Derrotemos al Populismo
Por: Carlos R. Alvarado Grimán
El triunfo del presidente Chávez en las elecciones de 1998, levantó una serie de expectativas populares. El pueblo había sido echado al abandono por la antigua dirigencia política. Las estructuras burocráticas existentes eran incapaces y limitadas para dar urgente respuestas al problema de la pobreza.
En consecuencia, el gobierno nacional debió adoptar medidas perentorias para mitigar la precaria situación económica de la población. No obstante, debido a la inmensa renta petrolera que ha llovido sobre Venezuela, las ayudas han devenido en perennes, dando paso al nefasto populismo o paternalismo de Estado.
Es necesario revertir las tendencias populistas. Los venezolanos queremos llevar a nuestros hogares el sustento diario, pero que el mismo sea producto de nuestro trabajo. No queremos dádivas en forma de becas o bolsas de comida. No queremos, compasión, misericordia o favores del papa Estado. Queremos trabajar, para sentirnos orgullosos con nosotros mismos y útiles a la patria.
Es importante retomar el sendero que nos conduzca hacia la normalización en las relaciones sociales y económicas del país. El gobierno está obligado a generar el mejor ambiente para que resurja la confianza, fluyan las inversiones del sector privado, se fortalezcan la economía y se fomente la creación de fuentes de trabajo sostenibles en el tiempo.
El gran reto de los revolucionarios es combatir decidida y responsablemente las desviaciones populistas enquistadas en el proceso, incluso a riesgo de ser calificados como contrarrevolucionarios por los oportunistas que pululan en las organizaciones y partidos afectos al "cambio", que se benefician del desorden administrativo y la corrupción derivadas de las políticas clientelares.
La vía para alcanzar niveles de desarrollo económico, social y humano sustentables, es a través de la inversión productiva y el trabajo tesonero. Es tiempo de rectificar. Derrotemos al populismo.
El triunfo del presidente Chávez en las elecciones de 1998, levantó una serie de expectativas populares. El pueblo había sido echado al abandono por la antigua dirigencia política. Las estructuras burocráticas existentes eran incapaces y limitadas para dar urgente respuestas al problema de la pobreza.
En consecuencia, el gobierno nacional debió adoptar medidas perentorias para mitigar la precaria situación económica de la población. No obstante, debido a la inmensa renta petrolera que ha llovido sobre Venezuela, las ayudas han devenido en perennes, dando paso al nefasto populismo o paternalismo de Estado.
Es necesario revertir las tendencias populistas. Los venezolanos queremos llevar a nuestros hogares el sustento diario, pero que el mismo sea producto de nuestro trabajo. No queremos dádivas en forma de becas o bolsas de comida. No queremos, compasión, misericordia o favores del papa Estado. Queremos trabajar, para sentirnos orgullosos con nosotros mismos y útiles a la patria.
Es importante retomar el sendero que nos conduzca hacia la normalización en las relaciones sociales y económicas del país. El gobierno está obligado a generar el mejor ambiente para que resurja la confianza, fluyan las inversiones del sector privado, se fortalezcan la economía y se fomente la creación de fuentes de trabajo sostenibles en el tiempo.
El gran reto de los revolucionarios es combatir decidida y responsablemente las desviaciones populistas enquistadas en el proceso, incluso a riesgo de ser calificados como contrarrevolucionarios por los oportunistas que pululan en las organizaciones y partidos afectos al "cambio", que se benefician del desorden administrativo y la corrupción derivadas de las políticas clientelares.
La vía para alcanzar niveles de desarrollo económico, social y humano sustentables, es a través de la inversión productiva y el trabajo tesonero. Es tiempo de rectificar. Derrotemos al populismo.
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