Un país real
Por: Carlos R. Alvarado Grimán
El drama de la "revolución bolivariana" pareciera enmarcarse cada vez más dentro del género de la novela de ficción, donde las acciones y ejecuciones en muchos casos no se concretan en la realidad. Los personajes principales en este drama se transmutan, mimetizan, metamorfosean o transfiguran a placer intercambiando roles, fingiendo, aparentando o simulando posiciones políticas discursivas desorientadoras, alimentando el sentimiento de frustración de las mayorías empobrecidas del país que continúan fervorosamente creyendo en el "proceso" como una vía para superar sus situaciones de pobreza, pero que constantemente son sorprendidos con desenlaces inconsecuentes, absurdos e insospechados.
En este drama por desgracia sobran los malvados y faltan los héroes virtuosos. El protagonísmo ha sido asumido en muchos casos por: personajes nefastos que han hecho del egoísmo, la avaricia y la traición reiterativa sus guiones predilectos y seudo-revolucionarios que encubriéndose bajo ropajes nacionalistas y con monsergas guerreristas subyacentemente favorecen políticas neocoloniales y desarrollista mediante las cuales otorgan privilegios a las transnacionales: petroleras, carboníferas y financieras.
Es necesario rescatar el "proceso" y dirigirlo desde la ficción hacia su realización ideal. Pero esto requerirá de un esfuerzo supremo de los sectores comprometidos con la revolución para: el combate de la apatía moral; la erradicación de la complacencia intelectual de los pensadores progresistas y la reestructuración del Estado para que cumpla con sus funciones tendentes a saldar las deudas insolutas con el pueblo en materia de: empleos estables, salud, educación y viviendas.
Las acciones, discursos y afirmaciones en la novela de ficción son: convencionales, encubridores y falseadores de la realidad. La revolución venezolana debe escaparse de la fábula y comenzar a transitar el camino hacia la construcción de un país real.
El drama de la "revolución bolivariana" pareciera enmarcarse cada vez más dentro del género de la novela de ficción, donde las acciones y ejecuciones en muchos casos no se concretan en la realidad. Los personajes principales en este drama se transmutan, mimetizan, metamorfosean o transfiguran a placer intercambiando roles, fingiendo, aparentando o simulando posiciones políticas discursivas desorientadoras, alimentando el sentimiento de frustración de las mayorías empobrecidas del país que continúan fervorosamente creyendo en el "proceso" como una vía para superar sus situaciones de pobreza, pero que constantemente son sorprendidos con desenlaces inconsecuentes, absurdos e insospechados.
En este drama por desgracia sobran los malvados y faltan los héroes virtuosos. El protagonísmo ha sido asumido en muchos casos por: personajes nefastos que han hecho del egoísmo, la avaricia y la traición reiterativa sus guiones predilectos y seudo-revolucionarios que encubriéndose bajo ropajes nacionalistas y con monsergas guerreristas subyacentemente favorecen políticas neocoloniales y desarrollista mediante las cuales otorgan privilegios a las transnacionales: petroleras, carboníferas y financieras.
Es necesario rescatar el "proceso" y dirigirlo desde la ficción hacia su realización ideal. Pero esto requerirá de un esfuerzo supremo de los sectores comprometidos con la revolución para: el combate de la apatía moral; la erradicación de la complacencia intelectual de los pensadores progresistas y la reestructuración del Estado para que cumpla con sus funciones tendentes a saldar las deudas insolutas con el pueblo en materia de: empleos estables, salud, educación y viviendas.
Las acciones, discursos y afirmaciones en la novela de ficción son: convencionales, encubridores y falseadores de la realidad. La revolución venezolana debe escaparse de la fábula y comenzar a transitar el camino hacia la construcción de un país real.
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