Sin Principios
Por: Orlando Ochoa
En Venezuela prevalece una situación propia de naciones petroleras atrasadas donde casi toda la sociedad se organiza para buscar los beneficios directos o indirectos de la riqueza petrolera. El Estado es el medio de distribución y por ello además de recibir presiones se ha convertido en el fin mismo de asaltos al poder. Si los partidos tradicionales fallaron en cambiar la esencia de este dañino comportamiento económico, social y político y lo agudizaron en sus últimos 25 años antes de 1999, la izquierda radical junto a sus integrantes incubados dentro de la institución castrense han establecido un esquema político-económico y cívico-militar corrupto, clientelar, discriminador, que en menos de 10 años ha dejado claro su precariedad y sobretodo su falta de principios éticos. Acompañar una economía gravemente distorsionada por altos ingresos petroleros, diferenciales cambiarios, de precios, tasas de interés, en medio de instituciones débiles y corruptas, por programas sociales financiados con recursos extraordinarios, puede ser un alivio parcial pero no es desarrollo.
Ni el ciudadano responsable ni el “hombre nuevo” pueden surgir dentro de un marco de incentivos perversos e instituciones corrompidas. Cualquier político, funcionario, banquero, empresario o sindicalista, informado de cómo se conducen los asuntos de gobierno y de economía sabe que el fracaso está a la vuelta de la esquina. Los manejos financieros turbios y los contratos con sobreprecio son la regla en Finanzas, Pdvsa, CVG, obras públicas y compras del Estado. La tolerancia desde la Presidencia de la República de esta corrupción que ya se ha convertido en robo sistemático es señal que la permanencia en el poder es más importante que cualquier ideal.
¿Puede un Partido Socialista Unido creado en este “ambiente” ser algo distinto a un instrumento de saqueo de la riqueza petrolera? El vicepresidente Jorge Rodríguez es actor y testigo privilegiado y no obstante nos dice que a los hombres de la izquierda radical de los sesenta y setenta fallecidos hay que decirles “venganza cumplida”. No creo que el fanatismo mediocre, la ambición desmedida, el resentimiento y la corrupción, hubiesen confundido a hombres sensibles e inteligentes, cualquiera que haya sido su ideología, y mucho menos estando en juego la profundización del fracaso de una nación.
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