La última de Chávez
Por: Manuel Isidro Molina
Con su manejo irresponsable de la jefatura del Estado, el presidente Hugo Chávez Frías acaba de hacer su última jugada, ante un parlamento complaciente y laudatorio. En vez de hacer un discurso apegado a la norma constitucional, cuya finalidad es un informe a la nación sobre su gestión del año precedente, se largó un mitin de plaza pública, “para público de galería”.
Queríamos oír de su responsabilidad personal e institucional en la cadena de fracasos que fue 2007, para él y sus adulantes medradores: 22,5% de inflación, desabastecimiento de bienes de consumo básico (alimentos y hasta papel higiénico), irregular suministro de fármacos, corrupción descarada de sus funcionarios encumbrados, delincuencia devastadora que rompe todos los niveles aceptables en la lucha contra las mafias que asesinan, secuestran, extorsionan y roban a la población decente y productiva del país. O sobre los resultados de su agravio a la voluntad democrática de más del 80% de los venezolanos y venezolanas que nos opusimos al cierre de las transmisiones abiertas de RCTV; o de cuánto echaron mano él y sus subalternos, abusivamente, para la constitución de ese fiasco que llaman “PSUV”, que ni es partido ni es nada, pero lo financia el gobierno con dinero de la nación; o, si quiera, una palabra sobre los 800 mil dólares que llevó Antonini Wilson a Buenos Aires; o algo sobre lo que le costó al país la corrupta y ofensiva campaña a favor del bodrio constitucional que naufragó el 2D. Nada de eso, hubo en su mitin del viernes 11 de enero. Ah, pero lanzó la bomba que da vueltas por el mundo: ¡la necesidad de reconocer beligerancia política a las FARC y al ELN colombianos! No pudo ser más imprudente, más irresponsable. Quiso así, tapar su pobre gestión gubernamental y su fracaso personal como autócrata y gobernante.
Habrá tiempo de analizar a fondo el delicado asunto, pero lo básico para la discusión es comprender que lo del reconocimiento a la beligerancia de los grupos insurgentes en Colombia es una decisión política tan importante como calificarlos de “terroristas” (que no comparto); pero un grave error político, diplomático y estratégico fue lanzar el planteamiento oficialmente desde Venezuela, país limítrofe de Colombia, sin consultar a la sociedad venezolana (vuelve a resaltar el estilo autocrático presidencial) ni reconocer las profundas dificultades que confronta el obierno colombiano en la traumatizada, ensangrentada y corrompida sociedad que es la vecina Colombia. Ese es su concepto irresponsable de gobierno, sin respetarnos a los venezolanos ni al entorno internacional; está en su ocaso político, precisamente por su falta de seriedad en el desempeño público.
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