Estado comunal: hegemonía totalitaria
Por: Jose Rafael Lopez Padrino
La mayoría oficialista de la
Asamblea Nacional en el período legislativo 2004-2010 aprobó forma expedita la
Ley Orgánica del Poder Popular, la Ley Orgánica de Planificación Pública y
Popular; la Ley de Comunas; la Ley de Contraloría Social, y la Ley Orgánica
para el Sistema Económico Comunal. Todas ellas fueron sancionadas por los
eunucos parlamentarios del PSUV y aliados políticos siguiendo las ordenes
impartidas por el autoritario de Miraflores, debido a que no tendrían las 2/3
parte de los parlamentarios -requeridas para la aprobación de leyes de carácter
orgánico- en la nueva Asamblea Nacional.
De todas ellas, la Ley del Poder
Popular constituye el entramado jurídico que le permitirá al socialfascismo
bolivariano desmontar la estructura del Estado venezolano actual, definido en
la Carta Magna de 1999 y lograr un reordenamiento geográfico, político y
económico del país para acentuar su proyecto totalitario. Se trata de un Poder
Popular ficticio, tutelado política y económicamente por el gobierno central.
Más que representar instancias organizativas de poder local independientes y
autónomas constituyen apéndices del régimen, sujetas a la voluntad del
comandante-presidente.
Todo este montaje jurídico
pretende el establecimiento de un Estado comunal hegemónico y centralista, que
implica la creación de un nuevo ordenamiento territorial del país basado en la
formación de “distritos motores y comunas”. Esta disposición jurídica calca el
reordenamiento del territorio alemán decretado por Hitler una vez que se
consolidó en el poder (1933). Todos los Estados federados de Alemania, según la
Constitución de Weimar, fueron reordenados geográficamente, su autonomía
política fue reducida y sus autoridades fueron sustituidas por representantes
del gobierno central. El objetivo fue el
de establecer un nuevo orden geopolítico que permitiese la imposición de la
visión hegemónica del proyecto Nazi.
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Los distritos motores plateados
en el Estado Comunal serán unidades territoriales decretadas directamente por
el régimen, cuyos límites podrían coincidir o no, con los límites
político-territoriales de los Estados, o Municipios existentes, los cuales tendrán una autoridad
única, cuya designación será potestad del autoritario de Miraflores. Recordemos
que los distritos motores de desarrollo fueron rechazados en el referendo del
año 2007. Lo alarmante de esta situación es que los distritos motores se
transformarán en entidades territoriales paralelas a la estructura
político-territorial vigente, con el agravante que tanto su creación como la
designación de sus autoridades se dan al margen de la voluntad popular.
Obviamente, este nuevo ordenamiento territorial conduce inexorablemente al
aniquilamiento político y administrativo de las Gobernaciones y Municipios.
Además esta propuesta hegemónica
y excluyente contempla que la propiedad de los medios de producción estará en
manos del Estado. Es decir, se profundiza un capitalismo de Estado explotador y
perverso. Pero además promoverá un sistema de producción y consumo fundamentado
en el trueque y el uso de monedas comunales. Con la imposición de esta Ley el
país se retrotrae a los tiempos del General Juan Vicente Gómez, cuando se les
pagaba a los trabajadores con fichas cuyo valor de cambio se circunscribía a un
cierto espacio territorial.
Además este “Poder Popular” no
surge como producto de una consulta electoral de los habitantes de la zona,
sino por iniciativa de algunos ciudadanos (no importa el número de ellos), de
los consejos comunales (afines al régimen) y de las organizaciones sociales
(controladas por el PSUV) que hagan vida activa en las comunidades. Lejos de
"empoderar" al pueblo”, como falazmente afirman sus proponentes, este
proyecto conduce a una desmovilización social, y al desmontaje del proceso de
elegir a los representantes mediante el voto directo, universal y secreto el
cual constituye el primer eslabón en la construcción de mecanismos de
participación y expresión de la voluntad de la mayoría de una nación, de una
región, etc.
En resumen, esta la Ley del Poder
Popular constituye un nuevo instrumento jurídico destinado a la imposición de
un pensamiento único y confisca de forma
y de fondo, la soberanía popular expresada a través del voto. Además,
profundiza el control social de los venezolanos mediante una redistribución del
espacio territorial, dando al traste con las gobernaciones, alcaldías, y otras
instancias de gobierno, refrendadas por la voluntad popular a través de incontables
procesos eleccionarios. Con estas leyes se concreta el despojo del derecho a la
participación y al protagonismo del pueblo organizado.
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