1958: De silencios y tumultos
Por: Argelia Rios
Ocurre siempre de la misma manera. Aquí, o donde quiera que se haya empotrado la esclavitud del miedo, los países reaccionan conforme a una dinámica similar.
Ocurre siempre de la misma manera. Aquí, o donde quiera que se haya empotrado la esclavitud del miedo, los países reaccionan conforme a una dinámica similar.
Primero, la atmósfera se inunda de un silencio que enmascara el cansancio y que, también, disfraza de conformismo la indignación honda de la gente. Más tarde, como si se tratara de una marea invisible, el mutismo abre paso a la insubordinación. La calle se convierte entonces en un escenario de cuchicheo, desde el cual unos y otros relatan, a su manera, el tormento que les inquieta…
En el pecho de las sociedades que han experimentado este drama palpita el deseo de que algo ocurra: de que se desencadene un acto sorpresivo de liberación, cuya ocurrencia suele materializarse cuando el rey queda en minoría, definitivamente desnudo ante los ojos del ciudadano corriente y de otros factores clave.
Al contrario de lo que tantos venezolanos creen, el ambiente ha comenzado a hervir de nuevo. En este caso, una ebullición diferente de las anteriores. La coyuntura está sufriendo un viraje que justifica la velocidad con que el oficialismo despachó las discusiones.
La reforma es un imperativo para el “proceso” y al mismo tiempo un potencial error. Abandonar la iniciativa o mantenerla significa la posibilidad de exponer al aire sus latentes debilidades. Por eso, el “después” luce tan problematizado: porque aún no le ha sido posible conquistar una contundente mayoría. El espíritu de la nación está contra la propuesta, aun cuando la disidencia no tenga todavía claro cómo canalizará el descontento postreferendario.
De nuevo, ése es el verdadero punto… Pese a ello, la victoria podría no ser un estímulo suficiente para los nuevos motores, sino un anuncio de crecientes conflictos futuros… En esta oportunidad, y si sus oponentes hacen lo correcto, imponiéndose orden y disciplina -¿se irán de vacaciones, o se emplearán en evitar la resaca?-, es el chavismo el que no tendrá una Navidad pletórica.
Lo que anuncia este anticlímax electoral son complicaciones derivadas de la rebelde displicencia con que el ecosistema rojo ha reaccionado frente a la reforma.
El público del gran histrión sigue respondiendo con desgano y duda, mientras el Gobierno se esmera en mantenerlo desinformado… Que la hipocresía oculte las duras críticas que el chavismo le formula al proyecto no reduce la importancia del hecho ni niega la inminencia del ciclo al que se acerca Venezuela.
Chávez sabe que es así -con una pálida crítica balbuceada entre dientes- como se pierde la mayoría. Y lo que es peor, que es así como en los países divididos se configuran las “zonas de coincidencia”, desde donde emergen los eventos imprevistos en forma de emboscadas populares y al estilo de todas las epopeyas liberadoras. Ese es el fantasma que hoy ronda en Miraflores… El de los imponderables, que definieron los acontecimientos de 1958.
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