Corrupción e inseguridad
Por: Orlando Ochoa
Dos males renovados y reforzados invaden en forma sistemática todos los aspectos de la sociedad y la economía venezolana: la corrupción y la inseguridad personal. Esta última se expresa trágicamente en asesinatos, robos y secuestros. En cualquier medición internacional nuestro país aparece peor que hace 10 años y como uno de los más afectados en el mundo por la corrupción y los homicidios. En estos crímenes el factor común es la impunidad, la cual los difunde como enfermedades sociales endémicas con graves consecuencias para el país.
Estos delitos contra la vida, la propiedad y los dineros públicos se agudizaron en los últimos años, justamente con la bonanza petrolera, al igual como ocurrió en los años setenta. No es la pobreza en si misma, pues hay naciones más pobres y son menos corruptas y violentas; ni tampoco son los altos ingresos, pues hay países ricos sin estos trastornos extremos. En la corrupción y la violencia venezolana están las huellas del crimen organizado, ya sea por drogas, secuestros, guerrilla o por testaferros y ladrones políticos aspirantes al reconocimiento social de su riqueza mal habida.
Las causas de fondo de estas dos corrientes de crimen en Venezuela son la crónica debilidad e inoperancia de las instituciones públicas acompañada de riqueza fácil y la percepción general que asocia la súbita prosperidad a la cercanía al poder político. Parece influir también la noción popular de que ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón. La cotidiana práctica de policías, fiscales y tribunales que permiten el inmediato reciclaje de cualquier delincuente con capacidad de pago, nos dan una perspectiva de lo arraigado y dañino de estos males en el Estado y la sociedad venezolana.
¿Cómo esperar que en este ambiente los políticos, sindicalistas, empresarios y banqueros acepten las leyes y abandonen prácticas usuales de corrupción? No se trata de controlar solamente el crimen en las calles pero continúen las adjudicaciones secretas de bonos o notas en dólares por Finanzas a bancos y de contratos con sobreprecio en PDVSA, CVG, ministerios y gobernaciones. Aunque es repugnante hay que recordar que el alto gobierno está integrado por militares que se alzaron con las armas de la República porque decían no tolerar el saqueo sistemático del país.
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