Lo Revolucionario Es Gobernar Bien
Por: Augusto Hernández
El temor que me inspira esta revolución es que, al terminar el gobierno de Hugo Chávez, los problemas del país, lejos de estar resueltos, crezcan de manera exponencial.
No espero milagros tales como la eliminación de la pobreza o la marginalidad. Con esos fardos cargaremos mucho tiempo, hasta que circunstancias políticas, combinadas con las sociales, económicas y tecnológicas, aporten soluciones adecuadas.
Tengo el defecto criollo de creer que somos capaces de meter la pata aun cuando las condiciones para prosperar sean abrumadoras. Este es un país donde hasta el 5 y 6, el juego de apuestas más popular, terminó dando pérdidas por la pésima administración y los saqueos que se cometían contra el patrimonio del hipódromo.
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Me asusta la toma de decisiones por televisión, la firmadera de decretos que involucran miles de millones de bolívares y los cálculos informales, sacados como si se tratara de comprar cachivaches. Claro está que al Presidente Chávez lo respalda un heterogéneo equipo de gobierno, dispuesto a cumplir las órdenes más sorprendentes. Pero observo que en los susodichos eventos públicos, ya sea Aló Presidente o una cadena de radio y TV por cualquier otro motivo, se encuentra presente el Vicepresidente Jorge Rodríguez y la mayoría del Gabinete Ejecutivo. Entonces, me pregunto, ¿quién está atendiendo al público en los despachos oficiales, si los que toman decisiones están ausentes?
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Desde luego hemos hecho avances en áreas tales como la del Seniat, donde la recolección de impuestos bate records año tras año. No obstante seguimos fallando en la expedición de pasaportes y licencias de conducir, así como en otros aspectos donde los gestores e intermediarios, es decir, las corruptelas, hacen de las suyas.
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Hasta el momento el gobierno no ha demostrado ser un gerente óptimo capaz de controlar el derroche y el peculado. Ni la contraloría social ni los consejos comunales parecen sustitutos adecuados para los buenos administradores. Se requieren funcionarios con autoridad y guáramo para sancionar a los corruptos; por desgracia éstos no dan la cara, particularmente en el Ministerio Público.
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