Si Puede Votar, Puede Ir Preso
Por: Augusto Hernández
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Rechazo rotundamente la tesis planteada en el título de este artículo, esgrimida por algunos de los que se oponen a la posibilidad de que la edad para votar pueda rebajarse de 18 a 16 años.
Rechazo rotundamente la tesis planteada en el título de este artículo, esgrimida por algunos de los que se oponen a la posibilidad de que la edad para votar pueda rebajarse de 18 a 16 años.
Sin embargo, por razones muy distintas, me opongo a incluir entre los electores venezolanos a jóvenes adolescentes que no han llegado a la mayoría de edad. Dicha oposición se sustenta en planteamientos muy parecidos a los de quienes se niegan a que los delincuentes adolescentes sean juzgados como personas mayores y sometidos a las mismas penas.
Sencillamente los menores de 18 años todavía no tienen la madurez necesaria para tomar decisiones o emitir votos que acarreen consecuencias con respecto a toda la comunidad, incluyendo ancianos, niños y adultos. ¿Pondremos en sus manos la toma de decisiones en materia educativa, militar y diplomática?
Creo que resulta demagógico, pero, más que eso, peligroso, que los partidos políticos, de manera especial el PSUV, abran sus puertas para que los adolescentes ingresen como militantes. De la manera más modesta, pero con toda la responsabilidad que el caso amerita, ruego a los compatriotas revolucionarios y socialistas reconsiderar dicha decisión.
Por mi parte creo que los jóvenes adolescentes, lejos de cargarlos de responsabilidades partidistas y de usarlos como puntas de lanza para el activismo, deben ser estimularlos a estudiar y a culturizarse, pero, más que todo, a disfrutar sanamente su juventud, el final de la infancia o la niñez, una época especialmente importante en la vida.
En vez de incorporarlos al activismo político, cargado de sectarismo, diatribas y rivalidades partidistas que, muchas veces, llegan a extremos de violencia, debemos contribuir para que preserven el idealismo no contaminado, las ilusiones sobre la bondad del género humano y el amor romántico, aquel que por primera vez ilusiona al espíritu.
No se trata de negarles un derecho. Por el contrario, lo que se pretende es garantizarles el goce de un bien inestimable.
Por lo demás, creo que las autoridades que velan por el cumplimiento de la Lopna deberían opinar sobre este asunto.
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