EL DRAMA CARCELARIO
Por : Edmundo Iribarren
Nelson Mandela dijo en una oportunidad, palabras más, palabras menos, que el nivel de desarrollo de una sociedad se mide por las condiciones en que se encuentre su sistema carcelario. Y que lo dijera ese hombre que vivió veintisiete años en las entrañas del monstruo y que una vez liberado por la humanidad progresista y democrática, fue escogido por la mayoría negra de su país, para conducir los destinos de uno de los mayores emporios del planeta tierra.
Hemos titulado estas reflexiones de la manera más habitual que se acostumbra para calificar el problema de las cárceles en Venezuela. Prácticamente un “lugar común”. Lo que lo hace más dramático todavía. Pareciera que estamos acostumbrados a que ya forman parte del paisaje,
las terribles condiciones en que “subsisten” decenas de miles de jóvenes hijos de nuestro pueblo en esas mazmorras que ampulosamente llamamos “Centros Penitenciarios” o “Centros de Rehabilitación” Como si habláramos de otro mundo, de algo que no nos implica, que no nos toca.
Pero nos toca y demasiado. La seguridad de nuestras vidas y nuestros bienes pasa por un completo equipamiento y adiestramiento de los cuerpos policiales para prevenir y reprimir el delito además del mejoramiento progresivo de la calidad de vida de los policías. Un sistema judicial expedito que funcione y se dé abasto. Parejo a un proyecto social que a mediano y largo plazo valla eliminando las causas de la terrible exclusión que empuja por millares a los hijos de la Patria al barranco del delito. Y finalmente la eliminación de esas universidades, estas si verdaderamente autónomas, de profundización del crimen y el resentimiento, que son las cárceles en Venezuela.
Por otro lado se trata de la más cuantiosa deuda social que a través de los siglos ha venido acumulando el Estado venezolano con su pueblo. Los más queridos hijos de la Patria Bolivariana deberían ser su población carcelaria, producto mayoritario de profundas aberraciones sociales como la inequidad, el marginamiento y la exclusión. Gente joven en su inmensa mayoría y muy frecuentemente los más audaces, los más decididos y “resteados” de sus comunidades. Los guerreros de la sin razón, luchadores que deberían ser cuadros del movimiento popular revolucionario.
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Tarea prioritaria para la Revolución Bolivariana debe ser convertir todas y cada una de las cárceles de Venezuela en centros para recluir seres humanos. Que paguen sus faltas y corrijan sus delitos, que sean tratados con amor, la gran medicina para la recuperación del hombre. Que haya una verdadera rehabilitación ¿Y por qué no? que salgan agradecidos y verdaderamente recuperados.
No estamos soñando o divagando. No estamos planteando nada imposible. Es algo que otros países con menos recursos que nosotros lo han logrado y sin estarse desarrollando ninguna revolución. Resulta incomprensible que a estas alturas realmente no se hayan hecho esfuerzos serios, con resultados tangibles para saldar esa cuantiosa deuda social. Cualquiera diría que es algo imposible para nosotros, que es un hueso demasiado duro de roer.
El ministro Chacón en Interior y Justicia hizo públicos importantes esfuerzos. El resultado: el incremento de masivas matanzas en los últimos días del año y muy pocos avances tangibles. En su reemplazo, para entre otras cosas solucionar este problema, el Presidente Chávez nombró al diputado Pedro Carreño quien viene de presidir una Comisión de Contraloría de la AN que recibió centenares de casos de corrupción, todos gordos por supuesto, sin que se produjera un solo informe. ¿Es él quien va a solucionar con una concepción revolucionaria el problema del sistema penitenciario del país? Esperemos que así sea.
Entre tanto un verdadero polvorín espera por estallar. Y esta es la otra arista del problema. La gravísima situación social y humana de la población reclusa del país, ha venido acumulando una peligrosa carga explosiva, presta a reventar en cualquier momento. Y allí está atenta la mano desestabilizadora. Mucho le ha dado la Revolución Bolivariana al pueblo en general y muy poco a los presos en particular.
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