Cuando la Izquierda dejó de ser libertaria y humanista
Por: José Rafael López Padrino
Produce un gran desconcierto e indignación observar como diversas organizaciones de izquierda de Latinoamérica y del continente europeo se han entrampado ideológicamente con los acontecimiento que ocurren en el mundo árabe, particularmente en Libia y Siria. Ello es una señal inequívoca de las dificultades ideológicas en las que se debate la izquierda a escala mundial, tras haber perdido su dinamismo como fuerza conductora de la historia y de los cambios auténticos y libertarios. Es una izquierda que ha hipotecado su independencia ideológica al mejor postor, y que se muestra incapaz de afrontar con audacia a los desafíos del presente.
El posicionamiento de la mayoría de los movimientos de izquierda frente a la primavera árabe ha sido despreciable para decirlo de una manera benevolente. Han guardado un silencio celestino sobre las masacres y la represión llevadas a cabo por los gobiernos sanguinarios de Libia y Siria. Han despreciado las gigantescas manifestaciones populares protagonizadas por las fuerzas progresistas en su lucha por mayores libertades políticas. Muchos de ellos, de manera irresponsable, han descalificado las insurgencias populares en esos países, al tildarlas de conspiraciones internacionales patrocinadas por la CIA y las potencias occidentales. Ignoran de manera inexplicablemente, el clamor popular por más democracia, más justicia social y equidad, y el rechazo al despotismo que se ejercen en contra de esos pueblos en nombre de un falaz nacionalismo que solo ha permitido enriquecer a unas minorías. Es la izquierda hipócrita solidaria con las revueltas en Egipto, Túnez, y Yemen pero contraria a las protestas en contra de Gadafi y Al-Asad.
Es la izquierda que en su laberinto ideológico, reproduce los mismos dobles raseros y las mismas manipulaciones propias de la derecha. Una izquierda que ha sido miope en ver que Gadafi y Al-Asad son dictadores tan siniestros como sus colegas: el rey al-Khalifa en Bahréin, Saleh en Yemen, el rey Abdalá en Jordania, Mohamed VI en Marruecos y Buteflika en Argelia, etc. Que sus voceros han llegado al extremo de afirmar falazmente que tanto Gadafi y Al-Asad son socialistas, anti-imperialistas y democráticos, líderes revolucionarios tercermundistas que han salvado a sus pueblos de la pobreza, convirtiéndose en obstáculos para las potencias coloniales habidas de recursos naturales. Discurso infame que han hecho suyo también los neototalitarios y populistas de nuestra América (Castro, Morales, Correa, Ortega). Todos recordamos la defensa que ha hecho el iletrado de Miraflores a su «amigo» Gadafi, en sus mensajes en Twitter: “Vamos, canciller Nicolás (el sargenton Ministro de Relaciones Exteriores): Dales otra lección a esa ultraderecha pitiyanqui! ¡Viva Libia y su independencia! ¡Gadafi enfrenta una guerra civil. No voy a condenar (a Gadafi), sería un cobarde si condenase a quien ha sido mi amigo durante mucho tiempo sin saber qué pasa exactamente en Libia”. Un cinismo más abyecto no se puede concebir !!!!.
El inesperado impulso democrático del mundo árabe ha puesto a una izquierda retrograda y anquilosada en aprietos, en lugar de apoyar con su autoridad y prestigio a las revueltas populares árabes, se ha dedicado a callar y a defender a tiranos como Gadafi y Al-Assad. No se puede ser de izquierda y apoyar a déspotas que asesinan a sus propios conciudadanos. La desideologización y pragmatismo que carcomen a la izquierda la han alejado de sus paradigmas libertarios, humanistas y emancipatorios
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