Muerte a la Corrupción
Por: Carlos R. Alvarado Grimán
Hoy por hoy, nadie oculta la realidad. La corrupción corroe las entrañas de la revolución. El Presidente Chávez, la condena elocuentemente, pero en la práctica poco o nada acciona para combatirla eficazmente, lo cual nos alarma considerablemente.
Conspicuos funcionarios públicos, parientes y allegados al entorno en el poder, han alcanzado niveles de opulencia sin nada que lo justifique, deviniendo en financistas, banqueros, industriales, hacendados y propietarios de caballos pura sangre. Todo esto bajo la mirada indiferente o concertada de la Contraloría General de la República, la Fiscalía, los tribunales de justicia y la Asamblea Nacional.
Venezuela vive una etapa de desplazamiento de la vieja oligarquía, por la nueva clase política afecta al llamado proceso de "cambios". La permisividad en la propagación de la corrupción tendría su explicación y "justificación" en la necesidad de construir una nueva oligarquía revolucionaria que cuente con la fuerza económica necesaria para sustentar al nuevo modelo político y a la vez competir con la oligarquía tradicional.
La corrupción es un mal social con raíces históricas, que sólo una sólida convicción moral e ideológica son capaces de apaciguar. En la lucha contra la corrupción, la organización y el poder popular juegan roles trascendentales.
Los verdaderos revolucionarios, deben acometer acciones de concienciación y de fuerza, para arrojar del poder a la clase corrupta emergente y restablecer la moral pública en el manejo de los asuntos del Estado. Sólo así podremos iniciar el camino que nos permita alcanzar los paradigmas esenciales y sustantivos de la revolución.
El país decente tiene que decretarle la muerte al Estado corrupto, burocrático, clientelar y malversador, para darle vida al nuevo Estado bolivariano, revolucionario y socialista.
Hoy por hoy, nadie oculta la realidad. La corrupción corroe las entrañas de la revolución. El Presidente Chávez, la condena elocuentemente, pero en la práctica poco o nada acciona para combatirla eficazmente, lo cual nos alarma considerablemente.
Conspicuos funcionarios públicos, parientes y allegados al entorno en el poder, han alcanzado niveles de opulencia sin nada que lo justifique, deviniendo en financistas, banqueros, industriales, hacendados y propietarios de caballos pura sangre. Todo esto bajo la mirada indiferente o concertada de la Contraloría General de la República, la Fiscalía, los tribunales de justicia y la Asamblea Nacional.
Venezuela vive una etapa de desplazamiento de la vieja oligarquía, por la nueva clase política afecta al llamado proceso de "cambios". La permisividad en la propagación de la corrupción tendría su explicación y "justificación" en la necesidad de construir una nueva oligarquía revolucionaria que cuente con la fuerza económica necesaria para sustentar al nuevo modelo político y a la vez competir con la oligarquía tradicional.
La corrupción es un mal social con raíces históricas, que sólo una sólida convicción moral e ideológica son capaces de apaciguar. En la lucha contra la corrupción, la organización y el poder popular juegan roles trascendentales.
Los verdaderos revolucionarios, deben acometer acciones de concienciación y de fuerza, para arrojar del poder a la clase corrupta emergente y restablecer la moral pública en el manejo de los asuntos del Estado. Sólo así podremos iniciar el camino que nos permita alcanzar los paradigmas esenciales y sustantivos de la revolución.
El país decente tiene que decretarle la muerte al Estado corrupto, burocrático, clientelar y malversador, para darle vida al nuevo Estado bolivariano, revolucionario y socialista.
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