Una región que arropa la represión

Por: Felipe Trigos
Fuente: IASW

Felipe Trigos

La Séptima Cumbre de las Américas celebrada el pasado fin de semana en Panamá demostró de nueva cuenta la inhabilidad de superar la fascinación con el mito de la revolución cubana y la falta de comprensión sobre los daños que este movimiento trajo, no solo para Cuba, sino para toda la región. 

Cuando líderes del hemisferio tienen la oportunidad de coincidir con Raúl o Fidel Castro en reuniones multilaterales, parecería que lo más importante en la agenda es rendir homenaje a los hermanos y aprovechar la oportunidad para la foto, quizás para no provocar la protesta clamorosa de izquierdistas que ven con ojos enamorados ‘la obra’ de los Castro, a pesar de 55 años donde se ha podido constatar la opresión, pobreza y sufrimiento que ha causado a millones que habitan la isla. 

La Cumbre en Panamá, que se centraría en temas como la prosperidad y la equidad, acabó sirviendo de plataforma para que líderes del bloque del ALBA hicieran sus ya conocidos pronunciamientos anti-imperialistas y ofrecieran apoyo al régimen de Nicolás Maduro de Venezuela, quien desde febrero del año pasado ha cometido crímenes contra los derechos humanos y la libertad de asociación y de prensa. 

Este y otros actos de represión también pasan desapercibidos para aquellos que no pertenecen al ALBA y que gozan de democracias libres. Tal es el caso de México, Brasil, Colombia, Chile, Uruguay, Panamá y Costa Rica, por mencionar a algunos. Bajo el velo de la ‘no intervención’ en asuntos de otras naciones, todos los países en la región parecen haber olvidado lo que está suscrito en la Carta Democrática Interamericana. En este documento, pactado por todos los países de la región (menos Cuba), se reconoce que la democracia representativa es indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región y los firmantes tienen la obligación de promoverla y defenderla. Poco se ha respetado la carta… 

Desde que Fidel Castro tomó el poder en 1959, la mistificación de la ‘revolución’ y sus supuestos beneficios para el pueblo cubano parecen haber tenido un efecto psicotrópico sobre Latinoamérica. La defensa al régimen totalitario de los Castro, que ahora se ha esparcido a Venezuela, se ha dado con el silencio y apoyo de países vecinos que consiguieron establecer sus democracias luchando contra movimientos dictatoriales muy similares al de Cuba y al de Venezuela. 

Prácticamente todos los países en el hemisferio conocen en carne propia el flagelo de las dictaduras, ya sean de izquierda o de derecha. Pero es interesante como el repudio a los sistemas autoritarios en la región parece solo centrarse en aquellos que pertenecen a la llamada derecha. Pinochet, Varela, Noriega, Somoza, por nombrar a algunos, fueron lideres que se ganaron el repudio de la región. En cambio Castro, Chávez, Maduro, Correa, Morales, Fernández de Kirchner y Ortega son recibidos con vítores a pesar de haber erosionado sus sistemas democráticos. Unos más autoritarios que otros, pero ciertamente poco democráticos. 

Durante la Cumbre fuimos testigos de la clase de abusos que les parecen normales a los líderes en la región. Una golpiza por parte del aparato de seguridad cubano en contra de disidentes y otra por parte del equipo de seguridad de Evo Morales contra la prensa fueron ignoradas por los países que participaron en la cumbre y por el país huésped. Es una vergüenza que ataques contra la libertad de expresión sean ignorados convenientemente para evitar ‘asperezas’ o enfrentamientos. 

El silencio en la región sobre abusos contra los derechos humanos y la democracia ha sido ensordecedor y cómplice de lo que vivimos. 

Tomarse fotografías y firmar acuerdos vacíos no debería ser el centro de la política exterior en la región, pero desgraciadamente lo es. 

La mayoría de los países sufren de desafortunados casos de violaciones a los derechos humanos y democracias imperfectas, pero pocos como Venezuela y Cuba tienen sistemas donde continuamente se abusa y se erosiona a la libertad y la democracia, ese es el punto. 

Todos queremos países donde no existan abusos y donde la democracia sea protegida, es una tarea difícil más no imposible, pero lo que acaba por socavar esta lucha es el solapar a la represión por cobardía o ignorancia. 

Pongamos en un altar a la Carta Democrática Interamericana, a nuestras constituciones y a los valores que nos dan libertad y prosperidad. NO a individuos que han dedicado su vida a quebrantar estos derechos. 

Como latinoamericano y creyente en la libertad y la democracia me da vergüenza presenciar hasta donde hemos llegado. 

El autor es Analista para la firma Visión Américas en Washington, DC y colabora con el programa de estudios latinoamericanos del American Enterprise Institute.