La cínica “neutralidad” del canciller Lacognata
Editorial: Diario ABC (Paraguay)
La actuación del Gobierno nacional en lo referente a la crisis diplomática que existe entre Venezuela y Colombia denota a las claras su indisimulada afinidad con el régimen despótico de Hugo Chávez –a cuyos intereses la posición de nuestras autoridades es absolutamente funcional–, así como una profunda hipocresía.
En primer lugar, la forma intempestiva y desconsiderada para con el prestigio internacional del Paraguay en que se produjo la visita del ministro “del Poder Popular” para las Relaciones Exteriores de Venezuela, Nicolás Maduro –casi a la medianoche y sin guardar siquiera las formalidades que deben rodear a este tipo de encuentros–, y la manera precipitada y obsecuente con que fue recibido aquí por el propio presidente Fernando Lugo hablan muy pobremente de la postura oficial que el Gobierno ha asumido en lo atinente al diferendo colombo-venezolano.
El ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Lacognata, de deslucida gestión en tantos ámbitos de nuestro relacionamiento internacional –el caso de las torpes negociaciones con el Brasil en lo que respecta a la reivindicación de nuestra soberanía energética es solo uno de los más paradigmáticos–, se llenó la boca en público asegurando que el Paraguay no adoptaría una postura de “alineamiento” con ninguno de los dos países envueltos en el litigio, ya que el Gobierno se “reservaba el papel de mediación en el conflicto”.
Estas declaraciones, que se contradicen con otras que había formulado la semana pasada cuando afirmó que la denuncia planteada por Colombia ante el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) era seria y merecía ser investigada, reflejan sin lugar a dudas el alto grado de subordinación que tiene la política exterior del actual gobierno con el intolerante régimen chavista.
En el tema de la crisis diplomática surgida entre Venezuela y Colombia, Paraguay no debe declararse neutral, y si lo hace, constituiría un acto peligroso de puro cinismo y falsedad. ¿Cómo habríamos de declararnos neutrales ante las denuncias documentadas que un país sudamericano presenta ante un organismo internacional, acusando a un Estado de la región nada menos que de ofrecer refugio al narcoterrorismo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)? ¿De qué forma se puede justificar esta flagrante violación de la soberanía de un país hermano?
Lo que corresponde necesariamente en este caso es que se proceda a investigar la grave denuncia planteada por Colombia, que la pusilánime OEA responda conformando inmediatamente una comisión que se haga presente en territorio venezolano para corroborar si el contenido del planteo presentado por el gobierno de Alvaro Uribe es cierto y, de ser así, que se tomen las medidas correctivas y se apliquen las sanciones del caso.
¿De qué neutralidad habla el canciller Lacognata? Será a lo sumo la expresión de una solapada sujeción a los dictados que desde Caracas le llegan al gobierno de Fernando Lugo. Pero, además, ¿qué tipo de mediación le cabría al Paraguay ejercer en este caso? Ninguna. Lo grave del caso es que esta falsa neutralidad no hace más que apañar la funesta acción de los terroristas en territorio colombiano y, lo que es peor, por extensión, mostrar una indebida condescendencia aquí con los insurgentes del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), banda asociada a las FARC para secuestrar e infundir terror en nuestro país.
Resulta cuando menos indignante que el Gobierno nacional se convierta en altavoz de la intriga al permitir que el canciller “del Poder Popular” Maduro utilice nuestro país para promover una supuesta “negociación política” con las FARC, lo cual no es más que una excusa destinada a ocultar los profundos nexos existentes entre su belicoso jefe y los rebeldes que operan en Colombia.
Las FARC asesinan a colombianos, trafican estupefacientes, secuestran con fines extorsivos a indefensos ciudadanos de su país, colocan bombas, siembran el terror allí donde se consolida su siniestra presencia. Si el Paraguay quiere verdaderamente que estos males no se extiendan a su territorio, el Gobierno nacional debe demostrar una posición clara de condena con los victimarios de Colombia y con todos aquellos que, con su concurso y solidaridad, apoyan a los violentos. Esta debe ser la postura digna y comprometida con la seguridad de los paraguayos que el canciller Lacognata tendría que impulsar con firmeza y claridad, y no su falsa “neutralidad”, que solo puede ser entendida como complicidad con el tirano Chávez.
La actuación del Gobierno nacional en lo referente a la crisis diplomática que existe entre Venezuela y Colombia denota a las claras su indisimulada afinidad con el régimen despótico de Hugo Chávez –a cuyos intereses la posición de nuestras autoridades es absolutamente funcional–, así como una profunda hipocresía.
En primer lugar, la forma intempestiva y desconsiderada para con el prestigio internacional del Paraguay en que se produjo la visita del ministro “del Poder Popular” para las Relaciones Exteriores de Venezuela, Nicolás Maduro –casi a la medianoche y sin guardar siquiera las formalidades que deben rodear a este tipo de encuentros–, y la manera precipitada y obsecuente con que fue recibido aquí por el propio presidente Fernando Lugo hablan muy pobremente de la postura oficial que el Gobierno ha asumido en lo atinente al diferendo colombo-venezolano.
El ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Lacognata, de deslucida gestión en tantos ámbitos de nuestro relacionamiento internacional –el caso de las torpes negociaciones con el Brasil en lo que respecta a la reivindicación de nuestra soberanía energética es solo uno de los más paradigmáticos–, se llenó la boca en público asegurando que el Paraguay no adoptaría una postura de “alineamiento” con ninguno de los dos países envueltos en el litigio, ya que el Gobierno se “reservaba el papel de mediación en el conflicto”.
Estas declaraciones, que se contradicen con otras que había formulado la semana pasada cuando afirmó que la denuncia planteada por Colombia ante el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) era seria y merecía ser investigada, reflejan sin lugar a dudas el alto grado de subordinación que tiene la política exterior del actual gobierno con el intolerante régimen chavista.
En el tema de la crisis diplomática surgida entre Venezuela y Colombia, Paraguay no debe declararse neutral, y si lo hace, constituiría un acto peligroso de puro cinismo y falsedad. ¿Cómo habríamos de declararnos neutrales ante las denuncias documentadas que un país sudamericano presenta ante un organismo internacional, acusando a un Estado de la región nada menos que de ofrecer refugio al narcoterrorismo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)? ¿De qué forma se puede justificar esta flagrante violación de la soberanía de un país hermano?
Lo que corresponde necesariamente en este caso es que se proceda a investigar la grave denuncia planteada por Colombia, que la pusilánime OEA responda conformando inmediatamente una comisión que se haga presente en territorio venezolano para corroborar si el contenido del planteo presentado por el gobierno de Alvaro Uribe es cierto y, de ser así, que se tomen las medidas correctivas y se apliquen las sanciones del caso.
¿De qué neutralidad habla el canciller Lacognata? Será a lo sumo la expresión de una solapada sujeción a los dictados que desde Caracas le llegan al gobierno de Fernando Lugo. Pero, además, ¿qué tipo de mediación le cabría al Paraguay ejercer en este caso? Ninguna. Lo grave del caso es que esta falsa neutralidad no hace más que apañar la funesta acción de los terroristas en territorio colombiano y, lo que es peor, por extensión, mostrar una indebida condescendencia aquí con los insurgentes del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), banda asociada a las FARC para secuestrar e infundir terror en nuestro país.
Resulta cuando menos indignante que el Gobierno nacional se convierta en altavoz de la intriga al permitir que el canciller “del Poder Popular” Maduro utilice nuestro país para promover una supuesta “negociación política” con las FARC, lo cual no es más que una excusa destinada a ocultar los profundos nexos existentes entre su belicoso jefe y los rebeldes que operan en Colombia.
Las FARC asesinan a colombianos, trafican estupefacientes, secuestran con fines extorsivos a indefensos ciudadanos de su país, colocan bombas, siembran el terror allí donde se consolida su siniestra presencia. Si el Paraguay quiere verdaderamente que estos males no se extiendan a su territorio, el Gobierno nacional debe demostrar una posición clara de condena con los victimarios de Colombia y con todos aquellos que, con su concurso y solidaridad, apoyan a los violentos. Esta debe ser la postura digna y comprometida con la seguridad de los paraguayos que el canciller Lacognata tendría que impulsar con firmeza y claridad, y no su falsa “neutralidad”, que solo puede ser entendida como complicidad con el tirano Chávez.
Etiquetas: narcotrafico
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