Las "erres" se desdicen entre sí, condenando al país a un juego de propaganda lleno de viejos errores.
Es el décimo año de la revolución. El kilometraje advierte un largo recorrido. Ya nada será lo mismo para el comandante y su proceso. El tiempo es implacable y sus huellas, irreparables. Lo que ha quedado corroído por el hollín, jamás recobrará su viejo brillo. Se le puede restaurar con las mejores técnicas, pero ni aún así podrán ocultarse las vetas más hondas del desgaste. El anuncio de las tres "erres" -que ya todos repiten, contradiciendo la esencia de una genuina rectificación es el reconocimiento, por parte del Presidente, del inicio de un nuevo período: de un momento aún más empinado, cuya característica principal será la creciente decadencia de quienes administran el poder en Venezuela. Los signos del ocaso fueron prolijos en los meses y días finales de 2007 y hasta en los discursos de bienvenida de este 2008, en los que ya se presagian los próximos trajines nacionales.
Cualquiera podría confundirse señalando que Chávez ha comenzado a hacer una interpretación atinada de los resultados del referendo. Ciertamente, tal vez está intentándolo. Al fin y al cabo, su afán por ganarse otro período constitucional para completar veintiún años de reinado en Miraflores, le obligan a esmerarse y, sobre todo, a reciclar consignas que se distingan por su buena sonoridad. Sin embargo, las "erres" mencionadas se desdicen entre sí, condenando al país a presenciar un simple juego propagandístico detrás del cual sólo existe el propósito de encubrir una inminente reproducción de los viejos errores acumulados, que desmejoraron por completo la antigua vitalidad del "proceso", hasta condenarlo a su fin inexorable¿ Basta escuchar las voces del orfeón bolivariano -con su estribillo circular sobre las benditas "erres" en el que siguen reprimidas las improvisaciones espontáneas de la disidencia endógena- para visualizar el destino de esta suerte de nueva misión. Una misión destinada al imposible objetivo de restituirle la juventud al comandante y a su ensayo socialista.
Que Chávez hable de rectificación mientras mantenga sus coqueteos con el modelo que el país acaba de rechazarle en las urnas electorales, no habla bien de la calidad de esa relectura de los hechos políticos ocurridos en diciembre. La tentación a reincidir está nítidamente expuesta en la pretensión de reimpulsar la médula de un "proyecto" que, en sí mismo, ya entró en la inevitable fase añosa de la decadencia. La única rectificación posible -ésa sobre la que sentenciaron los venezolanos el pasado 2D- supondría que el Presidente gobierne con sencillez y decoro sobre los graves problemas de la nación. Que se transforme en el conserje de esta pobre Venezuela boyante en la que no se justifica la inseguridad, el desempleo, el desabastecimiento, el alto costo de la vida y la pobrecía del país profundo de los barrios y la provincia. Cualquier cosa distinta es más de lo mismo en términos de errores y otras "erres".
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