¿Se ha abierto la sucesión de Chávez?
Por: Domingo Alberto Rangel
La masa estudiantil constituye, encarna o representa hoy el más caudaloso movimiento de masas en Venezuela. Basta una singular o solitaria reflexión para demostrarlo. ¿Podría otro sector social, otra fuerza política, otro interés más o menos organizado, congregar el mismo caudal de gente en las calles de la capital, sin apelar al consabido y punible recurso de los autobuses? En absoluto.
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La primavera de Chávez pasó para siempre. Aquellos tiempos del balcón del pueblo en Miraflores, cuando hasta Diosdado Cabello llenaba una plaza sin acudir a los atractivos del autobús, la remuneración y el refrigerio pertenecen a un pasado.
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El oficialismo seguirá ganando elecciones, pero con una mezcla de fraude que sustituya a una popularidad decadente o yacente. Hugo Chávez ha recorrido la misma trayectoria de todos los caudillos engendrados por la sociedad dominante. Inmensa popularidad en los primeros cinco años, desbordado optimismo, estancamiento al sobrevenir el choque entre "paja" de promesas y realidades duras que persisten, y luego, al cabo de los años, desprestigio irremediable. Así ocurrió con Carlos Andrés Pérez, así ocurrirá con Hugo Chávez. Ellos son engendros del mismo sistema de poder, expresión de la misma cultura política, fruto de igual ambiente. ¿Por qué con Chávez no ha de ocurrir lo mismo que con Pérez? Ya está ocurriendo, pero como en las monarquías absolutas, el que nazca el sucesor no significa que el trono pasará de inmediato a sus manos.
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El oficialismo todavía no carece de popularidad, pero no es aquella de signo renovador y fresco que lo rodeó hasta 2005 más o menos. Dentro del oficialismo, ese encogimiento, o mejor, cambio de la naturaleza en su popularidad, ha sugerido volver a lo que fueron prácticas de adecos y copeyanos en sus 40 años de dominación. La dádiva, la comisión, el negocio tramposo, esos arbitrios de la puerca democracia gobernante entre 1958 y 1999 renace desde 2005 con esplendor de trinitaria en verano.
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Hoy no existe ya acto de la Administración que no conlleve la oscura mácula del peculado o de la concusión, delitos que nadie investiga ni castiga. El oficialismo, como dijimos más arriba, conserva aún reservas de popularidad. Son en su arsenal político como en el baúl de la solterona los regalos del novio lejano, algo olorosos a naftalina.
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No va a caer ya el oficialismo, tiene reservas no sólo de popularidad, que le permitirán subsistir así sea como el borracho en la madrugada que sólo puede caminar dando tumbos. Tiene además respaldo militar, porque Chávez, que sabe ser bellaco cuando lo necesita, aparte del caudal de su pasado de conspirador, ha comprometido a la Fuerza Armada, convirtiéndola en su cómplice consuetudinaria. No sé cómo van a sobrevivir los militares cuando advenga otro régimen después de haberse transformado en virtuales espalderos del actual Presidente. Aquel mito de la Fuerza Armada imparcial, colocada por encima de los intereses políticos, ha desaparecido. De ella queda apenas una guardia pretoriana comprometida con las camarillas gobernantes.
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Los estudiantes con sus marchas lanzan un reto. No es un reto de vencimiento a corto plazo. Mucha agua deberá correr debajo de los puentes de la vida para que el actual movimiento estudiantil asuma las riendas de la sociedad venezolana. No hay en cambio duda de que mañana, cuando el sol haya hecho madurar el movimiento estudiantil, el reloj de arena que mide la vida de los regímenes políticos empezará su irrevocable cuenta regresiva.
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Los estudiantes han venido a llenar un vacío, el que abrió Chávez hace 15 años cuando insurreccionó contra la satrapía de ladrones que encabezaba Carlos Andrés Pérez. El comandante Chávez en sus primeros seis años gozó la ventaja de gobernar sin oposición. Ahora va a tenerla en exceso y con creciente fuerza. La transición entre dos regímenes, el de hoy y el de mañana, tal vez haya comenzado. Nadie sabe cuánto durará.
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