Obama corteja a América Latina para desactivar a Teherán
Por: Carolina Barros
Via: Soberanía.org
• Giro en la política exterior de
EE.UU. hacia la región
Encendidos, los misiles nucleares
israelíes apuntan a Teherán. Claro, no sin la venia de Washington y de Londres,
que, según dice The Guardian, apresta a su Royal Navy. Así, mientras esas
potencias dirigen su mira telescópica hacia el poder persa y éste, a su vez, se
concentra en su defensa (la AIEA lo volvió a acusar de «estar a pasos de la
bomba atómica»), ¿cómo queda la avanzada iraní para la colonización de
Latinoamérica? ¿En qué punto está la «iranización» de Bolivia, Ecuador,
Venezuela y Nicaragua? ¿Cómo seguirá, de aquí en más, la política de seducción
de Teherán hacia Buenos Aires, Brasilia, Santiago y Montevideo?
Hay movimientos. Pero no en las
trincheras del Gobierno de Mahmud Ahmadineyad sino en Washington. Mientras el
tigre persa se cuenta las manchas antes de dar su batalla (¿final?) en Medio
Oriente, el águila norteamericana pareciera haberse decidido a sobrevolar la
región latinoamericana nuevamente.
Repasemos. El lunes, en
Washington, EE.UU. y Bolivia anunciaron el restablecimiento de sus relaciones
diplomáticas. Después de tres años sin diálogo entre el Tío Sam y el Gobierno
plurinacional del altiplano (en septiembre de 2008, Evo Morales echó al
embajador Philip Goldberg, luego de acusarlo de «operar» con la oposición; dos
meses después cerraban las oficinas de la DEA), se firmó un «Convenio Marco de
Relaciones Bilaterales» que, además de prometer intercambiar embajadores en
2012, busca «apoyar acciones eficaces de cooperación contra la producción y el
tráfico ilícito de estupefacientes».
Sin embargo, estas rosas traen
sus espinas: el 19 de este mes llega a La Paz una delegación oficial iraní para
invertir u$s 300 millones en proyectos de riego y salud. Será, sin duda, una
visita menos controvertida que la de mitad de año del ministro de Defensa Ahmad
Vahidi. Éste, incluido en la lista de Interpol, acusado de estar detrás de la
voladura de la sede de la AMIA en 1994, apareció entonces en la inauguración de
un pabellón de la Escuela Militar del ALBA en Bolivia y fue echado del país
luego de la furiosa reacción de la Cancillería argentina. En su breve escala en
Santa Cruz de la Sierra, Vahidi incluso había ofrecido asistencia militar a
Bolivia en caso de que la escalada con Chile por una salida al mar llegase a
mayores.
Pero el acercamiento a Bolivia
también puede ser más etéreo: como el de la señal televisiva persa HispanTV,
coordinada en su versión en español por el chileno Marcelo Arismendi desde
Teherán, que sería transmitida, a partir de 2012, desde El Alto, cerca de La
Paz. Allí también ya funciona un hospital atendido por enfermeras iraníes,
vestidas con chador y hiyab. Un complemento piadoso para los helicópteros y
aviones de entrenamiento que los bolivianos le habrían comprado a los iraníes.
Según fuentes periodísticas, el
Gobierno de Evo habría recibido u$s 1.200 millones en «ayuda iraní». Poco se
lucen. No obstante, esa promesa de ayuda no habría sido desinteresadamente
samaritana: a cambio y después de dos viajes de Evo a Teherán, el Gobierno de
éste habría retrucado con el ofrecimiento de la explotación conjunta de los
yacimientos andinos de litio y uranio y, a su vez, gestionado el desarrollo de
una planta de energía nuclear para generación de electricidad con ayuda iraní.
Esto último terminó por erizar las plumas en la nuca del Águila del Norte.
Demoradas una y otra vez las
gestiones -incluso la de constituir un banco de fomento binacional- habrían quedado
en meras quimeras. Prácticos, los bolivianos decidieron regresar al esquema
«gringo» de antes (siempre «¡es la economía, estúpido!»). El mismo camino de
los bolivianos estarían empezando a desandar, por estas horas, varios de los
once países latinoamericanos en los que Irán tiene una embajada. La excepción,
ni hay que señalarlo, es la Venezuela de Hugo Chávez, socia sólida de Teherán,
adonde el bolivariano ya viajó nueve veces.
Brasil es el país que este año
dio el primer golpe de timón. Después de los arrumacos propersas liderados por
el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el papelón de mayo de 2010, cuando
Brasilia y Ankara defendieron el plan nuclear de Irán frente a Naciones Unidas
(avalaban que tenía fines pacíficos y medicinales), la administración de Dilma
Rousseff cruzó al otro lado del pasillo y condenó la política de derechos
humanos del régimen. Eficaz política de seducción implementada por Washington.
El premio: la visita de Barack Obama y su equipo a Brasil en marzo.
La Argentina, mientras tanto,
elegía otra ruta. La presidente Cristina de Kirchner ordenaba que se concediera
un «waiver» de confianza a Teherán: le tocó a Jorge Argüello, representante
ante Naciones Unidas y ayer designado embajador en Washington, permanecer
sentado durante el discurso de Ahmadineyad ante la Asamblea General en Nueva
York el 23 de septiembre. La primera vez, en ocho años de kirchnerismo en el
poder, que la Argentina daba tal señal. Reflejo, se supuso, de la expectativa
sobre un posible gesto para permitir un juicio a los iraníes acusados por AMIA.
Si a esto se le agregaba el
incremento del intercambio comercial entre la Argentina e Irán saltó a u$s
1.660 millones en 2010, y el episodio (también en febrero) en Ezeiza del avión
de la US Air Force con pertrechos para entrenamiento de fuerzas de seguridad,
protagonizado por el mismo Héctor Timerman, se abría un espacio para la
suspicacia de Washington.
Sin embargo, se puede escribir un
«sin embargo» para esta relación: en la bilateral entre Cristina de Kirchner y
Obama durante la reunión del G-20 en Cannes el pasado viernes, uno de los
tópicos fue la presencia iraní en Latinoamérica. Y, especialmente, la probable
revisión de esa paciencia crédula hacia los persas explicitada por Cristina en
los últimos meses, durante los cuales dijo esperar muestras de voluntad de
Teherán para esclarecer el caso AMIA, cuando todo apunta a la pista iraní.
Si bien el contenido de la
reunión de Cannes no trascendió, basta repasar quiénes fueron los laderos de
Obama en ella para sacar conclusiones sobre la misma.
Uno de los presentes en el
cónclave fue Dan Restrepo, director de la oficina del Hemisferio Occidental en
el Consejo de Seguridad de la Casa Blanca. Restrepo viene trajinado en el tema
de la «colonización» iraní en Latinoamérica: en 2010 voló una y otra vez a
Brasilia para tratar de disuadir al Gobierno de Lula. Mayor relevancia tuvo,
sin duda, en esa bilateral, la presencia de Tom Donilon, consejero de Obama en
Seguridad Nacional. Donilon, en el cargo desde octubre de 2010, viene de
asesorar durante 25 años al vicepresidente Joe Biden en temas de relaciones
exteriores.
Fue también un «top consigliere»
del secretario de Estado Warren Christopher, y quien preparó a Obama durante la
campaña para debatir contra el republicano John McCain. Y lo más importante: su
especialidad es Irán y Medio Oriente.
Etiquetas: terrorismo
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