Los Estados fallidos: ¿son una amenaza real?
Por: Francisco Alcaraz
Fuente: Atenea.Digital.Es
Con motivo
del décimo aniversario del 11S, Eric Pfanner comentaba en una columna
del International Herald Tribune que el mundo, una década después, se ha
ido dividiendo cada vez más, tras los terribles atentados contra las
Torres Gemelas. Al Qaeda contra EEUU; George Bush contra Sadam Husein;
cristianos contra musulmanes; musulmanes contra judíos; sunitas contra
chiitas; América versus Europa y finalmente América contra América.
Dicha lista podría completarse con la supuesta amenaza que supone un
ranking de 60 estados fallidos en la que dos de ellos, Pakistán y Corea
del Norte, dentro de los 25 primeros, poseen armas nucleares y están
dando lugar a un nuevo juego de alianzas a nivel mundial.
Para
comprender los antagonismos que menciona Pfanner, debemos remontarnos a
la caída del muro de Berlín y al fin de la guerra fría para luego
enlazar con la llamada primavera árabe que estamos viviendo. Desde 1989
se ha producido un cambio estratégico en las relaciones entre naciones
con la proliferación de conflictos con dos características básicas: la
reducción de los enfrentamientos entre estados y el aumento de los
civiles motivados por confrontaciones de carácter social, étnico o
religioso donde el control del poder era el objetivo prioritario. La
desaparición del intervencionismo ejercido por las superpotencias sobre
los países aliados, especialmente en aquellos países que no constituían
auténticos estados de derecho, provocó el resurgimiento de conflictos
que se encontraban en estado latente. Algunos de estos estados han
tenido enormes dificultades en el tránsito y posterior consolidación de
la democracia a partir de regímenes políticos autoritarios y se han
convertido en estados fallidos. Además, el fracaso de algunos procesos
de liberación económica en algunos de ellos y la consiguiente crisis de
identidad en aquellas sociedades excluidas del proceso de mundialización
dio lugar a grandes asimetrías étnicas y religiosas.
Por
otro lado, se ha venido añadiendo un amplio catálogo de amenazas
asociadas al subdesarrollo económico, entre las que cabe mencionar la
inmigración ilegal, el tráfico ilícito de seres humanos, de drogas,
armamento nuclear, biológico y químico, riquezas naturales, y la
proliferación de bandas armadas y células terroristas, también
cibernéticas, cuyas actuaciones se revelan como las más amenazantes para
la estabilidad mundial tal y como se ha venido demostrando. A su vez,
debemos apuntar que las causas del calentamiento global, escasez de
recursos como el agua y alimentos, darán lugar a una lucha por su
control y a grandes flujos migratorios. La principal consecuencia de
todo ello será el origen de nuevos estados más vulnerables y propensos a
ser fallidos.
En
este tipo de estados, en los que la cohesión política es baja, los
servicios de gobierno esenciales son inasequibles o corruptos. Carecen
de sistemas burocráticos racionalizados en los cuales los funcionarios
actúan como actores del estado. Los funcionarios tienden a actuar como
actores de redes locales, grupos de parentesco o en su propio interés, y
no pueden ofrecer protección a sus ciudadanos contra bandidos,
guerrillas o las propias fuerzas de la seguridad del estado. Su
legitimidad es baja. Por otro lado, una categoría de estados muy débiles
se reserva para aquellos que son incapaces de resolver lo mínimo con
respecto a proporcionar servicios básicos como seguridad interna a sus
ciudadanos. Estos estados, particularmente en África, se encuentran
típicamente sitiados por la distensión étnica, la violencia criminal y
la agitación política. La protección en materia de derechos humanos es
inexistente. A estos estados en decadencia la soberanía se les otorga
porque son reconocidos como soberanos por gobiernos externos y ahí es
donde surge el problema y se generan las controversias.
Aunque
no estoy del todo de acuerdo con el índice de estados fallidos de 2011
publicado el pasado mes de julio por Foreign Policy y Fondo por la Paz (http://www.fp-es.org/indice_estados_fallidos_2011/index.html)
suele ser una buena referencia. De entre los 20 primeros de la lista,
14 son países africanos, destacando en lo más alto, Somalia, Chad y
Sudán. En algunas zonas del mundo en donde el estado ha fracasado, como
en África central o algunas regiones del sureste asiático, es un
instrumento de los señores de la droga y de las oligarquías locales. En
Oriente Medio y Asia suele estar gobernado por una familia o clan. En
estos casos, el estado ordena, no a través de la lealtad sino del temor,
y gobierna por intimidación. En vez de proporcionar seguridad para sus
ciudadanos, es una amenaza. Cabe destacar que la mayoría de los líderes
de esos estados fallidos o en descomposición, narcos, dictadores o
terroristas, fueron educados en las mejores universidades o escuelas
militares de Europa o EEUU. Su exquisita formación ha servido para todo
lo contrario. A veces, han pasado de ser amigos a convertirse en los
peores enemigos de Occidente.
Ante
este panorama cabe hacerse una pregunta. Esta situación, ¿interesa o no
a Occidente? Durante muchas décadas la financiación o "vista gorda" de
EEUU y la UE se ha dejado ver en muchos casos en beneficio propio. No
debemos irnos muy lejos porque a pocos kilómetros tenemos claros
ejemplos. El tiempo juzgará los cambios en el Norte de África aunque las
perspectivas no son muy alentadoras. Existe la posibilidad de que los
gobiernos de Libia, Egipto o Túnez no hayan caído por casualidad y que
nuevamente se haya cometido el mismo error. No establecer una hoja de
ruta para la reconstrucción postconflicto con el peligro islamista al
acecho. Occidente tiene delante una bomba de relojería que le puede
estallar en las manos y son varias las cuestiones que quedan en el aire
sin resolver ¿Por qué ya no eran útiles Gadafi o Mubarak con la terrible
amenaza que supone para el mundo sus derrocamientos? ¿Qué pasará con
Siria? Hay muchos otros escenarios similares. Cuba, Marruecos o
Venezuela a pesar de no estar en la lista de estados fallidos, bien
podrían figurar en ella.
En
la actualidad, frente a las nuevas amenazas existentes como el
yihadismo o el descontrol de las armas nucleares, biológicas o químicas
en mercados clandestinos albergados por muchos de estos estados fallidos
que venden al mejor postor, la respuesta debe ser inmediata. Parecía
que a Occidente le interesaba más un dictador fiscalizado que el
terrorismo islámico en el poder y mucho más si se trataba de controlar
los recursos energéticos que muchos de estos estados poseen. En estos
momentos el vigente sistema que integra las relaciones internacionales
se encuentra ante una nueva encrucijada. Hay que plantear alternativas
al modelo económico mundial y a los juegos de poder que lo integran. No
existen ni soluciones, ni alianzas perpetuas y los escudos antimisiles
no disuadirán de forma definitiva las ambiciones nucleares de países
como Irán. Debemos prepararnos frente a este panorama estratégico
cambiante e incierto en el que no debemos olvidar que la balanza del
poder atómico, marcada por India, Corea del Norte y Pakistán, está
convirtiendo al mundo en nuevo tablero de ajedrez donde ahora China y
EEUU siguen jugando la partida, bajo la atenta mirada de Rusia.
* Francisco Alcaraz Albero es Doctor en Historia
Consultor en relaciones internacionales. Especialista en seguridad y defensa
Etiquetas: Estado Fallido
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