Contra las Hegemonías
Por: Orlando Ochoa
El presidente Chávez está en contra de un “mundo unipolar” por su rechazo al poder acumulado por una superpotencia. Sin embargo, el Presidente se ha reservado un poder de decisión casi absoluto sobre los cinco poderes públicos establecidos en su Constitución de 1999. En efecto, se trata de una hegemonía del poder político en Venezuela, el cual intenta justificar con sus ideas distintas para ayudar a los más pobres e incluso para aspirar a “cambiar” el mundo y su sistema económico. Es decir, cuando existe un fin justificado ideológicamente por una parcialidad política, la cual asume la lucha de clases como un medio para sus objetivos, entonces la visión de un solo hombre parece ser aceptable, incluso para llevarla al nivel de una presunta epopeya.
En estas circunstancias del país con frecuencia oímos acusaciones de dictadura, pero este término no es del todo adecuado pues no reconoce el origen electoral y el apoyo popular al Gobierno del Hugo Chávez, el cual tiene más bien un perfil personalista y autoritario-militarista. Por otra parte, las descalificaciones usuales de Hugo Chávez y sus colaboradores más cercanos a cualquier opositor o incluso a los estudiantes que protestan contra el cierre de RCTV y la restricción a la libertad de expresión, como oligarcas o golpistas, han llegado a tomar la forma extrema de un rechazo a todo el que piense distinto. De igual manera, las expresiones de preocupación por lo que ocurre en Venezuela por parlamentos de países amigos, Brasil y Chile, son tratadas por Chávez como una intolerable intervención en los asuntos internos del país y responde con insultos y descalificativos.
No obstante, si Daniel Ortega de Nicaragua visita el país no sólo habla de los mismos asuntos internos, sino que lo hace en cadena nacional de televisión y esto es aceptado y promovido por el Gobierno. Esta actitud, propia de la izquierda o de la derecha dogmática liquida la posibilidad de dialogo y participación, aspectos esenciales de una sana democracia.
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En estas circunstancias del país con frecuencia oímos acusaciones de dictadura, pero este término no es del todo adecuado pues no reconoce el origen electoral y el apoyo popular al Gobierno del Hugo Chávez, el cual tiene más bien un perfil personalista y autoritario-militarista. Por otra parte, las descalificaciones usuales de Hugo Chávez y sus colaboradores más cercanos a cualquier opositor o incluso a los estudiantes que protestan contra el cierre de RCTV y la restricción a la libertad de expresión, como oligarcas o golpistas, han llegado a tomar la forma extrema de un rechazo a todo el que piense distinto. De igual manera, las expresiones de preocupación por lo que ocurre en Venezuela por parlamentos de países amigos, Brasil y Chile, son tratadas por Chávez como una intolerable intervención en los asuntos internos del país y responde con insultos y descalificativos.
No obstante, si Daniel Ortega de Nicaragua visita el país no sólo habla de los mismos asuntos internos, sino que lo hace en cadena nacional de televisión y esto es aceptado y promovido por el Gobierno. Esta actitud, propia de la izquierda o de la derecha dogmática liquida la posibilidad de dialogo y participación, aspectos esenciales de una sana democracia.
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Las graves incoherencias y la intolerancia, así como el frecuente hecho que cualquier “idea” resultado de un trasnocho del Presidente, sin que me medie una consulta política o especializada, se convierta en una política a ser ejecutada, son signos perturbadores de las consecuencias de tener una hegemonía personal en una maltrecha democracia.
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