habana, Cabello y los nacionalistas dentro del ejercito podrían movilizarse para hacer cumplir la Constitución.
Por lo tanto, Venezuela tiene hoy en día a un líder de facto (léase ilegal). Los presidentes regionales que se reúnen en Caracas para el funeral de estado de Chávez serán recibidos por Nicolás Maduro, un “presidente interino” que no ha sido juramentado en el cargo. La comunidad internacional debe actuar con mayor responsabilidad si los venezolanos aspiran a poder recuperar su país y su futuro.
Los demócratas latinoamericanos que han mantenido su distancia de Chávez durante más de una década deben salir de su escondite para promover elecciones libres y justas en Venezuela. Deben unirse a los demócratas en Venezuela para presionar por reformas sencillas pero profundas en el sistema electoral y prohibir el favoritismo por parte del Estado, garantizar elecciones más justas, eliminar las trampas técnicas y contar todas las boletas. La comunidad internacional podría considerar patrocinar un “código de conducta” para la campaña, así como observadores electorales verdaderamente independientes.
El presidente Obama puede ayudar a salvar a Venezuela, pero no puede dejar la situación en manos de diplomáticos de carrera que se niegan a reconocer la realidad en Venezuela y que no pueden apreciar el panorama o las oportunidades de cambio. En los últimos meses, diplomáticos estadounidenses abrieron un diálogo inútil con la facción de Maduro y han sido complacientes con la forma en la que usurpó el poder- a pesar de que recientemente acusó a Estados Unidos de envenenar a Chávez y expulsar a dos funcionarios de la embajada de Estados Unidos. Washington debe promover una Venezuela estable, democrática y próspera – ni acuerdos a corto con un régimen hostil.
El futuro a corto plazo en Venezuela es incierto. No obstante, si los demócratas de América Latina y los Estados Unidos son por lo menos tan activos en el apoyo a sus valores como La Habana ha sido en promover sus intereses, los venezolanos pueden tener la oportunidad de recuperar su país y su futuro.
El autor es un investigador visitante en el American Enterprise Institute, fue secretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental y embajador ante la Organización de Estados Americanos en la administración del ex presidente George W. Bush.
El autor es un investigador visitante en el American Enterprise Institute, fue secretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental y embajador ante la Organización de Estados Americanos en la administración del ex presidente George W. Bush.
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