Del 2007 al 2008
Por: Orlando Ochoa
El problema nacional bajo un liderazgo personalista con un proyecto ideológico radical – neocomunista o neofascista – es que el arreglo institucional, la política cotidiana y la conducción económica están en función de promover dicho dogma, pero sobretodo de sostener a quien lo representa. La excusa del “proceso revolucionario” de largo plazo exige primero el apoyo incondicional al líder carismático, aunque la lógica del proyecto extremista sea incoherente, corrupta y previsiblemente fracase. La desigualdad, el abuso de poder económico, la injusticia y la pobreza suelen usarse como excusas para la radicalización, para la propaganda sobre conjeturas de amenaza de un poder imperial externo que trata de evitar que surja un nuevo y exitoso “modelo” de sociedad, para de este modo justificar la preparación de milicias partidistas armadas. En realidad, es casi imposible entenderse con quienes a conciencia sostienen ideas manipuladas con falacias y dogmas. Sin embargo, podemos descartar que los sectores populares y democráticos que han apoyado al proceso crean en el proyecto ideológico duro, por más que este haya tratado de asociarse, o mejor dicho, de esconderse detrás de gasto social, cooperación y solidaridad financiada por petróleo.
Las designaciones partidistas recientes en la Fiscalia General , Contraloría y Defensoría del Pueblo, revelan la nula preocupación del líder por la corrupción en el gobierno y su desastroso efecto desarticulador sobre las instituciones, las finanzas y los servicios sociales, así como el estimulo de la criminalidad organizada y en las calles. Que vergonzosa y cínica resultó ser la “nueva ética socialista”.
En el 2008 Venezuela será sometida a grandes tensiones políticas, sociales y económicas. La nueva legislación ofrecida a través de la Ley Habilitante tiene la capacidad de acelerar aún más el deterioro, pero ni siquiera puede aspirar a detenerlo. Los desequilibrios macroeconómicos reflejados en las cuentas fiscales y la balanza de pagos se pueden postergar un tiempo más, pero al alto costo de agudizar las consecuencias microeconómicas de perdida de poder adquisitivo del salario, desabastecimiento, arbitraje cambiario, mercados negros, corrupción y desinversión. En el 2008 el país exigirá soluciones a estos y otros problemas.
El problema nacional bajo un liderazgo personalista con un proyecto ideológico radical – neocomunista o neofascista – es que el arreglo institucional, la política cotidiana y la conducción económica están en función de promover dicho dogma, pero sobretodo de sostener a quien lo representa. La excusa del “proceso revolucionario” de largo plazo exige primero el apoyo incondicional al líder carismático, aunque la lógica del proyecto extremista sea incoherente, corrupta y previsiblemente fracase. La desigualdad, el abuso de poder económico, la injusticia y la pobreza suelen usarse como excusas para la radicalización, para la propaganda sobre conjeturas de amenaza de un poder imperial externo que trata de evitar que surja un nuevo y exitoso “modelo” de sociedad, para de este modo justificar la preparación de milicias partidistas armadas. En realidad, es casi imposible entenderse con quienes a conciencia sostienen ideas manipuladas con falacias y dogmas. Sin embargo, podemos descartar que los sectores populares y democráticos que han apoyado al proceso crean en el proyecto ideológico duro, por más que este haya tratado de asociarse, o mejor dicho, de esconderse detrás de gasto social, cooperación y solidaridad financiada por petróleo.
Las designaciones partidistas recientes en la Fiscalia General , Contraloría y Defensoría del Pueblo, revelan la nula preocupación del líder por la corrupción en el gobierno y su desastroso efecto desarticulador sobre las instituciones, las finanzas y los servicios sociales, así como el estimulo de la criminalidad organizada y en las calles. Que vergonzosa y cínica resultó ser la “nueva ética socialista”.
En el 2008 Venezuela será sometida a grandes tensiones políticas, sociales y económicas. La nueva legislación ofrecida a través de la Ley Habilitante tiene la capacidad de acelerar aún más el deterioro, pero ni siquiera puede aspirar a detenerlo. Los desequilibrios macroeconómicos reflejados en las cuentas fiscales y la balanza de pagos se pueden postergar un tiempo más, pero al alto costo de agudizar las consecuencias microeconómicas de perdida de poder adquisitivo del salario, desabastecimiento, arbitraje cambiario, mercados negros, corrupción y desinversión. En el 2008 el país exigirá soluciones a estos y otros problemas.
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