Pluralismo, Tolerancia y Reconciliación
Por: Manuel Isidro Molina
Por todos lados, en la sociedad venezolana se levantan voces exigiendo pluralismo, tolerancia y reconciliación, objetivos que compartimos desde las trincheras de libertad y justicia social que hemos transitado durante las últimas décadas. No es la primera vez que se hace el planteamiento. Tampoco será la última, pues se trata de un proceso de reencuentro en valores democráticos, éticos y libertarios que no pueden estar ausentes de los escenarios de discusión y mesas de acuerdos. Necesario es acusar los principales obstáculos:
1.- El caos moral que vive la República , expresado en la galopante corrupción administrativa en la que sacian su sed de riqueza fácil funcionarios públicos y sus compinches de empresas privadas, cooperativas y otras entidades contratistas de obras, suministros y servicios con el Estado, a todo nivel. Ningún bandido enriquecido ilegalmente con dineros del pueblo soberano, puede sentarse a una mesa de conciliación y respeto entre los venezolanos.
2.- La visión excluyente en la que simultáneamente militan los partidarios del monopartidismo oficialista, negador del pluralismo democrático-participativo y del equitativo concierto de los principales factores de una sana economía mixta: el Estado, la empresa privada y las asociaciones productivas populares; y los promotores del ultra liberalismo económico, negador de nuestra soberanía y de la justicia social.
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3.- El militarismo, como degradación del buen desempeño militar institucional al servicio de la República y de su basal pluralismo ideológico, político, religioso, cultural, económico y social.
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4.- El manejo maquiavélico de la política, por parte de los principales actores políticos, sean del gobierno o de factores de oposición.
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5.- La deliberada acción de gobiernos extranjeros en la política interna, cuya incidencia perturba la búsqueda apropiada de sendas y opciones entre los venezolanos. Principalmente, Estados Unidos y Cuba, lo que efectivamente sirve de prolongación a la pugna histórica entre la potencia imperialista y la apetecida isla caribeña que vive un proceso revolucionario que devino en un esquema monopartidista superado por la realidad mundial.
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Los desencuentros no cesarán, pero se trata de fraguar un clima político nacional basado en la Constitución , las leyes y el respeto a la diversidad, realzando el civilismo sobre el autoritarismo, y la justicia social sobre la voracidad capitalista. Sin justicia social no hay paz, como sin respeto a la pluralidad no hay entendimiento posible.
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Hagamos todo por elevar el tono del debate, comenzando por lanzar suficientes señales como para que actores degradados de la política criolla cojan el camino del retiro voluntario, visto su desempeño en los asuntos públicos. Nadie lo hará por ellos, pero a ellos corresponde asumir tan dura decisión, la cual se facilita con sus nada desdeñables jubilaciones y, en otros casos, sus muy condenables recursos mal habidos durante sus desempeños públicos.
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Por su alta investidura, corresponde al presidente de la República dar los primeros pasos, amarrarse la lengua y apartarse del tono la cerante y descalificador que viene descargando tanto en la vida nacional como en el plano internacional. Podríamos afirmar que la reconciliación comienza por el verbo, que a su vez es vitrina del espíritu.
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Buena la palabra de los estudiantes universitarios que reclaman libertad de expresión e información y demás derechos civiles. Como buena es la reciente expresión conciliatoria de la Conferencia Episcopal Venezolana, independientemente de sus polémicos conceptos políticos e ideológicos. Rencores y odios no nos llevan a ninguna parte encomiable, como tampoco sirven la irresponsabilidad y la corrupción en el desempeño público de los diversos factores de poder político, económico y social.
El pluralismo, la tolerancia y la reconciliación son una y misma cosa, se retro alimentan y justifican. Por lo que no es descabellado decir que se trata de un modo de vida civilista, justo y digno. Es lo que debemos buscar entre los desmanes habidos por la confrontación fratricida entre bandos extremistas e intolerantes.
La mayoría de los venezolanos y venezolanas quieren –y exigen- paz con justicia social y equilibrios democráticos. Y ni el neoliberalismo ni el monopartidismo militarista ofrecen lo que queremos.
Paz, justicia social y equilibrios democráticos son la única opción válida para nuestra querida Venezuela, camino a la segunda década del siglo XXI.
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