"...manda la soberbia"
Por: Argelia Ríos
Una auténtica libertad de expresión sólo existe cuando su ejercicio origina la rectificación de las autoridades. En Venezuela, sin embargo, ellas no están dispuestas a la enmienda. Cual patrono infalible de la verdad, el Presidente invoca para él la condición de divinidad perfecta... Como un "faqih" islámico, desprecia la humana posibilidad de equivocarse y, por tanto, de corregirse. Desde su mundo, la crítica -y hasta la menor sugerencia- es producto de la incomprensión del entorno: hasta en eso el Socialismo del Siglo XXI está exento de novedades. Ahora tampoco Europa entiende "el proceso"... El caso venezolano se ha "desnorteamericanizado". Las alarmas suenan en todos los idiomas, mientras la respuesta de Chávez descubre otra vez los polvos del pasado. Definitivamente, en las revoluciones la humildad está excomulgada. El más mínimo signo de esa templanza es considerado una muestra de debilidad y una exhibición del miedo.
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La historia señala que todos los hombres de hierro han llevado a cuestas los grillos pesados de sus terrores intestinos. El pánico es el carburante de la soberbia, que les impide remediar las faltas en beneficio del colectivo... Un gobernante que no posee el don de la escucha representa un peligro. Su arrogancia le conducirá siempre por el camino incorrecto y estimulará la negligencia ante las promesas formuladas... En Venezuela, el mandatario no está practicando la modestia: se siente un pontífice ajeno al desacierto... Por el camino que lleva, las buenas intenciones que tanta gente le había concedido a Chávez jamás se convertirán en realizaciones. Al objetar la mínima crítica sobre su gestión, el Presidente se niega a rectificar... La teoría de la conspiración con la que el Gobierno pretende explicar las demandas populares es el verdadero cadalso de la revolución. "El proceso" se está flagelando y los golpes son tan duros como endógenos.
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En cada azote hay un gesto de prepotencia, que es expresión del miedo a que el pueblo reclame los privilegios concedidos. El control de las instituciones no es suficiente. La insolvencia gubernamental corroe de pánico a las autoridades. Hoy, el viaducto y la Copa América resguardan los objetivos de las viejas misiones. Pero eso es demasiado poco. El sobresalto de los jefes reproduce su torpeza... La reconciliación exigida por los estudiantes, artistas y ciudadanos de a pie se ha vuelto subversiva. Chávez no entiende que la agenda pública la está imponiendo la calle. Su gran problema es la falta de humildad para comprenderlo. La capacidad de enmienda dice mucho de un elenco político: cuando es auténtica la búsqueda del bien común, el poder se muestra deferente ante el escrutinio público. Los ciudadanos están recibiendo el mensaje de los sordos: con Chávez manda la soberbia.
En cada azote hay un gesto de prepotencia, que es expresión del miedo a que el pueblo reclame los privilegios concedidos. El control de las instituciones no es suficiente. La insolvencia gubernamental corroe de pánico a las autoridades. Hoy, el viaducto y la Copa América resguardan los objetivos de las viejas misiones. Pero eso es demasiado poco. El sobresalto de los jefes reproduce su torpeza... La reconciliación exigida por los estudiantes, artistas y ciudadanos de a pie se ha vuelto subversiva. Chávez no entiende que la agenda pública la está imponiendo la calle. Su gran problema es la falta de humildad para comprenderlo. La capacidad de enmienda dice mucho de un elenco político: cuando es auténtica la búsqueda del bien común, el poder se muestra deferente ante el escrutinio público. Los ciudadanos están recibiendo el mensaje de los sordos: con Chávez manda la soberbia.
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