Fortalezas del Gobierno
Por: Manuel Isidro Molina
Aunque algunos fanatizados opositores no lo crean, el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías tiene fortalezas que le generan réditos electorales. Y la primera de ellas es la fuerza del liderazgo presidencial, que durante una década de gobierno se ha fortalecido a la sombra del abuso de poder, la corrupción y los planteamientos de justicia social, unidad latinoamericana y defensa de la soberanía nacional, dentro de lo que a duras penas ha ido definiendo como “Socialismo del Siglo XXI”: la “Robolución”.
Chávez nace como líder político el 4 de febrero de 1992. Sólo una muy pequeña cadena de conspiradores civiles y militares sabía de su existencia; y aún dentro de ella, las dudas apuntaban a sus limitaciones, que han sido crecientemente corroboradas durante los últimos tres lustros. No obstante, su liderazgo creció y se enraizó en una franja importante de la población venezolana, la cual sabe de sus inconsistencias y disparates pero aún lo prefiere como “vengador” y atrevido “defensor” de los derechos sociales de los pobres. Independientemente de lo que en la realidad sea su gobierno despilfarrador, inepto y corrupto. Eso cree la población que le sigue.
Chávez carece de grandeza y escrúpulos, pero le ha sido suficiente a quienes soñaron y lucharon por un país mejor y se vieron interpretados por su curioso, irrespetuoso, irresponsable y contradictorio verbo coloquial.
Es el mismo Chávez que le sirve a los “capitalista de engorde”, enriquecidos como nunca antes, y a los corruptos de siete suelas y aprovechadores de oficio, todos pegados a la teta petrolera de la nación. Su obra social, raigalmente asociada a la disponibilidad de petrodólares para “gasto corriente”, “gasto social” y masiva contratación de servicios y obras menores con jugosas comisiones mediante testaferros, ha sido clave. Pero poco tiene qué mostrar como “obra de gobierno”. Y la gente lo sabe, pero se conforma.
La mediocridad campea y se ha hecho forma de vida y gobierno. Es la era “robolucionaria”, y eso les basta a quienes aprovechan las mieles del poder corrompido, irresponsable y dilapidador. La burocracia chavista (incluido el propio Chávez, por supuesto) merece poco o nulo respeto; ni los seguidores del presidente esconden sus críticas y diversos grados de censura. Eso se sabe.
También se sabe que una de las mayores fortalezas del gobierno son las inconsistencias existentes en los factores de oposición. En algunos y muy promocionados casos, sencillamente protuberantes. Unos porque carecen de moral para ofertar mejor conducción de los asuntos públicos, y otros por su apego dependiente a las arcaicas formas del capitalismo, generadoras de corrupción, exclusión e injusticias sociales.
Aunque algunos fanatizados opositores no lo crean, el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías tiene fortalezas que le generan réditos electorales. Y la primera de ellas es la fuerza del liderazgo presidencial, que durante una década de gobierno se ha fortalecido a la sombra del abuso de poder, la corrupción y los planteamientos de justicia social, unidad latinoamericana y defensa de la soberanía nacional, dentro de lo que a duras penas ha ido definiendo como “Socialismo del Siglo XXI”: la “Robolución”.
Chávez nace como líder político el 4 de febrero de 1992. Sólo una muy pequeña cadena de conspiradores civiles y militares sabía de su existencia; y aún dentro de ella, las dudas apuntaban a sus limitaciones, que han sido crecientemente corroboradas durante los últimos tres lustros. No obstante, su liderazgo creció y se enraizó en una franja importante de la población venezolana, la cual sabe de sus inconsistencias y disparates pero aún lo prefiere como “vengador” y atrevido “defensor” de los derechos sociales de los pobres. Independientemente de lo que en la realidad sea su gobierno despilfarrador, inepto y corrupto. Eso cree la población que le sigue.
Chávez carece de grandeza y escrúpulos, pero le ha sido suficiente a quienes soñaron y lucharon por un país mejor y se vieron interpretados por su curioso, irrespetuoso, irresponsable y contradictorio verbo coloquial.
Es el mismo Chávez que le sirve a los “capitalista de engorde”, enriquecidos como nunca antes, y a los corruptos de siete suelas y aprovechadores de oficio, todos pegados a la teta petrolera de la nación. Su obra social, raigalmente asociada a la disponibilidad de petrodólares para “gasto corriente”, “gasto social” y masiva contratación de servicios y obras menores con jugosas comisiones mediante testaferros, ha sido clave. Pero poco tiene qué mostrar como “obra de gobierno”. Y la gente lo sabe, pero se conforma.
La mediocridad campea y se ha hecho forma de vida y gobierno. Es la era “robolucionaria”, y eso les basta a quienes aprovechan las mieles del poder corrompido, irresponsable y dilapidador. La burocracia chavista (incluido el propio Chávez, por supuesto) merece poco o nulo respeto; ni los seguidores del presidente esconden sus críticas y diversos grados de censura. Eso se sabe.
También se sabe que una de las mayores fortalezas del gobierno son las inconsistencias existentes en los factores de oposición. En algunos y muy promocionados casos, sencillamente protuberantes. Unos porque carecen de moral para ofertar mejor conducción de los asuntos públicos, y otros por su apego dependiente a las arcaicas formas del capitalismo, generadoras de corrupción, exclusión e injusticias sociales.
1 Comments:
Creo que Chavez nunca ha tenido ascendiente entre las mayorías. Fue fabricado en los antros de la represión y luego lo proyectaron con el golpe del 92. A partir de ahí la oligarquía lo encumbró y financió y después prosiguieron con los fraudes electorales de siempre para hacer ver que había un "nuevo líder". Se trata de un régimen patentado por el grupo Rockefeller (Exxon, Chevron), el sector financiero y comercial. El repudio de masas contra el fascista bolivariano Chavez es un repudio mayoritario. Eso significa una abstención gigantesca.
Publicar un comentario
<< Home