El Factor Dostoievski
Por: Alberto Barrera Tyszka
A veces voy a caminar al parque del este. Me gusta ir temprano, a las cinco y media de la mañana. Existe, en medio de tanto verde y del desorden de pájaros y loros, una ciudad que también me encanta, bastante diferente a todas las otras Caracas que se mueven durante el resto del día. No soy un furibundo del ejercicio. Con saludable envidia, veo pasar a los eternos, brillantes y fibrosos, corriendo y hablando al mismo tiempo. Lo mío es un apenas. Apenas camino. Apenas doy dos vueltas. Apenas voy un día sí y otro no.
El miércoles de esta semana, cuando estaba a la mitad de la segunda vuelta, un descuido de mi curiosidad aterrizó de pronto en la valla que rodea la laguna donde antes se alzaba la carabela de Colón. Detrás de la valla debía estar el Leander, el mítico barco en el que subió Miranda para iniciar una expedición que pretendía liberar a Hispanoamérica. Sin embargo, no hay nada. Un letrero anuncia la celebración bicentenaria del suceso, prometiendo recibir al héroe como se merece, 200 años después, en 2006. El último texto que aparece en la página web del proyecto lleva por título "El Leander vs el olvido".
Di la otra media vuelta que me quedaba pensando, justamente, en ese país que somos: el país del Leander inexistente y el país del nosotros, que pasamos tantas veces delante de él, ya sin inmutarnos, sin perplejidades o sin rabias, acostumbrados a no reaccionar frente a ese vacío.
Escribió Dostoievski que una de las mejores definiciones del animal humano podía hallarse en su disposición para aceptar y acoplarse a cualquier circunstancia, incluso a las más dolorosas y humillantes. "Un ser que se habitúa a todo". Viéndolo desde esta perspectiva, quizás debamos decir que el país se nos está volviendo, de pronto, profundamente dostoievskiano. Nos hemos adaptado a un proceso delirante donde nada parece ocurrir mientras todo sucede, donde todo parece suceder mientras nada realmente ocurre. Lo más real que tenemos es eso: un juego de palabras.
Ahí está el 2 de diciembre. Pasó de todo y no pasó nada. Ya no sabemos si es una fiesta o si es una tragedia. El Presidente, públicamente, ha llegado incluso a dudar de que haya sido una derrota, a desconocer la voluntad popular que se opuso a su propuesta. El CNE ni siquiera se molesta en explicar demasiado por qué a esta altura no hay resultados definitivos. Esta semana, delatando una estrategia articulada, Arias Cárdenas, William Lara y Mario Silva han destapado de nuevo el sueño de la reelección indefinida de Chávez ¿Existió o no existió el referéndum constitucional? También a eso nos hemos adaptado: ya sabemos que la realidad es un fantasma.
La lista es larga. Ya nos resulta habitual el ventajismo salvaje, el apartheid político, las inhabilitaciones de Clodosbaldo Russián: ahora el "poder moral" ejecuta la exclusión. Ya nos parece normal que el Gobierno no rinda cuentas, que la Venezuela saudita respire ahora la misma ebriedad de siempre, pero con Alí Primera en la rockola.
Ya es natural que cada día haya más crímenes mientras, cada día, también, las autoridades ofrecen estadísticas triunfalistas y pretenden vencer la muerte con comiquitas festivas en la televisión. ¿Cómo un poder que ha sido incapaz de resolver el caso de Danilo Anderson puede atreverse a mencionar, siquiera, un plan de inteligencia o de contrainteligencia nacional? Podemos acostumbrarnos a todo. Porque también nos resulta habitual, normal o natural, que la oposición canibalice su propia minoría, que se dedique a pelear por determinados municipios, desatendiendo otros espacios de poder y otros terrenos de lucha política. Ya no nos sorprende que, después de diez años, todavía pareciera que cierta élite, que cierta dirigencia, siga sin tener un proyecto de país que ofrecernos...Ahora de pronto, mientras escribo, entiendo más la sensación que habita las madrugadas del parque del este. Es un frágil y sencillo equilibrio que, por unos minutos, nos ayuda a olvidar que vivir en este país puede ser una constante invitación a la esquizofrenia.
Anda orondo el Presidente con no sé qué instituto europeo que asegura, estadísticamente, que los venezolanos somos muy, pero muy, felices. Requete felices.
Creo que hay que tener cierta prudencia. También algunos europeos confunden el militarismo con la izquierda. La felicidad es algo más que la democratización del consumo. También en el 73, bajo el reinado de Carlos Andrés Pérez, supuestamente fuimos muy felices. No estaría de más que midieran lo que podríamos llamar ahora el factor Dostoievski ¿Qué se puede esperar de un país que tiene la capacidad de indignación bajo cero?
El miércoles de esta semana, cuando estaba a la mitad de la segunda vuelta, un descuido de mi curiosidad aterrizó de pronto en la valla que rodea la laguna donde antes se alzaba la carabela de Colón. Detrás de la valla debía estar el Leander, el mítico barco en el que subió Miranda para iniciar una expedición que pretendía liberar a Hispanoamérica. Sin embargo, no hay nada. Un letrero anuncia la celebración bicentenaria del suceso, prometiendo recibir al héroe como se merece, 200 años después, en 2006. El último texto que aparece en la página web del proyecto lleva por título "El Leander vs el olvido".
Di la otra media vuelta que me quedaba pensando, justamente, en ese país que somos: el país del Leander inexistente y el país del nosotros, que pasamos tantas veces delante de él, ya sin inmutarnos, sin perplejidades o sin rabias, acostumbrados a no reaccionar frente a ese vacío.
Escribió Dostoievski que una de las mejores definiciones del animal humano podía hallarse en su disposición para aceptar y acoplarse a cualquier circunstancia, incluso a las más dolorosas y humillantes. "Un ser que se habitúa a todo". Viéndolo desde esta perspectiva, quizás debamos decir que el país se nos está volviendo, de pronto, profundamente dostoievskiano. Nos hemos adaptado a un proceso delirante donde nada parece ocurrir mientras todo sucede, donde todo parece suceder mientras nada realmente ocurre. Lo más real que tenemos es eso: un juego de palabras.
Ahí está el 2 de diciembre. Pasó de todo y no pasó nada. Ya no sabemos si es una fiesta o si es una tragedia. El Presidente, públicamente, ha llegado incluso a dudar de que haya sido una derrota, a desconocer la voluntad popular que se opuso a su propuesta. El CNE ni siquiera se molesta en explicar demasiado por qué a esta altura no hay resultados definitivos. Esta semana, delatando una estrategia articulada, Arias Cárdenas, William Lara y Mario Silva han destapado de nuevo el sueño de la reelección indefinida de Chávez ¿Existió o no existió el referéndum constitucional? También a eso nos hemos adaptado: ya sabemos que la realidad es un fantasma.
La lista es larga. Ya nos resulta habitual el ventajismo salvaje, el apartheid político, las inhabilitaciones de Clodosbaldo Russián: ahora el "poder moral" ejecuta la exclusión. Ya nos parece normal que el Gobierno no rinda cuentas, que la Venezuela saudita respire ahora la misma ebriedad de siempre, pero con Alí Primera en la rockola.
Ya es natural que cada día haya más crímenes mientras, cada día, también, las autoridades ofrecen estadísticas triunfalistas y pretenden vencer la muerte con comiquitas festivas en la televisión. ¿Cómo un poder que ha sido incapaz de resolver el caso de Danilo Anderson puede atreverse a mencionar, siquiera, un plan de inteligencia o de contrainteligencia nacional? Podemos acostumbrarnos a todo. Porque también nos resulta habitual, normal o natural, que la oposición canibalice su propia minoría, que se dedique a pelear por determinados municipios, desatendiendo otros espacios de poder y otros terrenos de lucha política. Ya no nos sorprende que, después de diez años, todavía pareciera que cierta élite, que cierta dirigencia, siga sin tener un proyecto de país que ofrecernos...Ahora de pronto, mientras escribo, entiendo más la sensación que habita las madrugadas del parque del este. Es un frágil y sencillo equilibrio que, por unos minutos, nos ayuda a olvidar que vivir en este país puede ser una constante invitación a la esquizofrenia.
Anda orondo el Presidente con no sé qué instituto europeo que asegura, estadísticamente, que los venezolanos somos muy, pero muy, felices. Requete felices.
Creo que hay que tener cierta prudencia. También algunos europeos confunden el militarismo con la izquierda. La felicidad es algo más que la democratización del consumo. También en el 73, bajo el reinado de Carlos Andrés Pérez, supuestamente fuimos muy felices. No estaría de más que midieran lo que podríamos llamar ahora el factor Dostoievski ¿Qué se puede esperar de un país que tiene la capacidad de indignación bajo cero?
Etiquetas: caso Anderson
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