Horrores del Socialismo Real
Por: Carlos R. Alvarado Grimán
El hombre es el único animal que tropieza dos o más veces contra la misma piedra. Vamos en curso de colisión contra el enorme peñón con el que impactaron los pueblos que padecieron el llamado “socialismo real”. Es la locura colectivista del campo que arrasó con las formas tradicionales de producción, en las zonas rurales de los países comunistas, bañándolos de sangre, hambre, miseria y horror.
El proyecto “revolucionario” de Chávez va encaminado hacia la sustitución del sector privado como base de la economía rural, por un sistema colectivista estalinista, pero peor concebido. Las cooperativas y las empresas de producción social han fracasado. El clientelismo político, la improvisación, la falta de supervisión y conocimiento técnico, así como la carencia de tradición agrícola, han sido parte de las causas por las cuales unidades productivas en manos de privados, han devenido en yermas extensiones de terrenos y en fincas de farras sancocheras.
Los grupos paramilitares bolivarianos y los irregulares colombianos, propician un inminente estado de preguerra en las zonas rurales. Estos grupos actúan impunemente ante los ojos complacientes de las otrora gloriosas Fuerzas Armadas Venezolanas. El objetivo es apropiarse mediante el terror de haciendas y fincas en producción. Un déjà vu a la sazón de lo ocurrido en los campos chinos o contra los kulaks rusos. Para coadyuvar con la implantación del socialismo rural, los irregulares apelan a los secuestros, el cobro de vacunas, los asesinatos, la quema y destrucción de cosechas.
El Estado venezolano como colofón: auspicia la agricultura de puertos; insufla la inseguridad jurídica sobre la tierra, afectando el acceso al crédito privado; boicoteando el abastecimiento de los insumos necesitados para la actividad agrícola y abandonando las vías de comunicación, entorpeciendo el transporte de los productos del campo a las ciudades.
Los resultados de este experimento suicida, no se han hecho esperar. Los datos que manejan las asociaciones campesinas indican que la mayoría de los rubros no alcanzaron las metas deseadas de producción. El arroz disminuyó 26%, el maíz en 30% y el sorgo en más del 40%. Al comparar la producción de 2005 y 2006, la mayoría de los rubros redujo visiblemente su cosecha.
Este panorama aciago aunado a la amenaza de la sustitución del intercambio capitalista por el trueque, conformaría el esquema para empujar al campo venezolano hacia el abismo colectivista. Las consecuencias de este despropósito histórico, tendrá consecuencias dantescas para todos los venezolanos y pondrá en grave peligro la seguridad alimentaría del país y nuestra propia independencia.
Edmund Burke ya lo señaló “para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagamos nada”. Es obligación de todos los venezolanos detener esta trama estalinista, réplica de todos los horrores del socialismo real.
El hombre es el único animal que tropieza dos o más veces contra la misma piedra. Vamos en curso de colisión contra el enorme peñón con el que impactaron los pueblos que padecieron el llamado “socialismo real”. Es la locura colectivista del campo que arrasó con las formas tradicionales de producción, en las zonas rurales de los países comunistas, bañándolos de sangre, hambre, miseria y horror.
El proyecto “revolucionario” de Chávez va encaminado hacia la sustitución del sector privado como base de la economía rural, por un sistema colectivista estalinista, pero peor concebido. Las cooperativas y las empresas de producción social han fracasado. El clientelismo político, la improvisación, la falta de supervisión y conocimiento técnico, así como la carencia de tradición agrícola, han sido parte de las causas por las cuales unidades productivas en manos de privados, han devenido en yermas extensiones de terrenos y en fincas de farras sancocheras.
Los grupos paramilitares bolivarianos y los irregulares colombianos, propician un inminente estado de preguerra en las zonas rurales. Estos grupos actúan impunemente ante los ojos complacientes de las otrora gloriosas Fuerzas Armadas Venezolanas. El objetivo es apropiarse mediante el terror de haciendas y fincas en producción. Un déjà vu a la sazón de lo ocurrido en los campos chinos o contra los kulaks rusos. Para coadyuvar con la implantación del socialismo rural, los irregulares apelan a los secuestros, el cobro de vacunas, los asesinatos, la quema y destrucción de cosechas.
El Estado venezolano como colofón: auspicia la agricultura de puertos; insufla la inseguridad jurídica sobre la tierra, afectando el acceso al crédito privado; boicoteando el abastecimiento de los insumos necesitados para la actividad agrícola y abandonando las vías de comunicación, entorpeciendo el transporte de los productos del campo a las ciudades.
Los resultados de este experimento suicida, no se han hecho esperar. Los datos que manejan las asociaciones campesinas indican que la mayoría de los rubros no alcanzaron las metas deseadas de producción. El arroz disminuyó 26%, el maíz en 30% y el sorgo en más del 40%. Al comparar la producción de 2005 y 2006, la mayoría de los rubros redujo visiblemente su cosecha.
Este panorama aciago aunado a la amenaza de la sustitución del intercambio capitalista por el trueque, conformaría el esquema para empujar al campo venezolano hacia el abismo colectivista. Las consecuencias de este despropósito histórico, tendrá consecuencias dantescas para todos los venezolanos y pondrá en grave peligro la seguridad alimentaría del país y nuestra propia independencia.
Edmund Burke ya lo señaló “para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagamos nada”. Es obligación de todos los venezolanos detener esta trama estalinista, réplica de todos los horrores del socialismo real.
Etiquetas: agricultura
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