No Tienen Jabón
Por: Carlos R. Alvarado Grimán
Es común en los politiqueros de oficio el uso del refrán "los trapos sucios se lavan en casa", indicando con esto que cuando "alguno en casa" comete una infracción leve debe ser sancionado en familia. Claro está, que un padre de familia responsable pondría al infractor a disposición de las autoridades competentes para que sea juzgado, cuando se trate de una transgresión grave que afecte a la sociedad en su conjunto.
Muchos dirigentes y connotados líderes han sido defenestrados por ventilar públicamente la podredumbre dentro del llamado “proceso”. Las denuncias públicas surgen como una medida extrema de presión que busca llamar la atención a las autoridades partidistas sobre su inadmisible inacción cómplice en la lucha contra de la corrupción.
Las denuncias de corrupción y malversación de fondos públicos conforman una inmensa ruma de trapos sucios que están contaminando a toda la sociedad, amenazando con rebasar las capacidades de lavado de las más eficientes lavanderías industriales y detergentes más poderosos.
De no tomarse acciones perentorias, la crisis moral indefectiblemente arropará con mantos sucios a la revolución, convirtiendo a los partidos políticos del “cambio” en depósitos de guiñapos, harapos malolientes y en refugio para los falsos revolucionarios que disfrutan las mieles del poder en desmedro de las mayorías empobrecidas del país.
Aún estamos a tiempo para rectificar y dar una lucha efectiva contra la corrupción, acabando con la percepción popularmente generalizada de que en la revolución no tienen jabón.
Es común en los politiqueros de oficio el uso del refrán "los trapos sucios se lavan en casa", indicando con esto que cuando "alguno en casa" comete una infracción leve debe ser sancionado en familia. Claro está, que un padre de familia responsable pondría al infractor a disposición de las autoridades competentes para que sea juzgado, cuando se trate de una transgresión grave que afecte a la sociedad en su conjunto.
Muchos dirigentes y connotados líderes han sido defenestrados por ventilar públicamente la podredumbre dentro del llamado “proceso”. Las denuncias públicas surgen como una medida extrema de presión que busca llamar la atención a las autoridades partidistas sobre su inadmisible inacción cómplice en la lucha contra de la corrupción.
Las denuncias de corrupción y malversación de fondos públicos conforman una inmensa ruma de trapos sucios que están contaminando a toda la sociedad, amenazando con rebasar las capacidades de lavado de las más eficientes lavanderías industriales y detergentes más poderosos.
De no tomarse acciones perentorias, la crisis moral indefectiblemente arropará con mantos sucios a la revolución, convirtiendo a los partidos políticos del “cambio” en depósitos de guiñapos, harapos malolientes y en refugio para los falsos revolucionarios que disfrutan las mieles del poder en desmedro de las mayorías empobrecidas del país.
Aún estamos a tiempo para rectificar y dar una lucha efectiva contra la corrupción, acabando con la percepción popularmente generalizada de que en la revolución no tienen jabón.
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