La nueva prioridad
Por: Argelia Ríos
¿Conseguirá Chávez postergar las aspiraciones de los sectores populares?
El control absoluto de la sociedad venezolana es una obsesión reveladora de que el único propósito del Presidente es mantenerse en Miraflores en forma vitalicia. Su avidez, sin embargo, le puede resultar muy costosa. El riesgo fue reconocido por el propio comandante en el discurso de su juramentación. Chávez sabe que el actual es su momento más comprometido y que, ahora, los peligros que le acecharán no provienen del desmigajado campo opositor. Las nuevas dificultades que deberá enfrentar el mandatario son enteramente endógenas.
Las abstracciones del tema democrático ya no le representan obstáculos: por eso se ha desnudado sin pudor. Los potenciales tropiezos tendrán otra fuente. Estarán ubicadas en las contradicciones que surjan entre el desorden "troskista" de la mecánica para la construcción del modelo, y las aspiraciones llanas de la gente. A ello deben añadirse las que se le originen a partir de este nuevo momento constituyente, propuesto para erradicar la existencia de la Ley, e ir "innovando" respuestas conforme lo requieran las circunstancias. Con el reloj andando, y tras entrar en el noveno año de gestión, no será fácil hallar un equilibrio del ánimo general. Menos aún en medio de una ineficiencia crónica, que camina en paralelo con una corrupción voraz, contrastante con la perorata del "hombre nuevo".
Fue evidente que sus anuncios del 10 de enero no estuvieron explícitamente asociadas a las expectativas de los sectores populares que colocaron en él sus esperanzas. Cada una de las decisiones contenidas en la alocución están referidas, en estricto, al tema poder. No hubo menciones a los problemas cotidianos de la gente. La inseguridad, la pobreza, la vivienda, la salud y el empleo -los temas en los que el gobierno ha sido evaluado negativamente por quienes, sin embargo, decidieron darle otra oportunidad- brillaron por su ausencia. Para el jefe del Estado la prioridad es otra. Construir el modelo socialista es su único interés y, tal vez, si la suerte lo abandona, el principio de su fin.
Ciertamente, Chávez posee condiciones para lograr el éxito de su objetivo, pero ha de tener, al mismo tiempo, una duda grande y lacerante. La fabricación del socialismo, implica una dinámica en extremo agitada que conspirará contra la producción de respuestas satisfactorias a los asuntos que el pueblo considera como deudas pendientes. El diseño de la nueva "geometría del poder" constituye una prioridad de efectos azarosos. Un mundo de interrogantes espera respuestas. ¿Conseguirá Chávez postergar las aspiraciones de los sectores populares? ¿Entenderán estos sectores que "el modelo" reclamará de ellos el sacrificio de sus intereses y deseos más urgentes? ¿Desarrollarán la paciencia que el líder les solicitará? ¿Comprenderán que la edificación del socialismo reduce la relevancia de sus demandas? Como se ve, no todo está dicho
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