Vendidos por un Plato de Lentejas
Por: Ramón Figuera
En el devenir cotidiano nos topamos con muchísimos acontecimientos, unos con raíces históricas y otros inverosímiles, difíciles de comprender. En este mismo orden de ideas, la Santa Biblia, la Palabra de Dios, nos proporciona la interesante y pedagógica historia que dice:
"Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado…Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿Para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día: Y el le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guiso de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura" (Génesis 25: 29-34)
Para los que no han leído la Biblia, Esaú y Jacob eran hermanos gemelos, hijos de Isaac, que a su vez era el único hijo de Abraham. En el idioma hebreo, la palabra Jacob significa: Engañador, suplantador; y antiguamente, en la región oriental de Harán, donde se desarrolló esta historia, era costumbre que un hombre podía vender su primogenitura a su hermano. La primogenitura era el derecho del primer hijo, y ello le garantizaba la dirección de la familia, en ausencia del padre; una posición más honorable que la de sus hermanos; una doble porción de la herencia: Lo mejor de sus tierras y lo más rico de sus pertenencias, así como las bendiciones del Pacto que Dios había prometido a Abraham y a sus descendientes.
Obviamente Jacob actúo sin ética, con deshonestidad y ambición personal, pero la verdad central de esta historia bíblica la encontramos en la actitud ignorante, indiferente, indolente y facilista de Esaú, quien actuó motivado por la necesidad concreta e inmediata, como lo era el hambre que sentía. Este comportamiento refleja que su interés primario estaba centrado en las posesiones materiales y perecederas más que en las espirituales, sin meditar en el costo de sus acciones. Sólo pensó en el pan y el plato de lentejas para hoy, y no en el hambre del mañana.
Si concatenamos este relato con la historia del capítulo 27 del Génesis, podemos concluir que, Esaú demostró poco aprecio por los principios y valores espirituales, y anduvo aventureramente por la vida, para verse mas tarde defraudado, en lo mejor, y acorralado por su hermano suplantador, más astuto que él. Le pareció que la primogenitura, con sus bendiciones materiales y espirituales, era de poco valor, hasta el punto que la vendió. Es importante señalar dos aspecto significativos de esta historia, primero, la primogenitura pertenecía de hecho y por derecho a Esaú, por cuanto Dios le había dado el privilegio de haber nacido primero; Y segundo, Tanto Esaú como Jacob no mostraron interés alguno que fuera digno de alabanza en los tesoros espirituales.
Desde el punto de vista de la teología, la descendencia de Abraham la constituye hoy día, la iglesia cristiana, formada por todos los creyentes fieles en Jesucristo. En consecuencia, en ella nacen los Esaú y los Jacob del siglo XXI, cuya historia se repite por aplicación y analogía. En esta mal llamada revolución bolivariana, cuyo nombre más apropiado debería ser robolución, por los innumerables casos de corrupción denunciados por Luís Tascón, Iris Valera, el capitán Otaiza y otros, abundan los Esaú comiendo del guiso rojo, quienes despreciando su primogenitura, la han vendido por unas migajas de pan (dadivas del Estado) y por un plato de lentejas (misiones). Pudiendo ser honorables herederos de los tesoros espirituales prometidos por Dios a Abraham y a su descendencia, le rinden culto, loores y alabanzas a un sátrapa totalitario, militarista y fascista, que pretende controlar a la sociedad venezolana a costa de la destrucción del país.
Por: Ramón Figuera
En el devenir cotidiano nos topamos con muchísimos acontecimientos, unos con raíces históricas y otros inverosímiles, difíciles de comprender. En este mismo orden de ideas, la Santa Biblia, la Palabra de Dios, nos proporciona la interesante y pedagógica historia que dice:
"Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado…Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿Para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día: Y el le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guiso de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura" (Génesis 25: 29-34)
Para los que no han leído la Biblia, Esaú y Jacob eran hermanos gemelos, hijos de Isaac, que a su vez era el único hijo de Abraham. En el idioma hebreo, la palabra Jacob significa: Engañador, suplantador; y antiguamente, en la región oriental de Harán, donde se desarrolló esta historia, era costumbre que un hombre podía vender su primogenitura a su hermano. La primogenitura era el derecho del primer hijo, y ello le garantizaba la dirección de la familia, en ausencia del padre; una posición más honorable que la de sus hermanos; una doble porción de la herencia: Lo mejor de sus tierras y lo más rico de sus pertenencias, así como las bendiciones del Pacto que Dios había prometido a Abraham y a sus descendientes.
Obviamente Jacob actúo sin ética, con deshonestidad y ambición personal, pero la verdad central de esta historia bíblica la encontramos en la actitud ignorante, indiferente, indolente y facilista de Esaú, quien actuó motivado por la necesidad concreta e inmediata, como lo era el hambre que sentía. Este comportamiento refleja que su interés primario estaba centrado en las posesiones materiales y perecederas más que en las espirituales, sin meditar en el costo de sus acciones. Sólo pensó en el pan y el plato de lentejas para hoy, y no en el hambre del mañana.
Si concatenamos este relato con la historia del capítulo 27 del Génesis, podemos concluir que, Esaú demostró poco aprecio por los principios y valores espirituales, y anduvo aventureramente por la vida, para verse mas tarde defraudado, en lo mejor, y acorralado por su hermano suplantador, más astuto que él. Le pareció que la primogenitura, con sus bendiciones materiales y espirituales, era de poco valor, hasta el punto que la vendió. Es importante señalar dos aspecto significativos de esta historia, primero, la primogenitura pertenecía de hecho y por derecho a Esaú, por cuanto Dios le había dado el privilegio de haber nacido primero; Y segundo, Tanto Esaú como Jacob no mostraron interés alguno que fuera digno de alabanza en los tesoros espirituales.
Desde el punto de vista de la teología, la descendencia de Abraham la constituye hoy día, la iglesia cristiana, formada por todos los creyentes fieles en Jesucristo. En consecuencia, en ella nacen los Esaú y los Jacob del siglo XXI, cuya historia se repite por aplicación y analogía. En esta mal llamada revolución bolivariana, cuyo nombre más apropiado debería ser robolución, por los innumerables casos de corrupción denunciados por Luís Tascón, Iris Valera, el capitán Otaiza y otros, abundan los Esaú comiendo del guiso rojo, quienes despreciando su primogenitura, la han vendido por unas migajas de pan (dadivas del Estado) y por un plato de lentejas (misiones). Pudiendo ser honorables herederos de los tesoros espirituales prometidos por Dios a Abraham y a su descendencia, le rinden culto, loores y alabanzas a un sátrapa totalitario, militarista y fascista, que pretende controlar a la sociedad venezolana a costa de la destrucción del país.
1 Comments:
LETRAS, LETRAS Y MÁS LETRAS
Si las letras fueran dardos embadurnados de CURARE activo y se lanzaran con una cervatana de múltiple y explosivo impulso, no quedaría vivo, ni en pie ningún ROBOlucionario chavista, de esos que despilfarran, aprovechan, malfaratan y beben de nuestra sangre sedientamente, y así como los exterminó Augusto Pinochet en Chile ante el hambre y la creciente escacez e inflación criminal propiciada por aquél semi-infernal dictador comunisocialista que se fraguaba en ese Estado de la América, todos desaparecerán, unos huyendo en estampida, otros hacia el cementerio, otros escondiéndose y disfrazándose y el resto oportunista hacia su partido anterior donde militaba y se alimentaba de sus sanas, desinteresadas y limpias lentejas, y porque el Chile del entonces se justificaba y tenía y tiene hoy para su historia, y sin duda alguna, por vía del escarmiento, una existencia de política económica social y efectiva, gracias a ese radicalismo y decisionismo de transparencia democrática franca, real y justa, y porque el ataque y la muerte del cáncer toca y alcanza la libertad y por ende, la misma e ideal y colectiva sobrevivencia humana; pues, matar al mal o ir contra el psicópata o el terrorista camuflado que nos destruye, es un acto instintivo y justificado de defensa en aras del bien universal común y no hay Estado del planeta alguno que no haya logrado su independencia, sin haberla escrito derramando sangre, y el odio no se revierte contra el que directamente lo cultivó, sino también contra todo el entorno que lo amparó, complementó y remotivó.
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