Venezuela: Vasallaje intelectual
Por: José Rafael Léopez Padrino
La realidad histórica nos dice que no fueron pocos los intelectuales, que abrazaron el nazifascismo en el siglo pasado. Muchos de ellos lo hicieron seducidos por los cantos de sirena del nacionalsocialismo alemán y del fascismo italiano, otros por comodidad o miedo, pero todos terminaron respaldándolos y defendiéndolos con pasión, a sabiendas de las terribles violaciones a los derechos humanos que allí se cometían.
A semejanza de los nefastos regímenes nazi-fascistas del siglo pasado, el vocinglero de Miraflores también se ha hecho de su grupete de intelectuales dóciles y genuflexos a sus dictámenes. Intelectuales cortesanos (Carmen Bohórquez, Luis Britto García, William Osuna, Roberto Hernández Montoya, Roberto Malaver, entre otros) que promueven sin escrúpulos el socialfascismo bolivariano cuya base ideológica plantea una sumisión de la razón a la voluntad del líder, la homogeneidad del pensamiento, la militarización de la sociedad, un componente social interclasista (corporativismo), así como un capitalismo de Estado. Son los abanderados en defender un caudillismo retrógrado (comandante-presidente) "el que nunca se equívoca", "el que siempre tiene razón", "el que habla en nombre del pueblo" en fin, el superhombre (Ubermensch), parafraseando a Nietzsche.
Esta privilegiada casta de intelectuales adulantes -legitiman su función mediante una permanente apología al líder- nos deleitan con peroratas sobre la emancipación de los pueblos, pero apoyan a gobiernos totalitarios que castran el libre pensamiento y la pluralidad ideológica, protestan en contra de la violación de los derechos humanos en otras latitudes, pero son incapaces de hacerlo cuando tales violaciones ocurren en Venezuela, o en países que son sus cómplices políticos (Irán, Argelia y Libia).
Otros intelectuales alaban al proceso, pero de una manera menos vehemente. Bien sea por pragmatismo, miedo o devoción apoyan los dislates de nuestro "Duce tropical". Nos referimos al maestro José Antonio Abreu, y su pupilo Gustavo Dudamel, quienes no pierden oportunidad para satisfacer los deseos del autoritario de Miraflores. Ojalá el señor Dudamel no termine siendo un Herbert Von Karajan o un Richard Strauss, compositores que pusieron sus talentos al servicio del Tercer Reich. El primero dirigiendo la Filarmónica de Berlín en los conciertos apologéticos en honor a Hitler y el segundo componiendo partituras a solicitud del Führer (himno de las Olimpiadas del año 1933) o sustituyendo a colegas, quienes rehusaron rendirle pleitesías al régimen alemán como fueron los casos de Arturo Toscanini, despedido por negarse a dirigir las obras de Wagner en el Festival de Bayreuth y Bruno Walter, destituido como director de la Filarmónica de Berlín por su condición de judío.
Los seudo-intelectuales rebeldes de otros tiempos, hoy son mansos feligreses del ritualesco culto a la personalidad del tte coronel y su socialfascismo del siglo XXI.
A semejanza de los nefastos regímenes nazi-fascistas del siglo pasado, el vocinglero de Miraflores también se ha hecho de su grupete de intelectuales dóciles y genuflexos a sus dictámenes. Intelectuales cortesanos (Carmen Bohórquez, Luis Britto García, William Osuna, Roberto Hernández Montoya, Roberto Malaver, entre otros) que promueven sin escrúpulos el socialfascismo bolivariano cuya base ideológica plantea una sumisión de la razón a la voluntad del líder, la homogeneidad del pensamiento, la militarización de la sociedad, un componente social interclasista (corporativismo), así como un capitalismo de Estado. Son los abanderados en defender un caudillismo retrógrado (comandante-presidente) "el que nunca se equívoca", "el que siempre tiene razón", "el que habla en nombre del pueblo" en fin, el superhombre (Ubermensch), parafraseando a Nietzsche.
Esta privilegiada casta de intelectuales adulantes -legitiman su función mediante una permanente apología al líder- nos deleitan con peroratas sobre la emancipación de los pueblos, pero apoyan a gobiernos totalitarios que castran el libre pensamiento y la pluralidad ideológica, protestan en contra de la violación de los derechos humanos en otras latitudes, pero son incapaces de hacerlo cuando tales violaciones ocurren en Venezuela, o en países que son sus cómplices políticos (Irán, Argelia y Libia).
Otros intelectuales alaban al proceso, pero de una manera menos vehemente. Bien sea por pragmatismo, miedo o devoción apoyan los dislates de nuestro "Duce tropical". Nos referimos al maestro José Antonio Abreu, y su pupilo Gustavo Dudamel, quienes no pierden oportunidad para satisfacer los deseos del autoritario de Miraflores. Ojalá el señor Dudamel no termine siendo un Herbert Von Karajan o un Richard Strauss, compositores que pusieron sus talentos al servicio del Tercer Reich. El primero dirigiendo la Filarmónica de Berlín en los conciertos apologéticos en honor a Hitler y el segundo componiendo partituras a solicitud del Führer (himno de las Olimpiadas del año 1933) o sustituyendo a colegas, quienes rehusaron rendirle pleitesías al régimen alemán como fueron los casos de Arturo Toscanini, despedido por negarse a dirigir las obras de Wagner en el Festival de Bayreuth y Bruno Walter, destituido como director de la Filarmónica de Berlín por su condición de judío.
Los seudo-intelectuales rebeldes de otros tiempos, hoy son mansos feligreses del ritualesco culto a la personalidad del tte coronel y su socialfascismo del siglo XXI.
Etiquetas: colaboracionismo, Dudamel
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