Rentismo y socialismo

Por: Orlando Ochoa

El colmo se encuentra en los sectores privilegiados como la banca. El rentismo es la conducta económica centrada en la búsqueda de favores y beneficios estatales, lo cual en la práctica trata es de evitar el mayor esfuerzo del trabajo productivo, creativo y competitivo. Muchas naciones sufren y han sufrido de este problema económico, muy notorio en sociedades con instituciones débiles y corruptas. Algunas erradicaron este mal con mejores y más transparentes instituciones políticas y judiciales, otras han creado una estanca relación simbiótica entre la política y la sociedad rentista. Cuando abunda un recurso natural valioso como el petróleo en Venezuela, el Estado administra una riqueza relativa mayor al resto de la sociedad, aunque siga siendo una nación subdesarrollada. Las políticas para fomentar el desarrollo económico siempre enfrentan el riesgo de favorecer a unos pocos y no estimular el desarrollo económico sostenido. En el caso venezolano la política industrial, agrícola, minera, hipotecaria, así como el pésimo manejo de empresas estatales como la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), han creado una cultura de privilegios y corrupción desde los años setenta que han consagrado el rentismo como una actividad muy lucrativa. La impunidad, la mediocre política fiscal y la inflación hacen el resto del empobrecedor daño económico.

El Movimiento Bolivariano Revolucionario, MBR200, agrupación militar de izquierda radical, presuntamente organizado para derrocar la democracia propensa a la corrupción, aspira ahora a quedarse en el poder conviviendo con el rentismo en versión ampliada, tolerando el enriquecimiento abierto por colaboradores militares y civiles. No sólo se repiten malas políticas sectoriales y macroeconómicas, sino que bajo el socialismo marxista-leninista versión siglo XXI se dilapidan recursos en esquemas rentistas de propiedad colectiva que ya revelan un rotundo fracaso.

El colmo, sin embargo, se encuentra con los sectores privilegiados como la banca. Si bien la mayor parte de ésta ha surgido a la sombra del Estado, ahora hay un 40 por ciento de las instituciones financieras que abiertamente surgieron para intermediar depósitos gubernamentales y luego comprar bonos de deuda pública venezolanos u otros instrumentos que los ministros de finanzas asignan, conscientes de crear fortunas entre financistas, socios y familiares de la nueva elite "socialista".